El poder por el poder mismo
Darío Kubar es un ingeniero oriundo de General Rodríguez que se perfiló como candidato a concejal durante el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ganando su banca en 2011 bajo la intendencia de Juan Pablo Anghileri. De buena llegada a la clase media alta rodriguense y con una militancia entusiasta dentro el Frente para la Victoria, se volvió una “verdadera sorpresa” cuando oficializó su paso al Frente Renovador en 2013, entonces opositor dentro del peronismo al kirchnerismo, durante el segundo mandato de CFK.
Por entonces, aunque el discurso de Sergio Massa podía pensarse como una crítica al gobierno desde dentro del propio espacio peronista, el Frente Renovador encarnaba en sí una posición menos conflictiva frente a los sectores privados y propuestas políticas de derecha o centro-derecha: como el uso de fuerzas armadas para seguridad interna.
En su paso por el Frente Renovador consolidó su posición como opositor a Anghileri dentro del peronismo. Esto le permitiría discutir con el espacio politico, sin entrar en la esfera de la oposición más claramente de derecha que le discutía al kirchnerismo sus políticas de trabajo, producción y derechos.
Sin embargo, la mutación definitiva de Darío Kubar se dio en la antesala de las elecciones de 2015, ya apartado del armado totalmente del peronismo. Se le abriría la posibilidad de construir políticamente en Rodríguez el bastión de lo que sería Juntos por el Cambio, una fuerza abiertamente de derecha, a favor de la represión y por momentos negacionista, que necesitaba de un armado nacional para competir contra el kirchnerismo.
Esa “estructura” política se la facilitó la Unión Cívica Radical en todo el país, y específicamente la unión de Kubar y el radicalismo local, que llevaba ya más de una década sin ejercer la intendencia. En una elección muy polarizada, donde el Frente Renovador achicó su caudal de votos, las chances de Kubar estaban más claramente favorables en el espacio político que predicaba exactamente lo contrario de lo que él militó desde su ingreso al peronismo.
Por ese entonces, los medios hegemónicos a nivel nacional llegaban a uno de sus picos de violencia discursiva más álgidos contra el peronismo en general y contra CFK en particular. La operación era sencilla: asociar peronismo con corrupción y tiranía, la justicia social con el despilfarro de recursos, al estado con la ineficiencia, las banderas históricas de la defensa de derechos humanos con “curros” y un largo etc. Enfrente, se alzaba la supuesta eficiencia, la honestidad, la renovación, el trabajo honrado de los hombres de negocios. El salto de Kubar a esta fuerza política de derecha, que se confundía casi con los medios de los que eran dueños, fue grotesco. Con pocas escalas pasó del bando de las supuestas bestias corruptas e irracionales, al lado de los empresarios caracterizados graciosamente como “blanco, hermoso y puro.”
La llegada al poder de Kubar en el municipio cerró un giro de 180° en sus ideales políticos: del discurso de la producción, el trabajo y la justicia social, al de la “eficiencia”, la meritocracia y el ajuste.
Por entonces muchos pensaban que la etapa de Macri en el poder se parecería a su discurso más moderado: la inocente fórmula “dejar lo que está bien, cambiar lo que está mal.” Una figura del peronismo como Kubar, por otro lado, parecía hacer factible esta ilusión. Después de todo ¿No sería él un freno a las políticas de ajuste de su partido a nivel nacional? ¿No había defendido él en acalorados debates los ideales del peronismo más popular? ¿Si? No, la verdad que no.
Para entender a figuras como Darío Kubar, y con ello anticipar su política, es preciso entender cómo funciona su proyecto de poder dentro de los armados nacionales. Y Kubar lo que busca es el ejercicio del poder ejecutivo, no importa con qué partido político. No se trata en sí de un marco de ideas propias por las cuales trabajar. Figuras de este estilo se mueven con los vaivenes de la gran política nacional. No la resisten ni la cuestionan. No le plantean límites ni ofrecen sugerencias. No importa demasiado si la conducción gira de “revolución y salariazo” a un “necesario ajuste para evitar el caos.”
El discurso y los ideales del macrismo fueron adoptados por Kubar de manera instantánea. Su aplicación no tuvo vacilaciones. He aquí un brevísimo repaso.
Grandes Éxitos
El inicio mismo de la gestión estuvo envuelto en escándalos. Los funcionarios de Cambiemos fueron pródigos en conflictos intereses, una forma elegante de llamar a los actos de corrupción o al uso de los bienes públicos para el beneficio personal. Apenas iniciado su gobierno, Kubar comenzó a utilizar los gastos de representación (parte del presupuesto destinado a gastos logísticos, vianda, trámites, transporte del personal del poder ejecutivo municipal) como parte de su sueldo: ropa, zapatos, y demás lujos de un hombre de bien.
De inmediato se alineó con la entonces gobernadora María Eugenia Vidal que tenía un duro discurso contra la educación pública. Y uno podría pensar ¿Quién puede estar en contra de desarrollar la educación pública? Bueno, Vidal.
¿Qué hacemos si la escuela pública funciona mal por falta de presupuesto, eficiencia o la razón que sea? ¿Corregir el problema? ¿Dar más presupuesto? ¿Analizar las problemáticas en conjunto con los expertos? Claro que no ¡Financiemos la educación privada!
La desafortunada frase de Vidal “no más universidades públicas en el Conurbano” pasó como un blooper, pero es una muestra clara de su idiosincrasia real. Ahogar lo público para defender el negocio de los privados.
Kubar en General Rodríguez siguió exactamente esa lógica: ni una sola nueva escuela para la creciente matrícula acompañada con una reducción en términos reales del presupuesto municipal para educación. Esta asfixia a la escuela se tradujo en una saturación de la matrícula en las escuelas céntricas y de mayor prestigio, al mismo tiempo la depreciación de los recursos de escuelas periféricas y comedores. Por entonces estalló el escándalo de las viandas escolares que contenían alimentos en mal estado, aparte de ser una ración por debajo del nivel mínimo de calorías. Imagine ser un niño en un comedor y ver en su plato solo media banana.
Las duras críticas de Kubar al kirchnerismo por la falta de infraestructura y modernización en los establecimientos escolares se volvieron en su contra cuando su presupuesto escolar no alcanzó para las grandiosas reformas que había prometido: wifi, más aulas, computadoras, todo proyecto pasó a ser un eterno retraso.
Pero eso solo estuvo en la superficie: el núcleo del Macrismo a nivel nacional estuvo en el endeudamiento público y privado que luego condicionaría el desarrollo del país. En ese sentido, la política de Kubar fue un copiar y pegar. Apenas asumido generó un endeudamiento brutal que llevaría al municipio a la virtual quiebra antes de terminar su gestión. El dinero salía del sector privado que prestaba a tasa usuraria, pero también fue de origen público. El macrismo alimentó con la deuda externa a sus gobernadores e intendentes, bajándoles dinero para obra pública: pero había una trampa. Todas las obras municipales gestionadas por Kubar implicaban un cierto retorno o sobreprecio. Muchas de ellas eran licitadas para empresarios vinculados a su clientela o directamente a sus allegados o familiares. Además, poseían algo en común: eran todas obras en el casco céntrico, ejecutadas y cobradas por los propios, para brindar servicios a los propios. En el mapa de Kubar, Rodríguez medía 2,3 km.
Kubar no solo no podía innovar a desviarse del curso de Cambiemos a nivel nacional, sino que era presentado en los medios como uno de los peores intendentes.
Las frutillas del postre
Si hubo algo que marcó la memoria sobre la gestión Kubar por su alto impacto mediático fue el nepotismo, la joya de la corona, la frutilla del postre. Uno no podría contar con una mano la cantidad de familiares que Kubar ingresó a los cargos municipales con sueldos de escándalo. Tampoco podría contarlos con dos manos. De hecho necesitaría cinco manos para contar los casos conocidos. Pero esa lista no cubre a las personas que formaban parte de su clientela política y que fueron beneficiados mediante negocios, ordenanzas o privilegios en su posición. Otro exacto calco de la política de Macri en la Nación y Larreta en la Capital: leyes, negocios y cargos a medida de familiares.
Una investigación reveló que Kubar tenía más de veinte familiares directos o cercanos, puestos por designación directa en espacios estratégicos del estado municipal, que aún siguen atornillados a sus espacios de privilegio. Sin sonrojarse ni perder la sonrisa, Kubar respondió a la prensa que estas personas eran las mejores para su función. De la boca para afuera, o al menos en el imaginario, la derecha argentina desprecia el nepotismo ya que encumbra la “meritocracia”, ese ideal romano de “a cada quien según su mérito.” Obviamente la derecha nacional no leyó las memorias de Marco Aurelio, de otra forma sabrían que no hay mérito en ser un heredero millonario. Pero en el sentir de Cambiemos estaba esta idea que ellos no llegaban al poder por ricos sino por ser probos en su labor. Y esto molestaba a la dirigencia nacional que poco podía hacer para ocultar la cara de piedra con la que Kubar esperaba cerrar el asunto. Si. Son todos familiares míos, pero están ahí por mérito propio. Los veintitrés.
Pero el asunto no se agotó ahí. Existe una práctica común entre empleados del estado que no cumplen de manera correcta su función (usualmente denominados ñoquis), que es cobrar por más funciones de las que realmente ejercen. Por ejemplo: tener dos cargos en establecimientos hospitalarios, pero solo cumplir horario en uno y cobrar ambos, es por excelencia una práctica de los denominados “ñoquis”. Existen amplias variantes de estos casos, pero también soluciones harto rápidas y eficaces, tales como presentarse a trabajar, o renunciar al sueldo de uno de los cargos. Natalia Ruiz de Kubar se sumó a la fiebre de los escándalos por nepotismo al descubrirse que cobraba por un cargo en Rodríguez y por otro en Pilar. La imposibilidad dentro del campo de la física de que un objeto esté en dos municipios al mismo tiempo llevó a la conmoción: otro Kubar, otro ñoqui. A esta altura de la gestión la pasta ya alcanzaba para alimentar a una familia.
Y encima machirulo
La consonancia con Cambiemos de 2016 a 2019 por parte de Kubar tuvo tres correlatos más: en primer lugar, la no tan mencionada pasión por destruir el medio ambiente. El rabino Bergman pedía oración para evitar que los incendios forestales arrasaran los bosques argentinos, ya que su cartera no podía afrontar los gastos de aviones hidrantes. Kubar siguiendo esta línea tuvo serios conflictos por la instalación de basurales a cielo abierto que su gestión intentó tramitar.
En segundo lugar, la conocida tendencia de la derecha por llamar empleo digno al trabajo semi-esclavo despojado de todo derecho y con actitud beligerante hacia los trabajadores. En la gestión Kubar esto se convirtió en el veto al proyecto para actualizar la antigüedad de trabajadores municipales, también en el innecesario conflicto para entregar los materiales y mudas de ropa de trabajo que correspondían por ley además de un amplio historial por sueldos atrasados.
La cúspide de esta política en paralelo con Macri y Larreta fue un caso de machismo explícito.
Se sabe que la expresión “machirulo” fue acuñada por Cristina Kirchner, para referirse a la actitud machista y prepotente de Mauricio Macri, que además añadía una cuota de ridículo. Kubar como expresión local de este modo de ser, protagonizó un escándalo por el destrato a una concejal opositora.
Más que socios, pares
La foto de Kubar con Horacio Rodríguez Larreta y su candidato a vice, el represor jujeño Gerardo Morales, sintetiza la imagen pública del aspirante a intendente rodriguense. Una política vacía de contenidos, movida por el deseo de poder para el negocio propio, que no está incómoda ni discute con los sectores más retrógrados del espectro de la derecha. Más bien los secunda en todo.
Bullrich no le sentaría muy diferente, pero Larreta le ofrece esta aspiración más cómoda para hacer lo que ambos saben hacer muy bien: negocios.
Véase cómo Larreta en la capital, sin demasiado discurso más allá de la apelación a supuestos valores vecinales y meritocráticos, administra los recursos que tiene satisfaciendo las necesidades de la clase media aspiracional (veredas, parque, luminarias) al mismo tiempo que se desentiende de toda necesidad básica en la periferia y las clases más humildes.
El grueso de su poder, sin embargo, radica en la privatización y venta de los espacios públicos y los servicios. Las tierras de la costa del río, los espacios verdes, millonarios emprendimientos inmobiliarios, cada centímetro de espacio publicitario en la Capital. Larreta es la síntesis del remate del estado para el beneficio de una clase: hacer de la cosa pública un negocio para los privados, esté quien esté, sea de iguales credenciales políticas o distintas.
El caso Kubar es similar a menor escala. La adjudicación de espacios estratégicos de la administración municipal a familiares cercanos es un detalle al lado del uso de bienes públicos y contratos municipales para alimentar a esa clientela personal. El caso de los edificios del juzgado es emblemático: Kubar cede contratos jugosos a cercanos, que luego le retribuyen en su gestión. Obras públicas de gran importancia para el municipio van a parar a manos de contratistas de apellido Kubar, o conocidos de Kubar. Todo el presupuesto es recortable, desde el de educación y viandas para escuelas, hasta luminarias e insumos para administración pública. Lo único que no se toca es el capital destinado a obras o negocios que alimentan su propio poder y que, paradójicamente, luego son vendidos como beneficios para toda la comunidad. Tómese por caso el paquete de obras para peatonal que contratistas ligados a Cambiemos vendieron a muchos municipios, entre ellos Lujan y Rodríguez, para adoquinar y decorar dos calles. Vendidas como un éxito de gestión estas obras benefician directamente con trabajo y presupuesto a la clientela del propio gobierno de Kubar, además de gastar una cantidad desproporcionada en relación con las necesidades que dejó en los barrios periféricos.
De hecho, al inicio de su gestión en 2016, Kubar protagonizó un escándalo por los “gastos de representación”, un ítem dentro del presupuesto del municipio para solventar gastos del intendente tales como movilidad, trámites, vianda, entre otros, y que el entonces intendente, al igual que su ahora candidato presidencial, usó como si este dinero fuera parte de su patrimonio personal. Esta confusión entre lo estatal y lo propio es recurrente entre los miembros de la derecha argentina que suelen tener, como en la gestión Macri, “conflictos de intereses” dada su propensión a hacer negocios privados con los bienes que se supone son de todos.
Aquel minúsculo asunto de la represión
La derecha argentina, hoy encabezada por Larreta y Bullrich (que tiene como candidato a Fabian Polverini…proveniente del kubarismo), declara abiertamente sus intenciones de reprimir la protesta social o todo conflicto que desafíe su orden político. Signo de los tiempos difíciles que corren, entre frustraciones, desinformación y manipulación, hoy en día parece ser rentable para una fuerza política como Juntos por el Cambio competir por ver quien promete más violencia.
A Bullrich ya la conocemos: recorte a jubilados, represión contra maestros, trabajadores, mapuches, muertos durante operativos, un no tan recordado operativo en Cresta Roja para apalear y posteriormente humillar a los trabajadores que cortaban la ruta. Larreta, en esta competencia infame, para no perder votos por extrema derecha, suma a Gerardo Morales, un represor vulgar que reprime a mansalva en Jujuy para garantizar explotaciones litio a privados.
¿Qué rol cumple Kubar en todo este juego entre buitres, más que halcones? Cómplice. Victimario por default. Cuando se le pregunte usará esta palabra mágica para disociar las intenciones de la realidad: “diálogo.” No ejercerá la represión por mano propia si puede, pero ni si inmutará cuando ocurra seguramente. Acaso acuda a la guerra judicial como antes lo hiciera con sus opositores. Lo que sabemos por historia reciente y por la tipología de estas figuras que buscan el poder por el poder mismo, es que cuando la violencia ocurra no será él quien la pare mientras la orden no llegué de un superior. Mientras tanto, fotos con Morales o el represor de turno, no harán mella en su electorado. O eso suponen ellos.
Lo que podemos proyectar sobre Kubar a futuro, más teniendo en cuenta el espacio político del que forma parte, puede verse perfectamente en su trayectoria política hasta ahora. El político de la campaña es simpático y alegre, el de la gestión de real es su contrario.
Si bien es cierto que los mensajes que incitan a la violencia política han proliferado desde 2010 hasta la fecha, no está del todo claro que la sociedad acompañe esa barbarie. El resultado de las próximas elecciones tal vez arroje un poco de luz sobre este tema.