Hacia junio del año 2002, miembros del Movimiento de Trabajadores Desocupados planeaban una manifestación masiva en la Ciudad de Buenos Aires con el fin de exigir el aumento de las pensiones por desempleo, la entrega de alimentos para comedores, y evitar además el cierre de la fábrica Zanón la cual, junto muchas otras empresas pymes desde el año 98, estaban siendo cerradas y desalojadas.
La marcha, que contó con la participación además de organizaciones barriales y piqueteros, estaba principalmente compuesta por desocupados de familias que durante la década del noventa habían quedado fuera del mercado laboral y una gran cantidad de jóvenes que habían perdido recientemente su trabajo, o nunca lo habían conseguido.
Hacia el mediados del año 2002 la Argentina seguía hundida en la crisis más profunda de su historia, con alrededor de un 50% de su población bajo la línea de pobreza y un número creciente de indigentes. Por otro lado, no solo la situación económica presentaba un panorama oscuro: el gobierno de De La Rúa había caído meses atrás y lo siguió una turbulencia política que dejó un saldo de 5 presidentes renunciados en una semana. El último de ellos, que ejerció el cargo hasta 2003, fue Eduardo Duhalde.
En ese contexto de debilidad política del estado y crisis económica, el gobierno continuó la actitud represiva frente a la protesta social que había sostenido hasta entonces La Alianza. El resultado fue la represión sobre el puente Avellaneda de los manifestantes, a cargo de la policía federal, bonaerense, gendarmería y miembros de la prefectura.
El operativo dejó más de 33 heridos, pero además fueron baleados por miembros de la policía dos manifestantes pertenecientes a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón”, Maximiliano Kosteki de 22 años, y Darío Santillán de 21. Ambos murieron sin recibir asistencia médica ni ayuda por partes de las fuerzas de seguridad, las cuales dispararon con balas de plomo contra la multitud, en algunos casos, sin portar identificación y luego llevando los cuerpos sin vida de ambos manifestantes en una camioneta policial.
El caso de maximiliano y Darío involucró al entonces comisario y responsable del operativo, Alfredo Franchiotti, el cual declaró públicamente que su unidad solo portaba cartuchos de gomas, cosa que resultó totalmente desmentida por los archivos audiovisuales. Posteriormente, un operativo de limpieza organizado desde la propia policía se encargó de borrar las evidencias físicas de la represión. Sin embargo, Fanchiotti y otro efectivo, Alejandro Acosta, fueron condenados a cadena perpetua por los asesinatos como resultado del aporte de los testigos a la causa. De todas formas, ni el entonces ministro de seguridad Jorge Vanossi ni el gobernador bonaerense Felipe Solá afrontaron consecuencias penales por la represión, la cual fue ordenada de manera directa por ellos.
Darío Santillán tenía 21 años, era de Claypole. A lo largo de su corta vida se dedicó a la militancia política en la secundaria y luego como parte del Movimiento de Trabajadores Desocupados participando en las distintas protestas y actividad que realizaba la agrupación. Maximiliano Kosteki, era un artista de la ciudad de Lomas de Zamora, miembro de la misma agrupación y colaborador en sus proyectos sociales. En 2013 se homenajeo a ambos donde su nombre a la estación de Avellaneda, lugar donde fueron asesinados.