Miro y no consigo verme
Ignoro si es a mí al que le hablan
¿Le habrán dado equivocado el libreto?
Me digo; no son tarados, esto tipos parecen tenerla clara.
Empilchan de prima, no les falta ningún diente.
Pueden reír, sonreír, y doblarse a carcajadas
Un blanco alineado, parejito, jamás los abandonará
Debe ser por eso que sonríen tanto, me digo
Pero al mismo tiempo, me pregunto, ¿de qué carajo sonríen?
Y vuelvo a interrogarme, ¿sabrán a quién le están dirigiendo la palabra?
Perdón por mi insistencia, ¿no será otro el destinatario?
Entro en la duda y me preocupa
“Pobres tipos, equivocaron el libreto y nadie les avisa!”
Me digo, mientras mi mate entra a congelarse.
Se acabó la garrafa y este pelotudo no se a quien carajo le habla.
Digo esto, porque en algún perdido pasaje siento que me nombra sin nombrarme.
Claro, es raro que lo supiera, también se que habrá miles de Ramón Paredes.
Miles como yo, que se les congela el mate por no tener una puta garrafa.
Voy a ver si quemo algo afuera.
Mis tripas reclaman un poco más de “algo”.
“No se puede vivir sin amor…” alardea Fito Páez, por la radio del vecino.
Le agrego inconscientemente una estrofa.
“Ni tampoco sin un miserable mate en el buche”
Vuelvo a chocar contra la pantalla y otro que recita como un cura.
¿Sabrá que existen ateos como yo?
Nuevamente la sonrisa, esta vez como San Luis Gonzaga
Vuelve a señalarnos el camino de nuestra salvación.
De pronto sentí que entremezcló algo de política.
Y ahí fui donde empecé a verme incluido.
Pero no, parecía que le hablaba a un Ángel, o a un desprevenido niño.
“Cuanto tiempo hace que no piso un circo…”.
¿Olvidé tan pronto el lenguaje de los magos?
Y el mate que entraba lavado y frio a mis tripas otra vez.
Un hornito eléctrico, me espiaba burlón, desde un rincón de la cocina.
“Jaja…no me podrás quemar porque hoy no hay luz”
¡La puta madre y este otro trajeado que insiste con lo mismo!
Yo no sabía que el futuro era tan importante.
¿Será que nunca fue para mí? ¿O será porque no existe?
Al rato saqué cuentas, y casi todos versearon sobre lo mismo
“Parecen todos del mismo partido” me dije más confundido que antes.
Me acordé cuando era pendejo y en la escuela.
Las materias claves eran Lenguaje y Matemáticas.
De pronto se me vino a la cabeza el negro Armando Tejada Gómez.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios, donde amó la vida…”
¿Será por eso que recordé la escuela?
No, respondí apurado, siempre odié la escuela.
No lograba descubrir porque caí en ese lugar, casi olvidado para mí.
Y si, al final había un porqué. Las matemáticas.
“Nadie da trece por una docena Ramoncito…”
Ahora era mi viejo el que me hablaba
Clarito como el agua el viejo… ¡por fin caigo!
Estos boludos que sonríen como papanatas
Que me aseguran que acomodaran la vida de todo el pueblo
Que mi estómago va a recibir algo más sólido que un mate lavado
Que voy a dejar de andar recogiendo cartones, trapos y chapas oxidadas.
Me encontrarán laburo, en blanco, con vacaciones pagas, con aguinaldo.
Que seguro podré llevarle un ramo de rosas a mi mujer para su cumple
Un autito, aunque sea chiquito y del plástico más frágil, para mi pibe.
Comprarme alguna pilcha, Caritas ya me duele por todo el largo de mi cuerpo
Yo sé perfectamente quien soy.
Ramón Paredes. Siempre fui pobre.
Se lo que es andar en patas y eso de comer salteado.
A veces me ven, y hasta me tiran una moneda.
Se lo que es bajar la cabeza obligado por el hambre.
El hambre es parte de mi sombra, es como un perro fiel. Pero que muerde duro
Los que lo padecen, saben que no les miento.
Toda esa húmeda y maloliente oscuridad soy yo, en ese hueco llamado pobreza
¿Pero saben lo que sí no soy?
Un pobre pelotudo.
Otra vez la escuela en mi sabiola, y termino de quejarme.
Escuché y vi a casi todos, nadie se olvidó del lenguaje.
Pero de las matemáticas, ni la rozaron.
Nadie explica concretamente a través de que aplicación de políticas económicas, cambiarán mi suerte.
¿Estaremos nosotros, los más jodidos, comprendidos?
Recordé nuevamente el circo, al mago con sus barajas y conejos
A mi viejo, “que nadie da trece por una docena”.
De las matemáticas olvidadas.
Y de una mujer, que contrario a todos estos chamuyeros.
Aseguró una y mil veces, “que nada fue magia”.