Los ciudadanos de París se hallaban desde hacía días en un estado de gran efervescencia debido a la carestía y al temor de una intervención extranjera para acabar con las reformas que estaba llevando a cabo la Asamblea Constituyente. El día 12 de julio, la noticia de la caída del popular ministro Necker debido a lo que se juzgó como poca eficacia en manejar la crisis, sirvió de señal para que el pueblo tome el camino de las armas en defensa de sus intereses.
[dropcap style=’box’]L[/dropcap]a improvisación de las fuerzas que intentan mantener el orden y lo precipitado de su organización se vuelve inefectiva contra las milicias populares, que con más voluntad que organización avanzan sin poder ser detenidas. El 14 de julio, en horas de la mañana, la milicia ciudadana de Fleselles sigue sin armas, mientras que las milicias de los rebeldes asaltan el “Hotel de los Inválidos”, donde se apoderan de 27 cañones, 1 mortero y 32.000 fusiles. El día 15, la multitud luego de liberar a los presos políticos, detiene a la guardia de la Bastilla y la misma es sacada y llevada a París, mientras tanto, mediante un comunicado del Duque de Rochefoucauld-Liancourt advierte a Luis XVI de la toma de la Bastilla, quien pregunta de qué se trataba, y la respuesta que recibió del Duque fue: “Que no era una simple rebelión, sino una Revolución”.
¿Pero que era ese vetusto y decorativo edificio de la capital francesa? Ésta era una vieja fortaleza de tiempos del rey Carlos V, de los días de la guerra de los cien años. Construida entre 1370 y 1383, como parte del perímetro amurallado de París, en el siglo XVII, la Bastilla se convirtió en cárcel para prisioneros políticos desde hacía un tiempo a esa parte. También por esos días la misma venía a servir de arsenal a las fuerzas del gobierno, ya que almacenaba grandes cantidades de armas y pólvora. En 1789 la prisión estaba defendida por 18 cañones y 12 piezas de menor calibre, manejadas por una guarnición de 82 soldados veteranos no aptos para el servicio activo, reforzados por 32 granaderos de un regimiento de mercenarios suizos mandado a llamar por el rey Luis XVI unos días antes.
Otras de las funciones que cumplía el viejo edificio era el de almacenar granos, sobre todo harinas elemento indispensable para la fabricación de un alimento tan popular como el pan; escasos por esos días entre los más pobres por el fracaso de la cosecha del año anterior. A lo que se le sumaba la pesada carga de los los tributos que habían aumentado, el diezmo que debían abonar a la iglesia, y el pago que debían hacerle al Señor local por el uso del molino, la prensa de lagar, el matadero y el horno. Elementos que sumados son sin duda necesario para que las clases populares sintieran la necesidad de un cambio radical de su sociedad.
El hecho significativo, más allá de los que representaba como fortaleza o lugar estratégico, es que la toma del edificio es un logro político-social, que significará un símbolo de los revolucionarios contra el despótico poder real reinante en Francia, el cual era causante de los males de los sectores más débiles de ese país. El hecho en sí mismo fue a permitir que cundiera la agitación social por toda Francia, atacándose propiedades privadas, cobradores de impuestos y latifundistas, no limitándose, por lo tanto, a la lucha solamente contra la Corona, sino contra todo aquello que era parte causal de las desgracias de aquel pueblo.
Al ser tomada la Bastilla por el pueblo, se transformó en un símbolo de la caída de la Monarquía y el despotismo y el inicio, en cierta forma, de la Revolución.
En cierta forma todos los pueblos que han experimentado revoluciones de carácter social, como la que recordamos aquí, tienen un hecho particular y simbólico, que expresa dicho proceso. Ese hecho particular que muchos recordaran por sobre otros hechos, tiene la potencia para simbolizar lo que ese pueblo reclama y demanda. Dejando para la posteridad un claro mensaje: que un pueblo resuelto no puede ser detenido cuando demanda aquello que se le ha quitado o le pertenece por derecho propio.