El discurso sobre los derechos laborales
Cuando Macri ganó en 2015, el núcleo de su discurso era que los trabajadores no iban a perder nada de lo que ya tenían a manos de su gobierno. Obviamente era mentira. Pero el hecho de que él no pudiera decir abiertamente lo que quería hacer era elocuente. Durante el kirchnerismo, los actores políticos que hablaban abiertamente de quitar derechos como la huelga, la indemnización por despido, la jornada limitada, eran marginales y solían ser ridiculizados. ¿Cómo llegamos a un contexto donde el favorito para las generales promete todas estas cosas sin eufemismos y vende estos atropellos como pasos necesarios para el progreso social? Es decir ¿Por qué Milei puede decir todo lo que dice y ser popular?
Desde la asunción de Macri hasta la fecha (gobierno de Alberto mediante) el salario se ha licuado producto de las sucesivas devaluaciones y la inflación. Esta última fue acelerada por irresponsablemente por la gestión Macri y no fue contenido dada la actitud pasiva del gobierno de Fernández. En el proceso, la pandemia y la crisis económica heredada de Macri tuvieron el efecto perverso de generar un gran desempleo y pobreza, pero luego al recuperarse la actividad, los nuevos empleos creados fueron sumamente precarios, tanto en condiciones laborales como así también a nivel salarial.
Los niveles de explotación, la cantidad de horas para ganar lo mismo, las condiciones estresantes del trabajo, efectos perniciosos sobre los sentidos, la necesidad de más de un trabajo, el contexto de inseguridad contractual y económica, la disolución de normas laborales básicas, los horarios rotativos, todas estas condiciones hacen que trabajar no solo no alcance para mantener un hogar, sino que además lo vuelven más desgastante tanto desde el punto de vista físico como psicológico. Salvo un muy acotado sector de trabajadores fabriles, transportistas, bancarios o profesionales, la mayoría de la población tiene trabajos mal pagos, alienantes, malos para la salud. Si están registrados. Si no, súmese además un ingreso menor y peores condiciones.
El discurso de la extrema derecha, con Milei a la cabeza, contra las leyes laborales, hace mella en la población porque no se ha logrado poner coto al avance del capital privado sobre las atribuciones del estado, no se ha podido afirmar un proyecto de sociedad sobre bases más justas.
Su argumento es: los convenios colectivos y la ley laboral le impide a los empresarios contratar gente ante la amenaza de posibles juicios laborales. Las cargas sociales e impuestos dificultan la rentabilidad de las empresas. La mayoría de estas afirmaciones parten de medias verdades por lo cal, aunque falaces o rudimentarias, funcionan como explicaciones a los problemas laborales en el discurso de la ultraderecha. No hay trabajo o el trabajo es precario porque las leyes atan las manos de los que “crean trabajo.”
Así, ya tenemos a los culpables: los sindicatos corruptos, el estado ineficiente, leyes vetustas y una marea de abogados buitres, ávidos de caer sobre las pobres pymes al primer llamado de un empleado deshonesto. Tenemos un enemigo, ahora ¿Cómo lo combatimos? Podríamos revisar nuestras leyes, nombrar mejores autoridades sindicales, legislar otras condiciones de producción y contratación ¿No? No. Para combatir la falta de trabajo y las malas condiciones laborales debemos meter presos a los sindicalistas, desaparecer al estado como mediador entre trabajadores y empleadores, eliminar los convenios colectivos de trabajo, que el mercado pueda contratar y despedir a gusto, como comer y descomer, sin ninguna limitación, para que así, en búsqueda de su propio beneficio los empresarios generen empleo.
Tenemos un enemigo, estamos enojados con él, dispuestos a todo, y encima viene alguien a prometernos que, si hacemos algo simple pero drástico, la solución será casi instantánea.
El procedimiento no puede quedar completo si antes excitar sentimientos negativos de revancha, resentimiento, odio y rencor. Hará falta decirles a los explotados y a los desempleados que la venganza contra sus victimarios está a un decreto de distancia, hará falta enardecerlos, envilecerlos, corromperlos para que la violencia, la difamación, las ideas rudimentarias y feroces les parezcan sentido común. Habrá que convertirlos en sordos sedientos de retribución y retratar verdaderos monstruos: delegados sindicales que viven en barrios cerrados y vacacionan en Europa mientras disfrutan con “la tuya.” Figuras políticas ridiculizadas, ladronas, mentirosas, inoperantes. Empresarios filántropos, pobres víctimas del sistema que, impedidos de explotar a sus empleados como tratantes de esclavos, no pueden crear riqueza y con ella trabajo.
Así se vende el discurso libertario: un problema, un enemigo, una solución, un mundo pintado al revés. Pero entonces ¿Cómo es posible esta maquinaria de mentira? ¿Cómo puede creer alguien esta montaña de discursos mal intencionados y violentos? Entender el por qué es la clave para combatir este mal. Y la clave no es otra que hacer un diagnóstico crudo y sincera autocrítica.
¿Cómo piensa la ultraderecha?
Macri generó un clima amenazante contra los trabajadores: no faltaron gestos en ese sentido. Las declaraciones de Prat Gay (“Cada quién mire dónde le aprieta el zapato), la represión y exhibición pública de los trabajadores de Cresta Roja, el encarcelamiento de sindicalistas, la gestión de Jorge Triaca. La política laboral de 205-2019 fue en el sentido de debilitar la capacidad de los trabajadores de ejercer el derecho a huelga y mantener la excusa de que mayores ventajas para el empresariado redundaría en más y mejor empleo. En el fondo es la teoría del derrame que pretende que comamos las sobras que caen de la mesa del capital, combinada con una prédica liberal de que el libre mercado y la libre negociación entre capital y trabajo lleva al desarrollo. Unos cinco siglos de historia desmienten ambas ideas. Una gran inversión en marketing y lobby las mantiene jóvenes.
Milei profesa exactamente lo mismo, razón por la que ha tenido no pocos guiños a Macri, pero no desde la astucia o del intentar convencer al trabajador de las bondades del libre mercado, sino desde la excitación del odio a enemigos imaginarios.
Su razonamiento se expresa así: existen sindicalistas corruptos que no velan por los intereses de sus representados, entonces hay que eliminar los convenios colectivos de trabajo. Existen leyes laborales que deben ser revisadas y actualizadas para beneficio de empleador y trabajador, entonces las leyes son inútiles y hay que barrerlas. Existe un estado que no responde a las necesidades laborales con la eficacia que se pretende, entonces hay que correr al estado de la negociación. Una premisa verdadera, una solución totalmente descabellada. Hay personas que no necesitan la AUH y la cobran, entonces eliminemos la AUH para que no la cobre nadie.
los problemas del mundo del trabajo son amplios y requieren un análisis focalizado para ofrecer soluciones realistas. Milei propone quitar derechos y garantías que hacen al trabajo digno para atacar los males que afectan a ese mismo mundo laboral. ¿Qué es exactamente lo que busca eliminar?
Una cancha inclinada
La propuesta laboral de Milei tiene como objetivo permitir a los empresarios tomar decisiones discrecionales sobre la vida de los trabajadores; eliminar las leyes que aseguran condiciones mínimas de trabajo y las regulaciones que evitan abusos. Todos estos derechos son la herencia de luchas de décadas pasadas de distintos gremios y agrupaciones que a base de ser reprimidos alcanzaron convenios colectivos, vacaciones, jornada limitada, entre otras cosas.
Dicho sintéticamente, la ultraderecha pretende eliminar todos esos derechos adquiridos a lo largo de la historia y además desmovilizar a la masa de trabajadores para que acepten esa relación de sometimiento como la única manera de producir en la Argentina.
¿Qué pretende quitar del fuero laboral la ultraderecha (Macri y Bullrich incluidos)? Vayamos por partes.
El primer foco a atacar son los convenios colectivos. Estos son acuerdos por rama de actividad que alcanzan a todos los trabajadores del rubro y que establecen reglamentaciones de trabajo, deberes, salarios mínimos, categorías, condiciones de seguridad e higiene, reglamento de horarios, condiciones contractuales. Un convenio colectivo es un documento legal acordado entre los sindicato y los empresarios para regular el trabajo en una actividad. Si la derecha pudiera romper estos acuerdos colectivos o entorpecer su aplicación, el trabajo sucio ya estaría hecho. Al romper la negociación colectiva, los trabajadores argentinos tendrían que firmar un contrato individual con la empresa, donde no tienen ninguna posibilidad de poner condiciones mínimas de empleo y seguridad para su trabajo. Si no te gusta la jornada de doce horas, o este sueldo miserable, no pasa nada, muchos otros detrás de ti se verán obligados a firmar pro necesidad. Ejército de reserva le llamaba Marx, hace doscientos años. La derecha quiere volver en el tiempo dos siglos al volver una lucha colectiva un simple contrato individual. No termina allí.
En segundo lugar, la ultraderecha aspira a flexibilizar al máximo la disponibilidad de mano de obra y reducir su costo al extremo. Los proyectos de bolsas de trabajo rompen con la jornada de ocho horas (límite donde el trabajo se vuelve insalubre) y pretenden que el trabajador esté disponible cuando la empresa necesita, cada vez que lo necesite, y por el costo mínimo. Es decir, que usted pueda trabajar doce o catorce, o más horas a discreción de su encargado, pero sin bonificaciones por trabajo de noche, extras, insalubridad, entre otras. Esta modalidad ya existe parcialmente en la forma de los horarios rotativos en las empresas fabriles o de servicios, que disponen indirectamente del tiempo libre del trabajador al no trazar una franja horaria permanente. La idea es que todo el mundo del trabajo se vuelva una fuente de mano de obra de la que el capital pueda disponer sin limitaciones.
En tercer lugar, la ultraderecha piensa en casi todos los derechos laborales que hacen a la salud, la seguridad y el esparcimiento del trabajador como un costo del que no quieren hacerse cargo. Su objetivo es trasladar el costo de todo esto a las espaldas del trabajador, porque “nada es gratis, alguien lo paga.” Y la derecha no quiere pagar ni lo que gasta.
Allí la idea es que las empresas dejen de pagar vacaciones vía descuentos para que el trabajador las saque de su bolsillo. Lo mismo los días feriados, o las licencias. De hecho, el seguro de desempleo propuesto por Milei es el prototipo de esto. Un fondo que el trabajador paga de su recibo de sueldo para que el día que su empleador decida echarlo no tenga ningún costo para él. Todo el poder y la capacidad de coacción de un solo lado.
Esto va de la mano con otro tópico que es “terminar con la industria del juicio.” Al socavar la capacidad legal del trabajador eliminando convenios colectivos y leyes laborales básicas, no hay lugar para que se hagan juicios a la empresa. Sus abusos serían legales de hecho.
Por último, pero no excluyente ni menos importante, para poder cristalizar todos estos atropellos a la jornada limitada, las vacaciones, el seguro de desempleo, las condiciones mínimas de trabajo como una silla, ropa o higiene, hace falta atacar el derecho a la protesta. Esta es una cruzada de toda la derecha, desde Larreta y Macri, hasta Bullrich y Milei. Han militado activamente para que la protesta y la huelga sean crímenes comunes sobre la idea que atentan contra la libertad del empleador de tomar decisiones sobre su empresa (y las vidas de sus trabajadores). Esto requiere no solo alterar la constitución y el sentido del derecho sino también cuotas importantes de violencia ante la más que esperable reacción de los gremios.
Todas las propuestas de Milei de cara a las generales en relación con el trabajo son objetivamente abusivas, brutas, vestigios medievales de una prepotencia abierta. Suenan a futuro distópico de ciencia ficción y en otras épocas quien escribe habría dicho que son falsas o exageradas. No le crea a este artículo, desconfíe de él o sus intenciones. Vaya directamente a la fuente. Lo invito a escuchar cualquier entrevista, en cualquier medio de comunicación dada por Javier Milei y sus allegados y podrá comprobar que lo expuesto en este texto es moderado.
No hay una propuesta de modernización de la legislación laboral, ni mejora en los ingresos, siquiera de estímulo a las actividades cuentapropistas. La propuesta laboral de Milei es un proyecto por y para los empresarios.