En la primera semana de octubre desde el día 1 se celebra en nuestro país la Semana de la “No-discriminación”. Las garantías de las personas a no ser discriminadas están protegidas por la Constitución Nacional. La misma adopta medidas contra quienes realicen actos discriminatorios por cuestiones de: ideologías, etnia, religión, sexo, nacionalidad, situación socio-económica o capacidades diferentes por medio de la ley 25.280.
Nuestro país suscribió a “La Convención Interamericana para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad” aprobando la Ley 25.280. Este tratado (que conforme a nuestra Constitución Nacional es superior a las leyes) en principio define a la “Discapacidad” como una deficiencia física, mental o sensorial, sea temporal o permanente, limitando la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales de la vida diaria, y luego dice que habrá una “discriminación” hacia estas personas cuando se las excluya, se les restrinja algo o se las distinga por esta causa con el fin de impedirles o anularles el reconocimiento, goce o ejercicio de algún derecho, con fundamento en su discapacidad. O sea que para que haya discriminación hacia una persona con discapacidad deben ocurrir dos cosas: 1. Que se las trate diferente por ser personas con discapacidad. 2. Que este trato diferente impida el ejercicio de algún derecho.
Más allá del marco constitucional que avala la igualdad entre todos los hombres, que habiten el suelo argentino, es importante entender que la “no discriminación” pasa sobre todas las cosas, por la actitud de cada uno frente a nuestros prójimos. Pero esta regulación nos permite entender que cualquier persona tiene el resguardo legal necesario para no ser discriminado, por ninguna causa que fuere. Y permitirá combatir la discriminación desde un marco legal; sumado esto al marco ético-moral ya existente en nuestra sociedad desde hacía mucho tiempo a esta parte.
Este nuevo paso en la reglamentación permite dar protección a todas las personas con capacidades diferentes y adopta medidas contra quienes realicen actos discriminatorios por cuestiones de capacidades físicas diferentes o incluso por razones ideologías, raza, religión, sexo, nacionalidad o situación socio-económica.
La sociedad argentina ha sido conocida en tiempos pasados como un ejemplo de solidaridad y fraternidad. Pero sin embargo, ese camino andado se ha puesto en duda y debemos volver a poner el énfasis en sostener hoy como ayer aquellos principios, basados en el respeto y en el trato solidario para con todos los hombres. No es fácil. Pero no hay opción; para convivir en armonía, la única clave es saber ponerse en el lugar del otro, sentir lo que él siente. Y ésta ya no es hoy, lamentablemente, una práctica constante.
Está perdida se debe a un profundo intento de modificación cultural que nuestra sociedad ha sufrido muy sutilmente desde hace varias décadas. Poco a poco, se ha intentado, sistemáticamente horadar los cimientos de la solidaridad y el respeto por el otro, tratando de remplazarlos por un individualismo y un egoísmo sin parangón en el seno de nuestro pueblo. La igualdad por sobre todas las cosas, suele pregonarse discursivamente desde muchos ámbitos, pero no se ve así en la práctica. Esta cultura del egoísmo se impone en nuestra sociedad con mayor fuerza, despojándola de aquellos valores y principios que nos permitieron en otros momentos, ser ejemplo para otras sociedades del mundo, en cuanto a la contención y protección de los más desfavorecidos de nuestra sociedad.
Bajo el lema sálvese quien pueda. Grandes sectores de nuestra sociedad se vuelve cada día más individualista y egoísta. Esto se ve reflejado no solo desde las palabras, sino desde las acciones que tiene por objeto de abandono y olvido en cuanto al trato a los ancianos, a los hombres de diferentes razas, de religiones diversas, de niños en situación de calle, de mujeres en situación de violencia, de discapacitados que pierden toda protección estatal, de personas en condiciones socio- económicas de pobreza, etc.
Es menester revertir esta situación con celeridad, antes que nos gane lo peor que como personas podríamos ser frente a la necesidad y el dolor ajeno. La solidaridad es uno de los valores que más nos favorecen como comunidad, y es necesario defenderlo así como enseñarlo; frente a las corrientes de pensamiento que buscan eliminar de nuestra conciencia social esta concepción de vida.
Por otro lado cultivar permanentemente el sentido, de que, las necesidades de los demás por ser miembros de un mismo cuerpo social, son también nuestras necesidades; Esto permitirá blindar a nuestro pueblo de ideas que solo buscan atomizarnos y enfrentarnos, en luchas estériles y sin sentido frente a los grandes desafíos que deberá enfrentar en el presente como en un futuro cercano.