Una vez más contamos con la afortunada oportunidad de expresarnos con el voto. Esta gracia constitucional se la debemos a los que idearon un país que no pudo ser, porque otros se lo impidieron. Malvinas agregó lo suyo, con una guerra que habíamos visto desde una cómoda butaca, siempre perteneciéndole al otro. Nos asustamos. Vimos entonces cómo la realidad en su expresión más cruel, devoraba esa visión cinematográfica.
La Democracia emergió de pronto como una tabla de salvación desde ese mar agitado, pero de tibias y rojizas aguas, que nos proveyó la dictadura. La muerte, así tan reiterada, nos revolvió la conciencia, la cual nos aferró a la tanta veces cuestionada y poco respetada Constitución Nacional. Advertimos que desde ese reencuentro, la paz era posible, que no todo estaba perdido. Nos prometimos ser esto y lo otro, precavidos en situarnos bien lejos de la sangre. Raúl Alfonsín, inauguró esta etapa, surgido de las cenizas más oprobiosas de una Argentina que ayer nomás se amasaba con violencia.
Los militares, habituados a ser parte resolutiva de la fragilidad democrática, intentaron jaquear a este presidente como era su modalidad. El pueblo acompañó a este mandatario, inclusive la representatividad política opositora de ese entonces, quien ofreció su apoyo apostando por sobre todo, a la vida en democracia. No importaba de cuál o qué partido político era el que gobernaba, ni la oportunidad del partido opositor de aprovechar esta asonada, con la intención de derribar a este presidente. La línea discursiva de Raúl Alfonsín parecía novedosa y hacía pensar en que ahora sí, saldríamos de esa maléfica reiteración de fracasos democráticos, en el que el Estado de Derecho de los ciudadanos adquiría un valor real, sobre lo acontecido en el país hasta 1955, con el derrocamiento del Gral. Perón. “Con la Democracia se educa, se come, etcétera”, el dólar pasó a cotizar por debajo del austral… creímos tocar el cielo con las manos, pero que solo había sido un cielo de papel, breve y quebradizo.
Luego de profundas crisis económicas, Alfonsín es sucedido por Carlos Menem, que también debió sortear intentos de golpes militares, aunque más leves. “La revolución productiva”, aparecía como lo que venía luego del afianzamiento democrático. Apenas un par de años duró la bonanza económica de este peculiar presidente, que en un santiamén, puso patas para arriba la doctrina de su partido que lo había puesto en La Rosada. A pesar de este desdoblamiento ideológico, el pueblo reiteró su confianza a este mandatario, tras la promesa de una alardeada “Reforma del Estado”, que permitió legitimar la entrega del país prácticamente en su totalidad, a través de alcanzar su reelección, luego del vergonzoso “pacto de Olivos”, que habilitó la Reforma Constitucional de 1994, realizada en Paraná.
A continuación de éste, llega a la presidencia Fernando De la Rúa-Chacho Álvarez, que prometieron acabar con todos los anteriores fracasos de sus antecesores presidentes a fuerza de unidad y de “coraje”. En poco más de 2 años el país termina explotando en Plaza de Mayo, con más de 35 muertos. Había vuelto el Estado de Sitio, la ferocidad otra vez entre nosotros. Duhalde, peronista inescrupuloso, piloteó los dos años restantes de mandato de la alianza UCR FREPASO. La piloteó como pudo. Cualquiera era bombero, ante el incendio provocado por De La Rúa.
Finalmente llegó Néstor Kirchner, para asombro de propios y extraños, ejecutó políticas desde su inicio, comenzando por la durísima tarea de recuperar la esperanza de un pueblo que sólo deseaba escapar por Ezeiza o pegarse un tiro en la sien. La Democracia se encarnaba esta vez así misma, penetrando en la piel de los ciudadanos, que sin nombrarla, veían pronunciándose en hechos concretos, más allá de lo costoso de esta transformación, que los memoriosos de más de 60, no observaban desde los tiempos de Perón, durante su segundo mandato inconcluso. Cristina de Kirchner sucedió a su esposo por dos mandatos consecutivos completando la obra iniciada por Néstor, posibilitándonos un auténtico Estado de Derecho, que emparejó aunque mínimamente, las profundas diferencias sociales existentes durante este extenso período democrático que arrancó en 1983.
Finalmente aparece Mauricio Macri, que no es otra cosa que la aletargada aparición castrense, harta de no verse montada en el poder político durante tantos años. Podrá ser para algunos sectores de centro-derecha una comparación exagerada, pero la transparencia que ofrece su frágil ropaje “democrático”, permite ver un pasado pintado en fuerte tono verde oliva. Las promesas de Macri, superan largamente la de sus antecesores mandatarios, en que la derecha más reaccionaria, acepta y aplaude la notoria ausencia democrática en favor del pueblo. Nunca más cierto aquello de lo “corto de las patas de la mentira”. En su mensaje cuasi evangélico, puede verse con nítida claridad que el infierno, no deja de ser una perversa inventiva destinada al mundo de los pobres y el cielo, un merecedor destino de los ricos.
Muchos somos los argentinos que hoy nos preguntamos y repreguntamos ¿qué nos pasó, para merecer esto? ¿Será preferible “ésto”, que los tanques en la calle? ¿ será “ésto”, el resultado de tantas promesas incumplidas? ¿No será acaso temor de comenzar a tomar la tijera y despedazar la película que hemos visto hasta el hartazgo, y que aparezcan otros personajes, otros libretos? ¿No será que siempre nos falta animarnos a dar un paso más hacia adelante? Por cierto, muchas podrán ser las razones y las sinrazones, y que las más fundamentales se encuentran por fuera de nosotros, y entonces habrá que hacer visible y creíble aquello de la “fuerza de la Unidad”, saber por ejemplo, que Macri está donde está, no tanto por sus “méritos”, sino porque hoy la derecha vuelve a posesionarse con furia, no sólo en la Argentina, sino en todo el resto del continente. Cuando pregonamos aquello de la Patria Grande ¿de qué estaremos hablando? Nos atacan fuertemente, no vienen solos, sus propósitos son claros, se juntan, adentro y afuera, no discuten ideologías, no les interesa qué sucede en el alma de un pueblo. Macri es un simple agente en esta demoledora arremetida. Mientras tanto, nosotros persistimos en creer que parte de la batalla ganada, pueda darse en octubre, que pueda comenzar a frenar esta antinomia. Replicamos “que la patria es el otro”, ¿qué Patria? ¿sólo nosotros los argentinos? La América de abajo se hartará de verse reflejada siempre en la misma película, si insiste en continuar dándose la espalda, como si el capitalismo, que es el enemigo que se surte de nosotros para sostenerse vivo, algún día pueda ser considerado como parte de nuestras soluciones.
No identificar al enemigo, será empezar a perder la batalla, reformular la política, significará ampliar la correlación de fuerza necesaria, para poder hablar de igual a igual contra el único enemigo a temer, que no es sólo Macri, es el capitalismo, en su más perversa dimensión. No nombremos a Cuba ni a ningún ismo en particular. Si hablamos de nosotros, entonces tendremos que hablar de América del Sur. Nos merecemos cambiar, empezando por modificar de raíz el libreto tantas veces reiterado. No es tarea fácil, perderemos muchos combates seguramente, pero le habremos puesto carne por fin a las palabras.