Por Leandro Trimarco*
La figura de Eva Perón despierta emociones fuertes aún entre los que pretenden sostener una ya destartalada máscara de imparcialidad. Se ha tratado de intelectualizar su vida política quitando de en medio cualquier elemento emocional, toda sensación humana, sentimiento o reacción como si las mismas no fueran parte de la experiencia de las personas. Esta manera de pensar ha dado lugar a toda suerte de conclusiones parciales, apresuradas, deshumanizadas, en casos algunos totalmente absurdas. Esta nota pretende, en un nuevo aniversario de su fallecimiento, ayudar a comprender el fenómeno de Evita, la ídola popular, para intentar entender las emociones que ella despierta y echar un poco luz acerca de porque a las personas les pasa lo que les pasa con ella: el amor incondicional, la admiración, la irritación, el fastidio, el odio más irracional, el asombro.
Los Hechos
Hacia finales del año 1951 Eva Perón iniciaba el último tramo de su vida luego del renunciamiento histórico a la vicepresidencia en la fórmula presidencial, con todo el pueblo a favor y oscuras fuerzas en contra. ¿Quiénes fueron los artífices de este paso al costado de la más importante primera dama hasta ese momento en la historia? Hay muchas teorías, pero ninguna certeza. Por entonces, su salud ya estaba comprometida: un cáncer de cuello uterino en estado avanzado comenzó a afectarle y no podía ya asistir a las largas jornadas de reuniones, congresos y ninguna otra actividad sin padecer desmayos o intensos dolores en su cuerpo.
A sus treinta y dos años su vida había sido absolutamente intensa: lejos de ser una figura decorativa en términos políticos como hasta entonces lo habían sido las primeras damas, Eva era una parte fundamental del armado político-simbólico del peronismo. Su trabajo desde la fundación Eva Perón chocó de frente contra el concepto de caridad de las clases altas, se enfrentó a las patronales desde la CGT, fundó sindicatos de mujeres y la rama femenina del partido peronista. En los pocos años que vivió junto a Perón, fue la cara visible y el motor del voto femenino y el lado más combativo del partido peronista contra las expresiones más reaccionarias de la oposición. De sus discursos se puede extraer sin ambigüedades su posición frente a los privilegios de clases, su irritación frente a las desigualdades y las injusticias, la intensidad de su lucha contra el destino de servidumbre que el país agroexportador había diseñado para ella y todas las que eran como ella.
A finales del año 1951, Eva comenzó una serie de tratamientos contra el cáncer con tecnología de punta para la época. Su enfermedad, sin embargo, no amainó. Votó desde la cama con atención permanente a su alrededor y vio la publicación de la “Razón de mi vida” y “Mi Mensaje”, sus últimos escritos, amados y denunciados como propaganda a partes iguales. Las enfermeras y militantes que la acompañaban sufrieron con ella hasta el momento de su coma el 16 de Julio 1952. Ocho días después fallecía la mujer más intensamente amada y odiada de la historia argentina.
Absolutamente personal
El peronismo y aquellas que simpatizamos con la figura de Eva no podemos verla desde la fría óptica de la imparcialidad: su actuación política nos dejó triunfos indelebles en la memoria y sus discursos el ánimo de pelea que le dio dignidad y fiereza a las luchas que vendrían.
Los críticos del peronismo han visto en ella fervor propagandista que buscaba controlar a las masas desde el asistencialismo y la demagogia. Los más inteligentes entre estos han señalado los libros escolares y el culto a Eva como un instrumento de comunicación torpe que causó más dificultades que real apoyo en el seno del peronismo. Lo menos agudos han visto en Evita un discurso fascista y totalitario, las categorías absolutas que ni Weber uso de esa manera, para tratar de explicar una realidad humana y compleja a través de insertarla en los compartimentos con los que pensaban. Pero lo que las personas ven y perciben como su realidad no es un ejercicio intelectual automático ni puede separarse de las emociones de su día a día. Llegado a este punto ¿Por qué esta mujer generaba emociones tan fuertes en las personas, fueran de amor y odio?
Aquí podemos ver algunas cosas que escapan a la mirada del historiador, algunos verdaderamente buenos como Luna, Touraine, Page: la emoción. Para muchas personas Eva fue la razón del primer par de zapatillas en la casa. No calzado de segunda, no las sobras, no de la caridad de las iglesias. Una genuina y nueva caja de zapatillas que el sueldo mínimo nunca podría pagar. También fue el día del niño, y navidad, lo que Cesar Aira llamó “la edad de los juguetes”, los primeros de una generación. También fue la primera victoria para muchas organizaciones gremiales acostumbradas a la represión y la persecución por parte de la élite y la policía. Fue la posibilidad de plantarse ante las injusticias de las que eran objeto los trabajadores, las mujeres, los pobres y los excluidos en todo sentido. Los caminos hacia el amor por Eva están hechos de las caricias a los hijos, a una mismo; o de proclamas contra quien nos empobrece la vida, de triunfos que no esperábamos conseguir; también de los golpes, de plantar cara, de la lucha contra los que nos ofendieron; del estruendoso choque contra la costumbre a ser menos. Pasión, gratitud, dignidad, rabia. Se amaba a Eva porque se enfrentaba a los que no enfrentaba nadie. Se la amaba por los esfuerzos titánicos, irracionales, pasionales de otorgar dignidad a los que miraban al piso.
Por iguales razones fue odiada hasta el absurdo, hasta empujar a los frívolos a tomar partido y descubrirse a sí mismos. Un historiador prestigioso como Alain Turaine, maestro de muchos, con una estela de títulos que no alzaría a leer, sucumbió ante Eva a pesar de haber escrito sobre su falta de belleza y talento. La máscara estaba rota, el intelectual más allá de la política estaba roto y dejó ver al humano detrás. Otros han querido hacer lo mismo, despreciarla con altura intelectual, reírse de ella, criticarla, odiarla, pero al conocerla la vida se los llevó por delante. Tal fue el caso de Rodolfo Walsh, poderoso de crítico de todo lo que fuera peronismo, periodista de miradas sofisticadas y elitistas que podría darse la mano con Gino Germani; y luego de conocerla se desdijo tan intensamente que murió luchando contra la dictadura liberal del lado de los humildes.
La presencia de Eva inspiró sentimientos y deseos de grandeza: volvió luchadores a los apocados, contestatarios a los sumisos, peronistas a los antiperonistas; y generó odio en igual medida. En algunos solo el odio de los que desprecian a quien desnuda sus privilegios, el odio del que mira al otro y ve una materia prima. Otros tantos no tuvieron ni esa suerte. Su odio por Eva los consumió hasta reducirlos a una de las condiciones humanas más lamentables: ser gorila.
Ojo. Esto no debe confundirse con el antiperonismo o la oposición a lo que el peronismo representa. Crítica muchas veces certera, o sincera, o necesaria, o simple elección. No. Ser opositor al peronismo es tan legítimo como adherir a él. Ser gorila es una categoría completamente distinta: es festejar un bombardeo a la Plaza de Mayo, o la muerte de Eva, o verse reducido a ser custodio de su cadáver robado. Ser gorila es correrse de la racionalidad o el sentido común, o el propio instinto de supervivencia, con tal de hacer un daño al peronismo o cualquiera que se identifique con él.
La intensidad del paso de Eva Perón por nuestra historia nos ha dejado un tendal de bendiciones y maldiciones. Nadie ha podido quedar inerte. Para algunos fue el amor que redime y engrandece y le da al que lo recibe una fuerza intangible que vuelve más digno, más fuerte, más inteligente, más valiente que lo que los propios deseos egoístas pueden lograr en una persona. O la admiración, la curiosidad, el fuego. Para otros ha sido una herencia de desdenes sutiles, o a una sed interminable de ejercer el desprecio, o un compendio de odios viejos, inaguantables como una migraña, que se llevan sin saber por qué y susurran locura en los oídos de su portador.
Este 26 de julio se cumplen 70 años de la desaparición física de Eva Perón, pero su influencia permanece. Tanto en la sonrisa de los por ella inspirados, como en la bilis de los que la odian, y que no saben muy bien por qué.
*Profesor de historia por la Universidad de Morón