Por Leandro Trimarco*
Un tipo insistente
Martín Miguel de la Mata Güemes Montero Goyechea y la Corte fue un militar argentino nacido en el territorio de Salta 1785, dentro del imperio español, en el seno de una familia acomodada. En la historia militar argentina del siglo XIX pasó desapercibido mayormente porque los conservadores y los liberales que organizaron la Argentina habían tomado para su mito marcial nacional a las figuras de San Martín y Belgrano, porque eran unánimemente queridos y recordados, pero descartaron a todas las demás figuras asociadas con derrotas o la rebeldía contra la autoridad del gobierno central. Güemes, precisamente porque se enfrentó a la conducción de Buenos Aires y varios de los comandantes militares de la revolución fue relegado a un papel secundario.
Sólo después del relato que publica Lugones de las hazañas militares de Güemes (en el libro la Guerra Gaucha) es que empezó a ser considerado dentro del panteón nacional militar.
¿Y por qué se lo tiene en tal alta estima? Dicho sintéticamente, Güemes fue el único general argentino muerto en servicio, ejecutor junto con San Martín del plan continental de independencia desde el aspecto defensivo, hacedor de al menos seis defensas efectivas contra invasiones realistas al territorio de las Provincias Unidas (algunas fuentes aseguran que más) en condiciones de inferioridad numérica y de recursos. Gracias al bloqueo de las unidades de caballería de Güemes y su “guerra de recursos”, fue posible para San Martín replegarse hasta Tucumán y desde allí organizar el Cruce de los Andes por varios caminos en simultáneo para liberar Chile y luego atacar al Imperio Español en el corazón de su poder en América.
Para poder efectuar esta defensa móvil de los territorios del noroeste argentino, áridos, montañosos y de muy difícil tránsito, Güemes entrenó partidas de gauchos a caballo en tácticas de guerra de guerrillas. Asaltos breves, muy veloces y huidas todavía más rápidas para causar pequeñas bajas, robo de recursos, sabotaje y bloqueos a lo realistas. Rara vez disponía de un base permanente, organizó a toda la población del lugar para cooperar en la guerra y entrenó a los jornaleros, aborígenes y voluntarios para combatir al mismo nivel que una tropa de línea. Todo esto en medio de la escasez tanto de armas como de recursos y sobre todo agua.
Güemes sabía que no contaba con los hombres y el armamento para invadir el territorio del Alto Perú, pero se aseguró de que no pasara nadie desde Salta para abajo.
¿Y cómo pudo hacer todas estas cosas? Pues, al nacer en una familia acomodada dedicada a la contabilidad, pudo tener acceso a la formación intelectual y militar. A los catorce años ya había iniciado su carrera en la División de Infantería Permanente del Virreinato del Río de la Plata, participando más tarde en la defensa de Buenos Aires en 1806, logrando hazañas bizarras como capturar un barco inglés con una carga de caballería. ¿Cómo lo hizo? Sólo la marina inglesa sabe.
De cualquier manera, el Cabildo de Buenos, una vez iniciada la Revolución, le otorgó mando de tropa en la frontera Norte que iba hasta lo que hoy es Bolivia, donde lideró a los gauchos junto a Juana Azurduy y su hermana Macacha Güemes, en defensa del territorio.
¿Y cómo resultó eso? Ningún ejército realista pudo ir más allá de la ciudad de Salta, anulando completamente el plan de reconquista de los españoles. Pero la defensa no estuvo exenta de roces…
Sin otro jefe que San Martín
Luego de que comenzó la Revolución de Mayo, la Primera Junta y los sucesivos gobiernos que se ensayaron enviaron expediciones para retomar el control de los territorios virreinales como el Paraguay y la Banda Oriental, o bien para defenderse del avance realista desde el Alto Perú. Estas campañas enviadas desde Buenos Aires se conocen como las Expediciones Auxiliadoras en el caso del Alto Perú y tuvieron como objetivo tomar el principal bastión español en América. ¿Funcionó? Claro que no. Fue un desastre. Indisciplina, impericia, falta de planificación, desventaja numérica, desconocimiento del terreno y un enemigo bien organizado y disciplinado llevaron a sucesivas derrotas de la revolución perdiendo el territorio de la actual Bolivia. Patriotas como Castelli y Balcarce obtuvieron victorias iniciales con Güemes comandando las partidas de gauchos, pero perdieron completamente una vez que quisieron avanzar hacia el norte.
Diferencias de criterio militar y de conducción llevaron a Güemes a entrar en conflicto con Balcarce primero, con Belgrano (lo que le valió su relegamiento a Buenos Aires como castigo) y finalmente contra su némesis definitivo, José Rondeau. Todos comandantes del ejército del norte cuya misión era lograr la independencia.
Para 1813, la suerte de Güemes parecía ser la de quedar desterrado de su provincia, pero entonces entró en contacto con la figura que sería la única a la que le reconocería un mando legítimo. En conversaciones con José de San Martín, supo del Plan Continental y se alistó en sus filas de regreso al norte. Allí, ambos encontraron a un Belgrano exhausto y golpeado por las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, que dejaban a la causa revolucionaria al borde de la derrota.
Es entonces que, como parte del plan de atacar Perú desde el mar, Güemes organiza nuevamente a los gauchos para esta vez llevar adelante una defensa del norte que permitiera la ejecución del plan de San Martín desde Chile. Pero para poder hacer eso no alcanzaba el poder militar, Güemes necesitaba del poder político, el manejo de todos los recursos de la zona.
Así, en una asamblea improvisada que le valió el odio de la aristocracia salteña y bonaerense, se hizo elegir gobernador de Salta en 1815. En este punto comenzó la Tercera Expedición Auxiliadora a cargo de Rondeau, que marchó con sus hombres al norte con instrucciones de derrocar a Güemes. Este no lo dejó entrar en la ciudad, y luego de que Rondeau fuera vencido en Sipe Sipe, atacó frontalmente a Güemes tomando Salta. Pero allí Güemes puso en práctica las tácticas por las que sería recordado: la guerra de recursos. Rodeado, sin agua ni alimentos, Rondeau tuvo que rendirse, volver a Buenos Aires y encima reconocer la gobernación de Güemes.
A partir de allí hasta 1821, Güemes bloqueo una tras otra todas invasiones realistas que venían desde el Alto Perú. No pasó nada, ni siquiera después de su muerte por una herida de bala.
¿Por qué lo apreciaban los gauchos?
Después de ser baleado en un ataque sorpresa, Güemes murió en junio de 1821, luego de varios días de agonizar. Se especula que tenía algún problema en la coagulación de la sangre, pues no participaba de las batallas cuerpo a cuerpo, y la herida de bala que recibió debió haber sanado sin mayores dificultades. Los gauchos e indígenas que eran sus soldados no parecían tener una imagen negativa de él por no pelear en el frente, como si la tenían de otros comandantes. De hecho, la lealtad a Güemes que la mayoría le profesaba aseguró que la defensa del norte siguiera a pesar de que la economía y las condiciones de vida se habían deteriorado luego de diez años de guerras.
Estos “gauchos” eran en realidad paisanos, indígenas, jornaleros, baqueanos de la zona. Los realistas los llamaban así despectivamente dando a entender que eran brutos, porque así llamaban a los trabajadores rurales en la zona del litoral y Río Grande. El mote de gaucho fue adoptado de buena gana por las tropas de Güemes que directamente lo hicieron parte de su identidad. A este mismo, lo apreciaban especialmente porque compartía las mismas dificultades de vida que la guerra de recursos les imponía a todos. Era el jefe militar, pero antes que eso el líder en su pueblo. Llamó a sus tropas de gauchos “Los Infernales” que nunca fueron reconocidos por Buenos Aires como tropas de línea.
El Síntesis
Güemes es una figura clave de la guerra defensiva en las luchas por la independencia, líder popular en el norte, estratega astuto y más grande enemigo de Rondeau, Álvarez Thomas y otros apellidos patricios de Buenos Aires. El país lo recuerda como un héroe de la independencia y figura complementaria de San Martín en defensa de los intereses nacionales y su pueblo, y como un tipo inconmensurablemente difícil de desanimar. ¿Cómo recordará un gobierno libertario a un provinciano héroe nacional que se enfrentó al autoritarismo de los liberales porteños? Tal vez hagan un homenaje al general español Goyeneche.
*Profesor de Historia por la Universidad de Morón