El 23 de septiembre de 1947, durante el primer gobierno del presidente Juan Domingo Perón, se promulga la Ley 13.010 que instituye el voto femenino. El propio Perón, el pueblo, y la historia, le asignaron a Eva Duarte de Perón, la oportunidad de otorgar este derecho, a las mujeres de nuestro país por primera y definitiva vez.
Fue ese 23 de septiembre de 1947, durante el primer gobierno del presidente Juan Domingo Perón, que se promulgará la Ley 13.010, que instituye el voto femenino en igual condiciones que ya tenían los hombres. La historia le vino asignar a Eva Duarte de Perón, este privilegio, reconociéndole así mismo su campaña a favor de los derechos políticos de la mujer, y resumiendo en ella la representación de la lucha que en el país se remontaba a finales del siglo XIX, y principio del XX.
En la Argentina las primeras mujeres que se ocuparon sobre el tema de la participación política y el sufragio femenino fueron las militantes del Partido Socialista, juntamente con las pertenecientes al movimiento anarquista. Ellas comenzaron a luchar muy tempranamente, por un grado de igualdad de oportunidades, que equiparara la participación en lo político a ambos géneros.
Luego del golpe de 1930, las agrupaciones femeninas sufrieron algunos cambios; el derrocamiento del gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, y la toma del poder de la mano de Uriburu por parte de la derecha conservadora más rancia, dificultó parte de los reclamos femeninos que desde hacía tiempo, se logró instalar en la agenda del debate político; debieron abandonarse muchas cuestiones que hacían al interés de las mujeres en general, y centrarse en la cuestión del sufragio en particular.
Luego de varios años trascurridos desde que se dio inicio la lucha por la concreción de este derecho; las razones que aún se esgrimían para su no concreción, se encontraban por fuera de cualquier fundamentación de tipo legal y solo quienes se oponían, lo hacían desde un lugar donde predominaban concepciones sociales desactualizadas, de carácter anticuado y conservador. Concepciones que para nada estaban acordes con lo que sucedía en el mundo y con el protagonismo de las mujeres en todos los órdenes de la vida de las sociedades del mundo desarrollado.
Estas posiciones tan retrogradas quedaron ejemplificadas en el debate parlamentario donde se votaría la nueva ley. Hoy con el paso del tiempo y con el camino logrado, los argumentos exhibidos por la oposición a esta ley, siguen siendo un testimonio inaudito de la concepción imperante por esos días. Los términos y argumentos utilizados por este sector de la sociedad son un ejemplo claro del nivel de mentalidad machista que estos tenían.
A pesar de lo inconcebible de este tipo de argumentos y posturas, la ley logro superar la instancia de las cámaras y llegar a ser aprobada y promulgada en aquel momento. El mismo 23 de septiembre, tras la firma de la Ley, la CGT organizó una concentración en Plaza de Mayo para celebrar su promulgación, y ante un público numeroso que concurrió desde temprano, Eva Perón manifestaba:
“Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores, pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional”.
Quienes somos poseedores de un ideal progresista de la humanidad, sabemos que la lucha por lograr una sociedad más justa, no es, ni ha sido gratuita en cada paso dado. Las fuerzas opositoras han trabajado incansablemente para que la sociedad de la que somos parte no logre librarse de todas aquellas cosas, que como azotes se perpetúan sobre las espaldas laceradas de nuestro pueblo. Hoy como ayer, la clave para el éxito de nuestra lucha es: la decisión y la convicción de nuestro pueblo del derecho irrenunciable a una vida digna. Este es y será el elemento central para vencer y resistir, frente aquellos que buscan despojarnos de los derechos alcanzados o evitar que conquistemos otros que aún no se alcanzan.