Por Leandro Trimarco*
Era de esos hombres que no se parecen a nada,
Y nada tienen que ver con su tiempo más que sus conflictos.
Los dinosaurios lo recelaban por zurdo,
Sus rivales peronistas, por carismático.
Los zurdos y los fachos ni lo conocían,
Se dice que ganó una elección perdiéndola
Y llegó a presidente con votos que no alcanzarían para ganar una provincia.
Asumió en ceremonia pública
Forcejeando con un reyezuelo interino por el bastón de mando.
Se cuenta que salió a la plaza a verse cara a cara con el pueblo,
Tradición antigua y ya desconocida para sus semejantes,
Cabeceó una cámara con tanta fuerza que lo hizo sangrar,
Luego se arremangó, se limpió la herida y siguió adelante,
Y repitió ese proceder hasta hacerlo una forma de vida.
Entre penumbras recibió amenazas
Venidas de hombres sabidos por fuera de toda justicia,
Que, acostumbrados a la obediencia y la impunidad,
No vieron venir el golpe.
Un día, sumando los frutos que nadie nunca les había cobrado a los poderosos,
Espantó a una parvada de buitres que anidaban en el raído edificio del ministerio de Economía.
Cuenta la leyenda que, parado entre dos gigantes,
Le enredó los pies a un asesino de pueblos,
Inmenso, poderoso, soberbio,
Manchado todavía con sangre humana y petróleo;
Y lo hizo caer, mareándolo con su juego pies,
Hasta que el verdugo tuvo que irse con las manos vacías a matar a otra parte.
Hablaba como quien siembra sobre las conciencias de los hombres.
Plantaba palabras y esperanzas por toda la tierra,
Hasta que un día, medio hablando, medio sembrando,
Hizo florecer mil flores.
Pidió perdón por silencios que eran más viejos que la patria que habitaba.
Encerró bestias de décadas pasadas en la prisión de donde nunca debieron haber salido.
Lentamente, con la paciencia de una hormiga,
Empezó a reconstruir la dignidad y el gozo que ya nadie creía merecer.
Fue el más cabrón de su tiempo,
Daba peleas imposibles con las manos abajo.
Bocón, provocador, inconmensurablemente valiente,
Se paraba en el centro del ring y preguntaba: “¿qué pasha, esta’ nerviosho?”
Cuentan al otro lado del río
Que ardía como un fuego gigantesco
Que alumbraba y calentaba a los que estaban cerca.
A su lado, frívolos y cobardes llegaron a ser apasionados y valientes.
Hombres que nunca abrazaron una causa
Se quebraron el día de su partida viendo su estela
Que era como la nebulosa que deja una estrella después de morir.
Se dice que aún deambula como una sombra de bronce
Entre mates y conversaciones,
Entre puños apretados y libros,
Entre poemas y pañuelos blancos,
Y los hombres sin conciencia se previenen de no encontrarlo bajo sus literas antes de dormir.
Se dice que flota en el aire como la humedad y las ideas,
Que su nombre evoca humores de lucha y alegría,
Y su fantasma puede desviar las balas.
Y es una llama que nace, decae y vuelve cada vez,
Como un rescoldo interminable que recuerda que siempre se puede hacer algo,
Siempre se puede pelear,
Que la historia no está escrita
Y el tiempo da infinitas revanchas.
Cada 25 de febrero vuelve a nacer.
Néstor se llama,
Y está insoportablemente vivo.
* Profesor de Historia por la Universidad de Morón