Por Leandro Trimarco*
Los Hechos
El 22 de agosto de 1972, en las celdas de la base naval Almirante Zar, en la localidad chubutense de Trelew, los prisioneros fueron despertados por miembros de la marina a punta de armas. Los detenidos pertenecían a distintas organizaciones revolucionarias que se habían conformado luego de la proscripción del peronismo en 1955: sus objetivos iban desde la restauración de las elecciones libres hasta la lucha contra el sistema capitalista mediante la lucha revolucionaria. Miembros de ERP, Montoneros, PRT, todos ellos habían sido detenidos en operativos de la policía y las fuerzas armadas bajo el gobierno de Agustín Pablo Lanusse, y trasladados a la cárcel de Trelew.
Los presos intentaron fugarse en un operativo conjunto con apoyo fuera de la cárcel. Alcanzaron a tomar la prisión y uno de los grupos de militantes logró escaparse a una base aérea donde tomaron un avión. Esperaron a que llegara el resto, pero la falta de elementos de comunicación truncó la posibilidad de que se fugaran los presos restantes. Luego de producido el despegue, los rezagados llegaron al aeroclub y tomaron el lugar para intentar lograr garantías por parte del ejército para evitar represalias. Al final de varias horas de negociación, los oficiales a cargo acordaron la presencia de miembros de la prensa y el poder judicial, y traslado nuevamente hacia la cárcel.
La fuga tomó carácter público de igual manera que las condiciones establecidas para evitar el asesinato de los militantes sociales. Sin embargo, una vez consumada la rendición, se impidió el acompañamiento de los garantes de vida, y los prisioneros fueron trasladados a la base naval donde, cerca de las tres de la mañana, fueron despertados en sus celdas y ametrallados por los infantes de marina, en desobediencia expresa del presidente de facto.
Los hechos intentaron ser ocultados burdamente por los voceros del ejército, las organizaciones revolucionarias prometieron represalias contra el régimen. En adelante se conocerán a estas ejecuciones a contramano de toda racionalidad como la Masacre de Trelew.
Los Involucrados
Luego de la caída del peronismo, la política argentina vivió 17 años de tutelaje de las fuerzas armadas, ya fuera de gobierno directo o de condicionamiento de los gobiernos electos. Cabe aclarar que en ninguna de estas elecciones se permitió la participación del peronismo, lo que dio lugar a gobiernos con enorme resistencia de las masas peronistas y un contexto pendular donde ninguna de las fuerzas en pugna podía lograr una victoria definitiva m la historiografía argentina llamara a este periodo de inestabilidad «el empate.» Al mismo tiempo, en el mundo ha caído la cortina de hierro y el mundo vive una guerra indirecta pero feroz entre EE. UU y el bloque soviético.
En Latinoamérica, la doctrina estadounidense será fomentar la inversión privada y sostener a los regímenes burocráticos autoritarios para evitar el avance del comunismo y sus variantes. Los gobiernos militares argentinos adoptarán las banderas de la lucha contra la subversión como propias. Los insurrectos serán una amplia variedad de grupos armados que se enfrentarán a las condiciones que el bloque militar le impondrá a la política. Algunos lucharán por el regreso del peronismo al poder, otros plantearán luchas más atomizadas por reivindicaciones sociales y laborales. Habrá quienes buscarán encender un movimiento revolucionario en el país para derrotar no solo al régimen militar y sus gobiernos satélites sino también cambiar el orden mismo de la sociedad. La metodología de estos grupos será igualmente variada: ataques directos contra objetivos militares, acciones de propaganda y desprestigio del régimen militar, secuestros a funcionarios y empresarios, ataques en la vía pública, creación de focos revolucionarios en las provincias, matar a un expresidente de facto.
La reacción de la reacción será todo el raid de violencia desatada desde la doctrina de seguridad nacional, que volverá a todos los ciudadanos sospechosos de colaborar con la guerrilla y a las fuerzas armadas un enemigo ocupando su propio país.
Los detenidos en la cárcel de Trelew formaban parte en distinto grado de estas organizaciones armadas o bien habían sido colaboradores o mantenian algún tipo de vínculo. Los apellidos Firmenich, Gorriarán Merlo, Vaca Narvaja, Santucho, sobresalen entre los líderes de las organizaciones guerrilleras, y fueron los artífices del comité de fuga que se dio en la prisión.
La Fuga y la Negociación
Los militantes capturados se encontraban en la cárcel de Trelew: durante el comité de fuga se evaluaron las posibilidades de tomar el edificio sometiendo a los guardias, pero la clave estaba en la fuga, en poder alcanzar un aeroclub cercano y tomar un avión con apoyo logístico desde afuera para poder abandonar el país. Una parte de los prisioneros permanece en la cárcel y no se sumaría al escape, pero otros grupos deberían tomar la iniciativa.
La fuga comenzó el 25 de agosto, pero la resistencia de los guardiacárceles frustró la evasión masiva de los prisioneros ya que los camiones en los que debían trasladarse se retiraron. Solo un grupo pequeño acordó escapar en un vehículo particular para luego tomar el aeroclub y esperar la llegada de los demás.
Sin embargo, la falta de elementos de comunicación impidió coordinar la fuga entre los rezagados. Los líderes lograron tomar el aeroclub junto con un avión de pasajeros, pero se retiraron una hora y media después al no tener noticias de los demás y bajo la amenaza de una rápida respuesta militar. De esta manera, los prófugos lograron subir al avión para volar a Chile y posteriormente conseguir un salvoconducto hacia Cuba. La suerte de los rezagados por unas horas pareció prometedora.
Diecinueve militantes que alcanzaron la base aérea después tomaron el lugar con unos pocos rehenes y esperaban tomar un avión que se hallaba en ruta hacia allí. Sin embargo, el mismo fue desviado por la torre de control eliminando así cualquier posibilidad de fuga. Las fuerzas militares ya se habían anoticiado y acordonaron el lugar. Los atrincherados dieron una conferencia pública pidiendo que se dieran garantías a su vida a cambio de entregarse pacíficamente. La otra condición era volver al penal de Rawson en compañía de miembros de la prensa, abogados y un juez de garantías.
En este punto de la historia, aparece un personaje siniestro: podríamos pensar que se trata de un sujeto que mata como un acto cotidiano, a sangre fría. Pero lo que alimentaba su accionar era un odio visceral, atado a una respuesta emocional totalmente contraria a la imagen de frialdad que quiso mostrar el ejército. Luis Emilio Sosa, capitán de corbata, oficial de la armada, el más gorila, la menos reflexiva de las armas.
Sosa aceptó las condiciones de los fugados con total tranquilidad, pero una vez consumada su detención los condujo a la base naval Almirante Zar, impidiendo además el acompañamiento de los garantes de vida que habían acordado.
Se dice que la evasión de los líderes sociales tenía en vilo al gobierno militar y su prestigio, y que, de no recapturarlos una represalia sangrienta era de esperarse. La conducta de las fuerzas armadas, antes y después, puede llevarnos a pensar que la represalia sangrienta iba a ocurrir de todos modos. Los líderes del ejército, con Lanusse a la cabeza, no hicieron ninguna declaración o bien mintieron descaradamente.
Alrededor de las tres de la mañana del día 22, los diecinueve militantes sociales detenidos en la base naval fueron levantados en sus celdas por el capitán Sosa, quien dio la orden de ametrallar a los prisioneros y luego además rematarlos. Solo Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar sobrevivieron para dar testimonio de lo sucedido esa noche. Ninguno recibió asistencia médica. Las declaraciones oficiales del gobierno militar fueron una mentira burda, torpe, increíble para cualquiera. Según este relato, en esta prisión totalmente rodeada de efectivos del ejército un prisionero intentó un escape suicida al querer someter al capitán Sosa en una ronda de vigilancia a las tres de la mañana. El prisionero suicida era Mariano Pujadas, que según este relato inició un tiroteo que tuvo como resultado a 19 ametrallados. Ciencia ficción. Mala ciencia ficción.
Dos Demonios
La reacción mayoritaria fue de repudio ante un acto brutal de una fuerza militar que no tenía ningún medio por fuera de la violencia. Significaba además el principio del fin para Lanusse en el poder, dado que la masacre ocurrió luego de haber dado indicaciones claras de no proceder como finalmente procedió la marina. Era a la vez un acto injustificable frente al país, y un acto de desobediencia abierta por parte de los marinos. Nadie creía la versión oficial: hacía falta callar absolutamente o mentir en la misma magnitud. El ejército hizo ambas.
Hasta la fecha dos políticas concretas se sostienen entre los perpetradores de la masacre de Trelew: la primera es negar los hechos a toda costa. Nadie puede asumir un asesinato cobarde sin volverse despreciable en su propio relato. La otra fue más efectiva, una narración de los hechos dedicada a desprestigiar a los miembros de la guerrilla, ensuciar su reputación, construir un mal igual de despreciable que la violencia militar, otro demonio, equivalente en poder y perfidia. Y repetirlo. Repetirlo en una batería de medios y discursos políticos hasta que la verdad ya no importase. Así nació el relato de los líderes sociales que entregaron a sus compañeros para salvar su cuello, el relato de que no acordaron con ellos, que no hubo discusiones, que no se los esperó a riesgo de morir. El relato de líderes sádicos y amorales que gastaban las vidas de sus compañeros como cartuchos de bala.
El análisis de esta época turbulenta de la historia argentina podrá desembocar en diferentes miradas y valoraciones sobre la experiencia revolucionaria en la Argentina. Pero para eso, para poder evaluar los hechos y consecuencias primero debemos despejar esa nube de mentira montada sobre los acontecimientos. Solo si podemos posponer el juicio arrebatado y separar la propaganda militar y la ciencia ficción naval de los hechos, entonces podremos empezar a entender algo del proceso de lucha armada que se dio en nuestro país.
*Profesor de Historia por la Universidad de Morón