La Dura Realidad
Un superávit en las ciencias económicas, en la matemática y en la contaduría se produce cuando la variable gastos es inferior a la variable ingresos. Dicho sencillamente: cuando una gasta menos que el dinero que percibe y por lo tanto le sobra dinero al final del mes.
Pero para que exista un superávit real se deben tener en cuenta todos los gastos y todos los ingresos. Si uno niega o esconde determinados gastos y/o deudas no estamos frente a un superávit, estamos frente a una mentira.
Hasta aquí las nociones más elementales de economía que ningún economista titulado puede no saber. ¿Qué anunció el presidente Milei? Que hay un superávit fiscal (resultado de cancelar el total de gastos sobre el total de lo que recauda el estado) del 0,2%. ¿Existe realmente superávit? No, de ninguna manera. ¿Por qué no? Porque el presidente Milei no toma en consideración para su balance el presupuesto que le debe a las provincias para sus gastos. Estos haberes son patrimonio de las provincias por ley y deberá pagarlos tarde o temprano, y cuanto más demore mayor será el daño. Milei tampoco tienen en cuenta en su balance el dinero que le debe el estado a las distribuidoras de energía, y que también deberá pagar tarde o temprano y seguramente con penalidades. Solo teniendo en cuenta estas dos variables podemos concluir sin temor a equivocarnos lo evidente: NO HAY SUPERÁVIT FISCAL. Desde ningún punto de vista ni ninguna metodología contable existe superávit fiscal en Argentina. Es falso, como también son falsos los números de inflación que asignó a diciembre, enero, marzo y también las proyecciones de inflación que el presidente afirma que tenía el país y que muy seriamente y sin sonrojarse fijo en 15.000%. Ciencia ficción, pero de la mala.
Pero, por si fuera poco, además de anunciar algo irreal y afirmarlo sobre datos falsos, lo peor es que este supuesto superávit fiscal se logró a través del congelamiento de salarios, el desfinanciamiento de la salud, educación, seguridad, gastos operativos del estado, ciencia y tecnología y prestaciones de asistencia básicas. De hecho, el sector más recortado de la economía de Milei son los jubilados que cobran salarios cercanos a la indigencia. Lo insólito es que Milei niega que el ajuste lo haya pagado la mayoría de la población (lo cual resulta obvio), pero si dice que ese mismo ajuste lo pago la política que sólo esta semana vio multiplicado su salario.
Dicho todo esto cabe preguntarse ¿Por qué el presidente anuncia un superávit que no existe y se vanagloria de alcanzar una meta fiscal a costa del empeoramiento de la vida de casi todo el mundo? ¿Es porque vive aislado en una fantasía de poder y éxito que le impiden ver la realidad a pesar de que todo el tiempo sus afirmaciones son demostradas como falsas? ¿Es porque practica una teoría económica equivocada, bizarra y que borda con el darwinismo social? ¿Es por sentimientos de revancha y lucha por la desigualdad? Bueno sí por todo eso, pero también dijo todas estas mentiras para dar una señal de calma a los mercados garantizándoles que la situación no va a estallar y que se encontrarán con condiciones favorables de inversión, aún a costa de las condiciones de vida de la población. Por eso y para tratar de instalar en la agenda la idea de que su gobierno puede adjudicarse algún logro luego de casi cinco meses de saqueo, pobreza y violencia.
Prepotencia e ignorancia
Quien escribe se tomó el trabajo de escuchar la cadena nacional del presidente Milei en detalle y hasta el final y, lamentablemente, no encontró un solo dato verificable en todo el discurso. Peor aún. Hay afirmaciones del presidente que ya se han demostrado como falsas hasta el cansancio, hasta el paroxismo, hasta el punto de ser desmentidas por el propio ministro que posó al lado de Milei, y sin embargo el presidente sigue insistiendo infantilmente en su veracidad, como si la sola repetición tenaz de una mentira la volviera realidad por arte de magia. Hay entra la cuestión de la inflación: la suba de precios sostenida en el tiempo es un fenómeno que se produce por múltiples causas entre ellas la suba de tarifas, el aumento de los costos de producción, la suba de los insumos y combustibles, los monopolios, la especulación, la emisión monetaria, entre muchas otras. Este origen multicausal es un dato de la realidad y un saber básico de las ciencias económicas, no es discutible con opiniones. Y sin embargo el presidente en cadena nacional vuelve a decir, otra vez como un adolescente, que la única causa de la inflación es la emisión. Otra vez discutiendo algo que ya está saldado.
Esta misma actitud, soberbia y voluntaria ignorancia, se aplica a todas las partes del discurso. Así, mientras intenta sonar inteligente por utilizar todo el tiempo lenguaje técnico, al final termina haciendo afirmaciones burdamente falsas.
Pero entre todas esas mentiras también hay un discurso políticamente perverso, por ejemplo, cuando el presidente afirma que “los argentinos están haciendo un esfuerzo heroico que esta vez va a valer la pena.” Lo cierto es que la población aceptó que se castigue a las figuras políticas, pero no aceptó ser expoliada para beneficio del gran empresariado. El pueblo más bien fue forzado a un esfuerzo que le quita dignidad. Por otro lado, tampoco se verifica que dicho esfuerzo “ahora si va a valer la pena” ya que, a lo largo de la historia, como el caso de la Revolución Libertadora, Onganía, el Proceso, el Plan Austral, Menem, De La Rúa y el segundo semestre de Macri, cada vez que le derecha le pide sacrificios al pueblo siempre el pueblo termina más pobre y un puñado de ricos más obscenamente ricos.
A esto por supuesto le sumó el pensamiento totalitario (nada novedoso, por cierto) de que su forma de resolver los problemas es el único punto de partida posible, calcando el discurso de Margaret Thatcher (There’s is no alternative), Ronald Reagan, Bolsonaro, Macri y otros tantos nombres oscuros de la historia reciente.
Milei también mintió sobre el que el estado argentino es un defaulteador serial: más bien al revés, paga religiosamente las deudas odiosas que toma Caputo (este según Milei, un patriota). Luego se vanagloriaba de reducir el déficit fiscal de 15 puntos a cero. No sólo no logró lo que afirma, sino que el grueso del ajuste hecho se hizo a base de dejar de pagar medicamentos oncológicos, servicios básicos, prevención de enfermedades y gastos de la provincia. Para colmo del ridículo llegó a decir mirando a cámara que este ataque a la calidad de vida de una población ya golpeada por ocho años de crisis es una “hazaña mundial”. Es decir, Milei cree que es un ejemplo para el mundo y que además se debe mantener este rumbo de empobrecimiento generalizado para alcanzar el crecimiento.
En su locura llegó a afirmar que él tenía razón y el plan está funcionando, al mismo tiempo que incluso el FMI (una entidad financiera que ha destruido países como Argentina y Grecia) afirma que teme un estallido social. Pero a largo de todo el discurso la separación con la realidad fue creciendo hasta el punto de decir cosas increíbles como que el estado gastaba 22% de su presupuesto en pauta para medios o que el déficit fiscal fue eliminado de forma sustentable. Así cuando el presidente dijo “No pagan justos por pecadores” termina negando de forma brutal la realidad más evidente que es el empobrecimiento de casi toda la sociedad argentina que ya supera el 60% de pobreza. Incluso llegó a autofelicitarse por subir las asignaciones sociales al mismo tiempo que se registra el promedio de salarios más bajo de los últimos cuarenta años. Afirma con soltura que aumentó la ayuda a comedores la misma semana que los comedores y merenderos marcharon para reclamar comida. Dice que si el estado no emite no hay inflación luego de cinco meses de una inflación más alta que la de Macri y Fernández
Tan grave es la separación que Milei tiene con la realidad que llega a decir que estableció un “orden económico sano y estable, y el ejercicio pleno de la libertad y proyecto de vida” en medio del crecimiento de la pobreza, la indigencia y la explotación laboral. Incluso afirma que todo el superávit fiscal no irá a gasto público sino a quita de impuestos, es decir, que no se recuperarán los presupuestos destruidos de los servicios públicos, sino que seguirán así. Poco después afirma, como ya se ha demostrado un millón de veces en la historia reciente que es falso, que “la única manera de sacar al 60% de los argentinos de la pobreza es con crecimiento económico.” Un país puede crecer muchísimo con grandes porciones de la población viviendo en la miseria como Brasil, EE. UU, La India, China, Chile, y un largo etcétera. Solo Milei no se enteró.
Como frutilla del postre el presidente aseguró que comenzará la recuperación de los salarios reales por caída de la inflación, a pesar de que ni bajó la inflación y además el gobierno no homologa las paritarias de los principales gremios.
A modo de dictador cerró su discurso con “la era del supuesto estado presente ha terminado” como si tuviera el poder de decidir por todo el mundo algo que nadie le pidió. Y remató: “Que dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen.”
Conclusiones y Clonazepam
¿Hay superávit fiscal? No ¿Las medidas del gobierno nos conducen a la estabilidad económica? No ¿Mejoran nuestra calidad de vida? No. ¿Tienen alguna solidez teórica? No. Pero a pesar de todo, que es grave, lo que deberían estar preguntándonos es: ¿Es justo lo que propone Milei? Otra vez, la respuesta es un no rotundo.
Es duro decirlo, por la investidura presidencial y por la responsabilidad que implica la vida en democracia, pero el discurso del presidente es un rejunte de mentiras, bravuconadas y gestos caprichosos. Pero es más preocupante porque niega la más evidente realidad y lo reafirma en mantener un curso que en poco tiempo puede llevar a una crisis social sin precedentes. Mientras tanto, fuera de los pasillos de la rosada, donde la realidad no existe y es mentira la verdad, una movilización histórica va tomando forma.