Por Milagros García
En esta ocasión, a partir de ejemplos de situaciones concretas y el análisis lúcido de productos textuales y audiovisuales contemporáneos, Mark Fisher (1968-2017) reflexiona hasta qué punto el realismo capitalista nos inmoviliza para no encontrar nuestro deseo genuino y con él una verdadera oportunidad de superar este sistema. A partir de múltiples organismos de control llegamos a creer realmente que no hay alternativa posible, e incluso nuestras denuncias o resistencias suceden dentro de sus posibilidades. Le disputamos apenas compromisos, porque no podemos imaginarnos realmente un momento en el que la lógica empresarial vigente no sea la que organice nuestro mundo. Para analizar cómo funciona esto se concentra principalmente, a partir de su propia experiencia como profesor, en la educación y la salud mental.
La burocracia que el capitalismo se proponía desarmar, sigue vigente y de hecho desvirtúa cualquier compromiso con todo tipo de tareas, aunque en este caso pensamos particularmente en la educación: los objetivos y las representaciones sobre el desempeño exitoso son mucho más imperativas que un trabajo real para enriquecer esos objetivos y logros.
Para los docentes, mediar entre la nueva subjetividad “posliteraria” del capitalismo tardío y los requisitos del régimen no es tarea sencilla. Los alumnos tienen una “hedonia depresiva”. Aunque la depresión se caracteriza por una posición anhedónica que impide disfrutar, actualmente los jóvenes son incapaces de buscar algo más que disfrute. Recurren a estímulos inmediatos y constantes y se resisten a enfrentarse a actividades como la lectura, que les resulta aburrida no tanto por el contenido o la cadencia del texto, sino por su gratificación largoplacista. La propuesta, entonces, es romper la oposición motivación-desmotivación, para que no identificarse con los preceptos oficiales no genere solo apatía, sino una acción alternativa.
En el caso de la salud mental, Fisher considera que sus problemas han sido completamente despolitizados, y estamos viviendo su privatización: aunque son las dinámicas del capital las que nos enferman, se atribuyen al contexto familiar inmediato o un desbarajuste químico, lo que además es beneficioso para el negocio farmacológico. De esta manera, la superación del malestar se atribuye únicamente al padeciente y se descarta cualquier forma de fundamentación social. El paciente necesita corregir sus niveles de serotonina (¿pero por qué no tiene los niveles necesarios de serotonina?), buscar las razones de sus penas en el entorno familiar inmediato o incluso extendido, ejercitar su capacidad de permanecer impasible o perdonar; todo menos pensar en las desigualdades estructurales, la finitud de los recursos o la parasitación del estado por el establishment.
Llevar a la esfera pública los ‘fracasos’ y la ‘infelicidad’ para pensar sus causas socieconómicas quizás nos ayude a encontrar aquellos deseos frustrados o desatendidos que el capitalismo no pudo satisfacer (demasiado concentrado en crearnos deseos a su imagen y semejanza) para insuflar en el colectivo una agencia realmente transformadora.
- Idioma: español
- Editorial: Caja negra
- Autor: Mark Fisher
- Año: 2016
- Páginas: 160