Si hoy estuviésemos resguardados por un Estado de Derecho, que medianamente cumpliese con lo acordado en nuestra Constitución Nacional, Mauricio Macri, presidente de la República, debería ser sometido a juicio político y luego hacerlo merecedor de la pena máxima, que sería condenarlo a cadena perpetua.
Este presidente, llamativamente surgido del voto democrático, síntesis visceral de este sistema, posee en su haber prontuarial, un cúmulo de causas judiciales que arrastra de tiempos inmemoriales, como lo fue el escándalo que entre él y el Sr. Juan Carlos Rousselot, quien fuera en ese entonces intendente del partido de Morón, protagonizaron. Ilícito que ambos, uno como representante del Estado y el actual presidente como parte contratista privada, pergeñaron en perjuicio de los vecinos de esa localidad en una sideral estafa, viciadas de graves irregularidades sobre un tendido de cloacas. Podríamos afirmar, al menos en lo que hace al reconocimiento público, este acto corruptivo como su puntapié inicial.
Mauricio Macri, no sólo acumula en su haber delictivo, un sinnúmero de causas que lo involucran directamente como imputado central de ilícitos, algunos de ellos con sentencia firme y las restantes, desde que comenzó a construir poder como Jefe de Estado porteño, suspendidas, frenadas, cajoneadas e incineradas como si nunca hubiesen existido, sino que en un exceso de poder, hasta ahora ni igualado por los gobiernos de facto que lo precedieron, llámese Onganía, o Videla, generosamente avalado por el Poder Judicial, a menos de 2 años de su mandato salió decididamente a dar caza a sus inmediatos antecesores a su gobierno.
No es complicado interpretar a quiénes persigue en esta cacería. Casualmente son los protagonistas más salientes del gobierno de Cristina Kirchner, los que contribuyeron en gran medida, a lo que la derecha que lo acompaña y a todo su entorno empresarial mortificara tanto en su desesperado antojo por el control y manejo de las cajas, como por la diferenciación abismal que el kirchnerismo, provoca a través de su mística política arraigada en tan pocos años y de modo tan convincente en materia social.
Primero hubo que despedazar a Milagro Sala, encarcelándola, todavía no sabemos por qué causa. Milagro, gracias al apoyo del gobierno nacional, desarrolló, tal vez en una de las regiones más olvidadas del país, la obra social de infraestructuras barriales más importantes de todo el período del anterior gobierno. Los coyas de Jujuy y sus descendientes no eran merecedores de casas con cloacas y gas natural, mucho menos gozar de una pileta gigantesca para refrescar sus cueros asediados por el intenso calor del norte. Tuvieron que sacarle tarjeta roja a la hacedora de esa obra para mancillarla con el mote de monumento a la corrupción.
Lázaro Báez, detenido sin sentencia firme, contratista de un importante número de obras, continúa preso. Quien llevara adelante la obra pública más dilatada de toda la historia de nuestro país, Julio De Vido, también preso y sin sentencia firma. Como era fácil de presumir a Amado Boudou, no le iban a dejar pasar su atrevimiento de transformar las AFJP (financieras disfrazadas de cajas previsionales en las que se manejaban más de 3.400.000.000 anuales) políticas sociales. Pasando ese abultado capital a manos del ANSES, organismo que permitió desarrollar el grueso más voluminoso de distribución de la riqueza del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, a favor de los más vulnerables de esta nación. A Luis D´Elía por ingresar intempestivamente a una comisaría hace algún tiempo, 4 años de cárcel. Todos sin el debido proceso Judicial correspondiente.
El actual gobierno de Mauricio Macri, ha logrado establecer un extraño e inusitado paradigma. Instalar en gran parte de la población, que la heredad recibida del populismo kirchnerista, ha complicado severamente estos dos primeros años de su gestión. Ahora vemos, Mauricio Macri gobernó el Estado Atónomo de Buenos Aires incluyendo el período de Rodríguez Larreta, durante 12 años y sólo refaccionaron una escuela y construyeron una enteramente, algunas paradas de colectivos en avenidas y bicisendas, de paso, encarcelando todas las plazas públicas contando con uno de los presupuestos más altos del país, mientras que el kirchnerismo, en el mismo período, construyó 1.748 escuelas en todo el territorio nacional. Este es sólo un ejemplo, podríamos demorar horas en contabilizar todo lo que significó la obra pública, de salud, educativa y cultural que produjo el kirchnerismo en todos estos años.
Evidentemente, como afirmábamos al inicio de esta nota, si el Poder Judicial funcionase como tal, y no como una corporación que sustenta, la putrefacción corrosiva del macrismo, esto debería invertirse inexorablemente, el ingeniero Mauricio Macri hoy debería cumplir cadena perpetua por todo el daño ocasionado en todos estos años en los cuales se trepó al Estado. El día que existan jueces probos, la andanada de este mafioso presidente terminará como terminó Al Capone y tantos otros que se enriquecieron con el esfuerzo, la sangre y el sudor que administra el Estado de su pueblo, como en este caso puntual. O que el pueblo se moleste, a detenerse a investigar el oscuro historial de la familia Macri en la Argentina, cómo se enriquecieron y cómo compran hoy voluntades para continuar perpetuándose en el poder.