Por Milagros García
Lo primero que pensé al encontrarme con la voz de la madre narradora de Sobre mi hija (2017) fue que quizás se me invitaba a ver a través de esos ojos para apuntalar la hostilidad detrás del rechazo, y que por lo tanto la distancia ideológica que yo creía fundamental entre nosotras iba a estar a salvo. Sin embargo, éste no es un libro cómodo, estático, que busque reafirmar nada. Creo que su valor más grande es justamente el movimiento que lo atraviesa y la crónica de aprendizaje que presenta.
Nuestra protagonista es tan consciente de sus propias distancias como yo. Por un lado, tiene a Green, su hija homosexual que confía plenamente en la participación colectiva en la hechura del mundo y que, a diferencia de la idiosincrasia de su madre y de una buena parte de la población que la rodea, no le importa lo que pueda pasarle mientras lucha por lo que cree justo. Con la hija ha llegado su novia Rain, con quien la narradora comparte la mayor parte del tiempo doméstico, y que representa el talón de Aquiles de sus convicciones porque “Es tan considerada que no hay momento en que no me esfuerce en resistir el impulso de darle la razón y seguir conversando con ella”. Por otro lado, la protagonista tiene a la anciana Jen, a quien cuida en el geriátrico, y de la que conoce el contraste que lo brillante y altruista de su pasado hace al desamparo y las miserias más íntimas de su presente. Jen también supo luchar por las cosas en las que creía, y en ese sentido funciona como un augurio desolador para el futuro de Green.
Pero en la novela, más que dar cuenta de las posiciones de los personajes, es importante en realidad lo que hacen los personajes con las distancias más grandes o más pequeñas que los separan. En un comienzo, la protagonista cree que se está “quedando lentamente al margen del tiempo” y la elocuencia de esa situación enajenada nos permite descubrir los matices de la impotencia que siente y el miedo detrás del rechazo que manifiesta. Sus preocupaciones, en realidad, son vitales: ¿qué va a pasar con ella cuando llegue a la edad de Jen, si su hija no ha consolidado un núcleo familiar tradicional ni ha aprendido a negociar su discurso con el del establishment que tiene que incluirla en el ámbito laboral? Piensa “no tengo a nadie que venga a rescatarme del cansancio” y quizás a partir de esa angustia podemos entender por qué le cuesta tanto resignarse a aceptar que Green tenga otro sistema de prioridades en su vida. Desde su forma de comprender el funcionamiento del mundo, está intentando abrirle los ojos para que busque un camino más estable hacia su propio futuro, pero también que consiga algunas certezas para el de su madre.
Pero en algún momento aparece la sospecha. Quizás en esa persistencia desinteresada de su hija en involucrarse en asuntos que no la afectan directamente, quizás en la dulzura con la que la pareja de su hija se propone tender puentes y sobreponerse a las dificultades, quizás en el destino trágico de una de las manifestantes, que ha comprometido su futuro a cambio de luchar por sus ideales. Quizás arraigó el deseo contagioso de convertirse en agente de otro mundo posible. Lo importante es que en algún momento se produce una metamorfosis en la narradora, que deja de estar tan convencida de que su hija es incapaz de adecuarse a las reglas de la sociedad, empieza a creer que es la sociedad la que se resiste a incluirla e incluso deja de sentirse representada por ese discurso segregante: «ya no puedo hablar como la gente que se reúne al otro lado» afirma al encontrarse en una marcha polarizada, a la que se acerca a buscar a su hija.
Esa sospecha emancipa; la impulsa a encontrar su propia voz y pronunciarse a favor de las cosas en las que ella misma cree: como la dignidad de los ancianos, por ejemplo. Deja de lado la complicidad con las formas aparentemente inalterables del mundo al darse cuenta de que esa sociedad que golpea a su hija se sostiene porque “Apartamos una por una las cosas que nos parecen ajenas, decimos que <<así es el mundo>>, hasta que se vuelven algo enorme, inquebrantable, aterrador, que no se puede cambiar con la fuerza de una o dos personas”.
Sobre mi hija es una novela sobre reconciliarse. Construir puentes hacia los demás, cuando no haya aristas en común. Pero, sobre todo, y como parte de eso, reconciliarse con uno mismo: entender nuestras debilidades y permitir que se derrumben pedazos enteros, para poder erguirlos frescos y más firmes después. El énfasis no está puesto sobre lo que está bien y lo que está mal, sino sobre lo sensibles que somos a lo que sucede a nuestro alrededor, y las herramientas que desarrollamos para encontrarnos con eso.
Ficha Técnica:
- Idioma: español
- Editorial: Fiordo
- Autora: Kim Hyejin
- Cantidad de páginas: 144
- Año: 2022