La reforma de 1994 de la Constitución Nacional, introduce un nuevo sujeto, con derechos y garantías, ese nuevo sujeto es el consumidor, de esta forma moldea nuestras subjetividades generando la posibilidad para emergencia del fascismo.
Ignacio Lewkowicz en su libro “Pensar sin Estado” advierte que, en la reforma de la constitución del año 1994, más precisamente en el artículo 42 aparece un nuevo sujeto social, el “consumidor” citemos el fragmento del mencionado artículo a modo de aclarar la situación: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios.”
La constituyente del ’94 es votada y en esa votación se filtra este nuevo sujeto, con derecho y garantías, como quien dice; con todas las de la ley. Esto que es progre para el sector despolitizado de la sociedad, tiene una profunda implicancia en la toma de posición política. No son los ciudadanos en calidad de consumidores, sino es el “consumidor”, el que se instala en el fundamento del contrato, ese contrato que firmamos como sociedad y que se manifiesta en la letra de la Constitución Nacional ¿Pero que implica este pasaje de ciudadano a consumidor? Lewkowicz indica lo siguiente; que en la formula “la gente no sabía lo que se votaba” desaparece el pueblo y aparece la gente, ya no somos pueblo, somos gente, ese pasaje no es un simple cambio de palabras hay en ello todo un giro en la concepción de los nosotros/as. Esta forma de concebirnos nos subjetiva de manera distinta.
Cuando hablamos de pueblo, nos referimos a la tercera definición que contiene esta palabra, a la que apunta a la plebe, a las masas, al pueblo trabajador. Si nos ajustamos a esta definición de pueblo, estamos hablando del estado-nación, allí donde anida el ciudadano, ese sujeto con capacidad de elegir su propio destino y que es potencia colectiva. Pero al revisar la historia nos encontramos que el estado-nación ha ocasionado muchas veces la matanza y persecución de un sector de la sociedad, porque ese estado que agita la bandera de la democracia es la garantía del capitalismo.
Ahora bien, en la coyuntura de pos guerra el mercado necesitaba desregular, eso significaba barrer con los derechos adquiridos en un proceso de lucha. El pueblo en este caso que planteo un escenario de resistencia a fines de la década de los ’60 significaba una fuerza que había que destruir. Pueblo refería a la clase trabajadora, al sector explotado. La economía globalizada, da un giro conceptual, no fue sin la implementación del terror ese giro. Se logra igualar en un concepto, en el concepto de gente, a todos y todas, pero esa igualdad va desde arriba hacia abajo.
Volviendo a este nuevo sujeto, el consumidor, vemos que se condiciona la esencia de lo humano, el ser esta en el tener, y ese sujeto, el ciudadano, producto del estado-nación, se degrada a objeto de consumo y como tal entra en un circuito donde el mercado pone las reglas generando demanda acorde a los objetos que crea y los renueva con una velocidad vertiginosa, y así vivimos en una permanente novedad. Pero nada es nuevo dentro de este sistema, son viejas metodologías donde lo único que cambio es la velocidad. Lo central acá es que: el ser esta en el tener y el que nada tiene nada es. También el que tiene puede no tener y ahí aparece el horror a no ser, que viene a recordarnos que somos mortales. Una de las consecuencias de este horror es la aparición del fascismo como un espacio, desde donde el consumidor se para para hacer frente al horror de ser enviado a la nada, es el lugar desde donde se para ese sujeto objetivado, ese sujeto que es objeto de consumo que se consume al consumir, Brasil hoy es un claro ejemplo, Bolsonaro con un discurso de campaña sin ocultar su abierto fascismo, gana las elecciones.
En fin, volviendo a Lewkowicz citamos este párrafo: “En diciembre de 2001 y sus consecuencias aparece nosotros como sujeto primordial. Nosotros no se puede descomponer en partes simples; no es un compuesto de yo y ustedes, yo y ella, yo y ellos; tampoco es el nombre resumido de una clase, sino que es directamente nosotros.” Quisiéramos concluir diciendo, a diferencia de este autor, que ese nosotros/as, tiene que tener los pies en el campo de lo popular, con un discurso de clase. Ya vimos que el nosotros con la clase media es un nosotros coyuntural, al “piquete cacerola la lucha es una sola” le siguió, ni bien se recuperó un poco la clase media, el ostracismo de los piquetes, por parte de las cacerolas que volvieron a su lugar de origen.