Si a los que ya nos cuesta el doble o el triple de esfuerzo, en relación a un hombre pleno, que aún puede producir y posibilitarse un mejor vivir, además se nos quita el doble de ingresos jubilatorios, se nos reduce al mismo tiempo la adquisición de medicamentos, ¿qué nombre le deberíamos poner a esa diferencia de trato?
Si a eso le agregamos la suspensión de crédito (ARGENTA) que los viejos contábamos para poder mejorar nuestro penoso andar, en hacernos un viajecito al norte o donde se nos ocurra, junto a nuestra mujer, o adquirir una motito o un sillón más cómodo para apoyar con mayor confianza la flacidez de nuestras carnes ¿cómo denominaríamos esta negación?
Si por ende, la quita de medicamentos, nos impide ingerir mayor cantidad y calidad de alimentos, es probable que nuestro andar se vuelva más penoso, y consecuentemente la muerte adelante su llegada ¿Cuán lejos estaríamos de la palabra “ancianicidio”?
Si la palabra “vida”, que a pesar de las miles de vicisitudes que debimos sortear en ella, hoy nos empieza a sonar mentirosa, como un flagelo, una maldición, y a la vez, aprendemos a pesar de nuestros años, a ver que bajo las ruedas de un tren, un puñado de barbitúricos, una bala de 22, o una navaja en el cuello, puede comenzar a resultarnos más grato como medida de solución a soportar semejante indignidad, ¿quién se responsabilizará de estas muertes?
Si la buena fe puesta con nuestro voto a legisladores que en su momento aportaron con sus ideas y acciones parlamentarias, a que a nosotros los viejos, nos fuera más aliviado el tránsito a la otra vida, hoy, por razones seguramente de “intereses per$onales”, dieron vuelta su voto y son parte directa de nuestro malestar de hoy ¿qué debería hacerse con estos traidores?
Los viejos somos permanentemente corregidos, toda vez que nos decimos “viejos” por la circunstancia que sea, y como sempiterna respuesta, nos aseguran “que viejos son los trapos”, premio consuelo que como los trapos nos lo pasamos por el culo, al menos quien suscribe, al igual que el actual gobierno, “justo y sensible” , que en la aplicación de correcciones a la ley jubilatoria, ha actuado exactamente del mismo modo, pero con la diferencia, que a los viejos se los ha pasado bien por el culo.
Por último, si la sociedad no reacciona, si los otros trapos no salen por las calles a pelear por los más débiles, si creemos que todo se resuelve democráticamente con un gobierno que no lo es en absoluto para nada, y pensar que el saber esperar, es parte gestual de la democracia, los viejos deberíamos ya a salir a romper todo. Morir un año antes o uno después, ¿qué significa vivir sin honor? Martín Durañona, argentino, de 71 años, con una jubilación que no llega a los 7.000$.-