Este sábado por la noche me dirigía a un recital, tuve que bajar en la estación de Morón para abordar el colectivo que me llevaría a destino. Fue ahí donde me encontré con una escena en el centro de la Plaza La Roche, un grupo de muchachos y muchachas en situación de calle ocupando los bancos del centro de plaza, y dos móviles de la policía estacionando, los efectivos, donde había también policía femenina, se bajan y lo rodean.
Este sábado por la noche me dirigía a un recital, tuve que bajar en la estación de Morón para abordar el colectivo que me llevaría a destino. Fue ahí donde me encontré con una escena en el centro de la Plaza La Roche; un grupo de muchachos y muchachas en situación de calle ocupando los bancos del centro de plaza, y dos móviles de la policía estacionando, los efectivos, donde había también policía femenina, se bajan y lo rodean. Lo rodean ante los ojos de los cientos de personas que estábamos en las paradas esperando los respectivos colectivos, no hubo situación de violencia física, pero lo rodearon.
Finalmente, el colectivo que debía abordar llego y marche a destino. Continúe reflexionando sobre esa escena que se repite en casi todos los distritos. Lo negro y lo blanco como un par dicotómico donde lo negro es lo malo y blanco lo bueno. Pero ¿Quién es “el negro”? “El negro” es el pobre, el que se quedó fuera del sistema, sin oportunidades, es al que se le quito la posibilidad de conseguir un trabajo.
Los negros, las negras ponen en peligro el orden legal, simplemente porque irrumpen reclamando lo que les fue quitado, irrumpen en la escena visible de los espacios públicos, en silencio, ocupando bancos, haciendo ranchadas, pidiendo monedas y cuando no ocurre esto, delinquiendo.
Estos/as pobres aterrorizan a la sociedad, no por su color de piel, que muchas veces es blanca, no por lo que reclaman cuando consiguen organizarse, sino porque se logró instalar en la sociedad que ser pobre es sinónimo de delincuente. Existe entonces la fantasía de que, el delincuente viene a cobrarse con nuestras vidas eso que se le saco. El pobre, que para la sociedad es delincuente, va a cargar con ese estigma y de ser víctima será victimario, así con un truco perverso se da un giro en la concepción de la realidad con el disfraz de la meritocracia, alimentada por las corporaciones mediáticas.
Ese pobre triturado por este sistema y expulsado a la calle, tiene como destino la cárcel, pero también está encerrado a cielo abierto en los barrios. La proliferación de muros en los asentamientos que están a la ladera de las autopistas es la muestra de un encierro feroz, porque lo esencial en invisible a los ojos.
Pero, el o la que tiene un trabajo todavía, está amenazado/a. ¿Cuál es la amenaza que se cierne sobre sus cabezas? La amenaza de la indigencia, la intemperie, el horror a no tener nada. Pues en un mundo donde el “ser” se define por el “tener”, no tener nada es ser nadie, o sea la pobreza afecta al “ser” por eso el/la pobre es una amenaza, porque encarna eso que no quiero ser. Ahí puede estar la clave del porque naturalizamos la criminalización de la pobreza.
Ahora bien, en la escena comentada al principio no hubo violencia física, pero ya es violento que la policía revise a las personas por el color de piel, por su forma de vestir, que las revise por portación de rostro. Es violento porque lo que se hace acá es criminalizar la pobreza, que es consecuencia directa de las políticas neoliberales, y así como paso con Chocobar, los pobres con uniforme persiguiendo a pobres de civil y el circulo cierra para ellos. Todo esto legitimado socialmente, “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. De esta cita a Byung-Chul Han, filosofo norcoreano, se desprende que expulsar lo distinto, en este caso el pobre o la pobre es lo/a distinto/a, se relaciona directamente a esa igualdad que busca el sistema para explotar los recursos en función de las ganancias que engordan capitales transnacionales. Así la igualdad disciplina no solo cuerpos, sino también mentes para un sometimiento psicológico, con un sistema de control donde, mediante la tecnología, dejamos más información al descubierto que en un test.
Para finalizar, seducidos/as y encadenados/as voluntariamente por las redes virtuales se nos presenta un/a otro/a que me es igual pero que solo es virtual, y en función de ello el único sentido que pongo en juego es la vista. El/la distinto/a no ingresa a mi espacio virtual, no lo veo. Es esa forma de mirar la que traslado a la realidad concreta y el distinto/a, que como dijimos es el/la pobre, me es indiferente porque esta cosificado/a, y es este el peligro, el peligro de cosificar a las personas, a las personas que se categoriza como distintas, ya la experiencia nazi nos dejó a la vista lo que ocurre cuando se cosifica la condición humana.