Los tiempos difíciles para los trabajadores se están viviendo hoy, lo que parecía que nunca llegaría está golpeando las puertas. El empresario está en su salsa el trabajador también, porque en el fondo siempre supo que hay que luchar para conseguir los beneficios.
Viejos fantasmas en los pasillos y corredores de las fabricas se desplazan como despertados de su tumbas, con nombres y apellidos en sus manos, nombres y apellidos que no son más que un número. El empresario no tiene dudas, lo mejor que sabe hacer es ajustar, no se encariña de los hombres y mujeres que trabajan, ni de las maquinas, el empresario hace ya tiempo que está enamorado de sus ganancias, por ello su sentimiento es frio como un tempano de hielo que se expresa en su corazón de lata y se lleva bien con los fantasmas, que no los ha guardado en sus tumbas sino que los tenía en un cajón del escritorio.
Hace tiempo que desde las esferas de los sindicatos comprometidos con sus trabajadores, se hablaba de que llegarían tiempos difíciles, muchos subestimaban esta idea, muchos se habían dormido en los laureles y creyeron que no era necesario hablar de política ni de economía porque confundieron entre hablar de política y una bandera partidaria y caímos en el discurso común; “si yo hablo de política es porque soy de Cristina o soy de Macri, si yo hablo de economía es porque estoy hablando de comprar dólares o no comprar dólares”. Pero también estaba la idea de que lo político y lo económico son dos cosas diferentes y para rematar estaba lo que se decía comúnmente; “a mí no da de comer la política yo vivo de mi trabajo. Y se iba a vacacionar a Acapulco porque le molestaba el color del agua en Mar de Ajó”.
Cuando los trabajadores pasan un próspero momento en la historia de este país, parece que es algo dado como de casualidad. Muchos de ellos que como todo trabajador vive en un barrio criticaban a aquellos que no son incluidos en el sistema y reciben del estado ayuda social, algunos trabajadores que además de cumplir horarios en la fábrica tienen un emprendimiento, se enojaban diciendo: ¿Por qué me tienen que sacar a mí para darles a estos negros? Que vayan a trabajar como lo hago yo. Seguramente no se dieron cuenta que si me sacan a mí un porcentaje de sueldo y lo distribuyen entre aquellos que menos tienen lo que se está haciendo es incluir a una porción de la población para mover el mercado interno. Para ser más claro, si yo trabajo en una fábrica de zapatos o zapatillas y supero el tope del mínimo que paga impuesto a la ganancia, y lo que me sacan lo distribuyen a esta porción de gente que a su vez es incluida en el mercado de consumo habrá más ventas y la fábrica va a producir más para cubrir la demanda. El beneficio es para todo el circuito productivo y se establece una red social que en su entramado incluye. Esto que vamos a decir es comprobado por las estadísticas de los organismos especializados en el tema: al haber inclusión la delincuencia baja. Pues los jóvenes que encuentran en el mercado laboral una perspectiva de vida, al ver materializada la posibilidad de proyectar un futuro con su trabajo, encuentran un sentido a su vida y es muy poco probable que entren en el delito como una salida, simplemente porque no hay resentimiento social.
Mientras tanto los fantasmas se pasean aterrando a los que tienen laburo y aterrando a los que hoy están perdiendo el laburo. Una larga lista de legajos que pasaran a ser una estadística, a conformar el porcentaje de desocupados. Los trabajadores vivimos estos tiempos como si fuesen tiempos de guerras y como en esos tiempos se sabe que la batalla se tiene que dar y que va a haber bajas, no se puede evitar la pelea, no se puede evitar las bajas, como en esos tiempos, como esos soldados hay que arremeter contra el enemigo con todas las fuerzas. Hoy hay que abroquelarse compañero con compañero, compañera con compañera, hay que abroquelarse unidos en la solidaridad de la clase y la defensa de lo que hemos conseguido, enfrentar a los fantasmas para desmitificarlos para desenmascararlos y también abroquelarnos para decirles a los empresarios que no somos un número más, que somos seres humanos y tenemos derechos.
Hoy es el día de los tiempos difíciles y no cabe un espacio para la duda, no hay lugar para los que traicionan. La línea es clara de donde se para uno es cuestión de la conciencia que se tiene de pertenecer a la clase de la cual se forma parte, y es bueno recordar que con el neoliberalismo aquellos que vacacionaron en Acapulco, aquellos que criticaban a los negros planeros, también pueden estar mañana haciendo largas colas para cobrar la ayuda social del estado.