Por Leandro Trimarco*
Una Bestia
Por cada persona que te dice que no podés hacer algo existe al menos una Cecilia Grierson.
La primera médica argentina graduada contra todo pronóstico en 1889, en el seno de una sociedad hiper machirula convencida además de que era la gran cosa, fue además académica consagrada, una educadora casi toda su vida y además una activista por los derechos de las mujeres en Argentina, además de una miembro destacada del socialismo desde finales del siglo XIX. Docente, militante, científica y encima feminista, un libertario estallaría tan solo de estar unos metros.
Grierson era hija de un matrimonio escocés radicado en Entre Ríos y la República Oriental del Uruguay, que luego fue enviada a estudiar a Buenos Aires a la edad de seis años, donde además pasaría la mayor parte de su vida, en plena organización del estado argentino.
Tras el fallecimiento de su padre a la edad de 10 años volvió con la madre luego de estudiar en el colegio inglés y se desempeñó como institutriz para luego instalar una escuela junto con su madre ejerciendo la docencia sin título. Lo cual era bastante común en la época ya que la organización del sistema escolar nacional recién comenzaría en esos mismos años durante la presidencia de Faustino Sarmiento. Por eso y como era menor de edad, su sueldo lo cobraba su madre a quien ayudaba a subsistir luego del fallecimiento de su papá. A esa corta edad, ya trabajaba dando clases, dominaba el idioma materno y el local, y era una de los pilares de su familia. Para 1878 ya se había titulado como maestra de grado en la Escuela Normal de Señoritas de Buenos Aires. Al poco tiempo el propio Sarmiento la nombraría maestra en la Escuela Mixta de San Cristóbal, y al poco tiempo de cobrar su sueldo traslada a su familia a lo que hoy es la Capital Federal.
Una bestia…
El Difícil Mito de Origen
¿Qué llevó a Grierson a dedicarse posteriormente a la medicina en simultáneo con la tarea docente? Sólo ella lo sabe con seguridad. Pero existe un relato muy extendido de que la vocación por la medicina llegaría por la dolencia de una amiga, Amelia Kenig, quien fallecería tras una larga convalecencia por una enfermedad respiratoria no identificada. Un mito de origen sumamente complicado de digerir para los tiempos hiperindividualistas y brutos en que vivimos: la razón de ser de una de las figuras femeninas más prominentes de las ciencias argentinas es un rapto de empatía, el deseo de aliviar el dolor del prójimo allí donde ocurriese. Si esto fue así con seguridad requiere de más investigación, pero a priori y por el curso posterior de la vida de Ceclia, elijo creer. El hecho concreto es que Grierson luchó por desempeñarse como médica en un contexto donde la educación superior era un asunto fundamentalmente de hombres. Así de la facultad egresaban fundamentalmente hombres, algunos por ser verdaderamente excelentes, otros tantos porque eran varones de familias acomodadas. Sus tesis y escritos no mienten en ninguno de los casos.
¿Y por qué era tan difícil que una mujer se graduara en la universidad? En el presente naturalizamos muchos derechos sociales que en realidad tomaron largas décadas de lucha y la lenta ruptura de las tradiciones. ya había habido el antecedente de mujer farmacéutica en Argentina previo a Cecilia Grierson, pero el acceso de las mujeres a la educación superior era complejo en principio por el costo de estos estudios que no eran gratuitos como lo son ahora y porque además pesaban sobre las mujeres los mandatos de la sociedad conservadora: esencialmente casarse, vivir una vida hogareña y de bajo perfil, y no involucrarse en asuntos públicos. Por otro lado, muchos de los pasos previos a la instancia universitaria eran materias como latín que sólo se dictaban en colegios de hombres.
A fuerza de molestia constante y prolongada sobre las autoridades la Facultad de Ciencias Médicas, Cecilia ingresó a la carrera en 1883 donde luego de seis años obtendría su título en medicina, el primero en ser obtenido por una mujer en el país.
Lejos de ser solo una graduada atípica, Grierson se dedicó luego en simultáneo con su labor como educadora a una intensa carrera practicando la medicina, ejerciendo la ginecología y la obstetricia. Pero no le permitió practicar cirugía a pesar de tener título habilitante por los prejuicios de los hospitales donde trabajó.
Fue, entre otros hitos, fundadora de la Escuela de Enfermeras, miembro fundador de la Asociación Médica Argentina y la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios. De hecho, la idea de los CAPS (Centros de Atención Primaria de la Salud) proviene de su proyecto de salas de primeros auxilios en todos los barrios. Tan influyente fue Grierson en el marco de la medicina que fue una de las colaboradoras en la primera operación cesárea en el país. También fue pionera en la pedagogía de la enseñanza para personas con capacidades diferentes, docente universitaria, docente especialista en educación para mujeres y para colmo de los machirulos de su época y los del futuro, fue también miembro del partido socialista y militante activa por los derechos de las mujeres.
Hechos, no palabras
La carrera profesional, aunque formidable para los estándares de la época, solo es una parte de la figura de Grierson. La otra es la pata política. Durante el primer peronismo se vuelven parte de la estructura legal del estado muchos de los derechos laborales básicos y el voto femenino entre muchos otros. Pero esto era parte de una tradición de lucha de sindicatos y trabajadores que se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX. Esas luchas de los sindicatos socialistas y anarquistas fueron duramente reprimidas y demonizadas por los conservadores en Argentina. Grierson se inscribe en esa tradición de lucha por la igualdad y los derechos en el país siendo una de las impulsoras del primer congreso internacional femenino del país y una activista por la igualdad de la mujer, el derecho al voto, la patria potestad de los hijos y la profesionalización de las mujeres.
Como no podía ser de otra manera siendo médica, científica y empleada pública, al jubilarse sólo le reconocieron algunos años de aportes y recibió una pensión modesta. El 10 de abril de 1934, a sus 74 años, falleció en Buenos Aires luego de una vida que desmentía de manera categórica todos los prejuicios de su época y de las venideras también.
*Profesor de Historia por la Universidad de Morón