Como un sello inseparable, los políticos enmarcados en el macrismo ideológico político (llámese Juntos, Cambiemos, o similares fuerzas con similares ideas) parecen estar atravesado por la “la marca de la gorra”, como dice el popular tema. No importa donde, cuando, como, porque…ante cada evento que manifieste alguna especie de tinte popular, irremediablemente levantan su voz para cacarear postulados de una moral berreta.
¿A que viene esto? El viernes 20 de mayo, ¡¡¡un día antes!!! de que la banda de rock Don Osvaldo aterrice en General Rodríguez para brindar dos shows en el estadio del club Alem, el bloque de concejales de Juntos de la localidad, encabezado por la dupla multipartidista, camaleónica, Kubar-Basilotta lanzó un comunicado en el que manifestaban su “profunda preocupación” por este evento “que convoca mucha gente” y para el cual nuestra ciudad no estaría preparada.
Como pocas veces, la publicación del dicho comunicado en las redes sociales disparó una catarata de comentarios de usuarios, y la mayoría de ellos condenando la posición asumida por los profetas del orden (ponele), a pocas horas del espectáculo, lo que ya de por si desnudaría una búsqueda de golpe de efecto mas que un intento legitimo de resguardar la integridad de vecinos y vecinas de la localidad.
Esta nueva intervención moralizante no es original, como dijimos más arriba, de los paladines locales. El actual intendente macrista Horacio Rodríguez Larreta ya tuvo encontronazos con espectáculos públicos de carácter popular, como por ejemplo con La Renga, allá por el 2017, cuando intentó suspender los eventos, que finalmente se realizaron ante una presentación de un recurso por parte de la mítica banda. La misma banda sufrió lo que calificaron directamente como “discriminación” cuando debieron suspender un show que se iba a realizar en la ciudad de Neuquén. Idénticas persecuciones debieron sufrir Los Redondos y el Indio Solari posteriormente.
Entre los comentarios negativos que recibió la publicación de Darío Kubar, alguien le señaló, atinadamente, que ni la mugre, ni el caos, ni la gran cantidad de gente, ni el colapso sanitario, ni los ruidos molestos, ni el caos de tránsito, parece molestarles cuando se realizan las peregrinaciones. No faltó, en este punto, el comentario de un militante cambiemita que sostuviera que los peregrinos no tienen los mismos “compartimentos” sociales que aquellas personas que asisten a un recital. Seguramente el “compartimento” al que refiere es el mismo que motiva a muchos escandalizarse más por una pared escrita que por una mujer asesinada; o al que genera más horror un porro que una ex funcionaria que cobija a integrantes de una fuerza nacional de seguridad investigados por una desaparición de persona seguida de asesinato, ex funcionaria que no descarta presentarse como candidata a presidenta. En fin…
También se vieron comentarios sobre el posible daño que puedan sufrir comercios, algo que si bien no puede descartarse en NINGUN evento en el cual participe gran cantidad de personas, tampoco es seguro que ocurra. Lo seguro es que, al igual que en otros distritos donde se han hecho eventos similares, la llegada de miles de personas para el recital supone una gran oportunidad para la economía local, incluidos los comercios, pero también una oportunidad para la comunidad, que pocas veces tiene la posibilidad de disfrutar un evento de estas caracerísticas.
Como siempre, en vez de ser la “oposición responsable” que dicen ser, y sumar lo que esté a su alcance para que todo salga de la mejor manera, se escudan detrás de preocupaciones moralizantes, aires de marquesina y estigmatización de ciertos géneros musicales y de cierta franja etaria, particularmente de la juventud, eterna perseguida por politicólogos de simpatías empresariocastrenses.
Son así, nacieron con el corazón ortiba. Desde acá deseamos que las jornadas se desarrollen en paz, y todos y todas puedan vivirlas como lo son habitualmente, una fiesta. Bienvenidos y Bienvenidas.
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