Por Milagros García
La premisa es recurrente en el cine y la literatura: lo desconocido te devuelve algo que tiene la imagen de tu ser querido pero que no lo es. Recuerdo principalmente The astronaut’s wife, que acá se tradujo como La cara oculta, con Charlize Theron y Johnny Depp. Mis padres no me dejaban ver películas de un terror más explícito porque era una niña fácil de perturbar, pero no tuvieron problema con dejarme ver esa. Paradójicamente, olvidé con facilidad las escenas sangrientas y de cabezas girando 360° o monstruos enormes, pero fue imposible olvidar esta película en la que Charlize Theron recibe a su marido luego de una misión espacial que se desconectó de su comando central por unos inquietantes minutos. Porque ese no era el marido que ella conoció, y la idea de que algo que amamos y forma parte de nuestra intimidad se vuelva extraño está cargado de un miedo más primitivo y por lo tanto más duradero: el miedo a la pérdida, pero agravado por una forma de presencia que incomoda y perturba.
Sin embargo, en mi opinión Nuestras esposas bajo el mar trata más sobre cómo ese ser querido se vuelve querido, justamente. Es un recorrido por las pequeñas aventuras cotidianas que sientan las bases del amor que comparten las protagonistas.
La historia se cuenta a dos voces y a dos tiempos, y como personalmente me divierte cuando el objeto libro suma a su contenido, menciono que la alternancia de capítulos está organizada según los estratos marítimos: de la Zona de luz a la Zona hadal. Por un lado, está la narración de Miri, que recibe del fondo del mar esa esposa que no es la suya, o no la suya tal como la conoció. A pesar de ser el presente de la narración, son los pasajes que más revuelven en la memoria y muestran cómo las protagonistas dieron forma al vínculo entre ellas y con quienes las rodean. Es interesante que la pareja homosexual que protagoniza la novela ya está unida cuando comienza la historia, y aunque el hecho principal es otro, la atraviesa completamente. En las historias de parejas del mismo género más prototípicas la unión de la pareja suele ser el Norte del desarrollo e incluso implicar un cambio en la perspectiva o una disputa con el entorno, en lugar de ser un devenir bastante naturalizado, como en esta novela.
Por otro lado, está la bitácora de Leah, que desde su puesto de bióloga marina en una expedición submarina narra los sucesos que siguen a la pérdida de contacto con la central de mando. Si bien es el evento central de la historia, su aporte no pasa tanto por la narración de los hechos o la sugerencia de terrores, sino por la austera pero efectiva construcción de los personajes. La presencia de Jelka y Matteo es elocuente, como en toda situación de catástrofe, gracias a las decisiones que toman ante la incertidumbre y la desesperación.
Lo que interpela a Leah es el misterio insondable de las profundidades marítimas: “Recuerdo que pensé que las primeras cosas habían salido del agua, lo cual no decía nada de todas las otras cosas que habían elegido quedarse allí”. El corazón de su empresa y su destino es esa promesa de secretos terribles que estimula tanto la imaginación, y que me hizo recordar un poco al compendio de citas sobre leviatanes y ballenas con el que empieza Moby Dick.
Si nos dejamos seducir, la vida de las profundidades no tiene nada que envidiarle a la posibilidad de la vida extraterrestre, y los caminos de la evolución en esas condiciones que nos resultan tan ajenas pueden ser tan fascinantes como los frutos de la imaginación que buscó poblar las sombras de monstruos en otros tiempos.
Ficha Técnica:
- Idioma: español
- Editorial: Sigilo
- Autor: Julia Armfield
- Año: 2022
- Páginas: 256