Existe sobre la figura de Ernesto Guevara De la Serna cierto dogmatismo, o más bien varios. Como sostiene el historiador Norberto Galasso, algunos sectores auto denominadamente de “izquierda” suelen “traspapelar” ciertas referencias del Che en las que comienza a desesquematizar su lectura sobre el movimiento peronista.
Por otro lado, algunos sectores, también auto denominados “peronistas ortodoxos”, traspapelan ciertas referencias de Perón, en las que sostiene que se le desgarra el alma cuando se entera del asesinato del Che, al que califica como “uno de los nuestros, quizás el mejor”. Podrían argumentar, ciertos descreídos, que se trataba de un cariño por la figura rebelde, contra los poderosos, sin embargo, Perón contesta que es un “absurdo” presentar a Guevara “como enemigo del peronismo”.
¿Estos significa que el Che era Peronista? Creemos, sinceramente, que no. Como tampoco creemos en un Guevara antiperonista.
No nos metemos en semejante entuerto de contrapuntos, por una afición a que se arme quilombo, más bien, entendemos que detrás de estos dogmatismos anida la posibilidad de mejor comprensión del presente político que atraviesa nuestro país, la región y el mundo. Detrás del poster del Che, anida una tremenda figura compleja, que resume en una sola existencia revolucionaria una práctica incesante por una búsqueda de la construcción de un mundo con justicia social, acompañada permanentemente por un estudio mordaz de la teoría revolucionaria que permite pensar, y repensar, contantemente, la forma de llevar a cabo esa transformación, dejando de lado cualquier pragmatismo abstracto o idealismos descabellados, igualmente abstractos.
Entonces, se nos presenta gigante, junto al combatiente guerrillero heroico, un tremendo pensador practico-teórico de alto despliegue conceptual, cuyos análisis se nos aparecen hoy como una herramienta de incalculable valor no solo para entender la complejidad del momento, sino también para actuar sobre esa complejidad. No parado desde pedestales “objetivos” y “neutrales”, sino pensando desde el barro, desde abajo y junto a los trabajadores.
La Poderosa
La faceta de Ernesto mas conocida, seguramente no por casualidad, es la de aventurero. Un joven Guevara recorriendo nuestra América en La Poderosa moto, junto a sus amigos. Transitando por cada rincón y conociendo cada parte de los pueblos que la habitan, aprende además que ese pueblo esta sufriendo, no a causa de su “falta de iniciativa” sino a causa de la explotación de gobiernos que responden a grandes corporaciones económicas que manejan republicas enteras, tal como todavía sucede hoy. No son “los mas vulnerables”, sino que son oprimidos. La vulnerabilidad parece una condición intrínseca del sujeto; la opresión, en cambio, denota una relación de sometimiento de una parte hacia otra: la lucha en el lenguaje ayuda a nombrar aquello que sucede ante los ojos de Guevara, ante los nuestros, y educa, visibiliza la verdad.
Los velos de una educación aburguesada comienzan a desgarrase mientras América se engulle a un joven Guevara que luego será regurgitado en forma de comandante de los Pueblos libres del mundo que luchan por su liberación, por un ser humano libre de explotación.
Guevara, en su aprendizaje, vio más a allá de la pobreza, simple manifestación del problema. En su camino, en sus prácticas, en sus estudios, comienza a dotarse de las herramientas conceptuales que permiten penetrar ese duro cascaron de lo aparente y percibió, entonces, a los explotados, a los oprimidos y, como contracara, a los opresores y explotadores.
Aprendió también que solo el pueblo puede salvar al pueblo y que ninguna elite de iluminados políticos podrá reemplazar jamás la acción organizada de ese pueblo. Sin embargo, supo ver, que la organización en sí, no quiere decir nada. Y que determinadas tareas políticas demandan determinados tipos de organizaciones.
“No intentamos de ninguna manera sustituir un hombre por otro, sino un sistema por otro sistema. No buscamos el triunfo de un hombre o de otro, sino el triunfo de una clase mayoritaria…” Suena como algo que diría el Che, ¿no? Pero lo dijo Perón.
Eso mismo aprendió Guevara. Y para ver eso es necesario cuestionar la realidad más allá de lo aparente. Y para eso necesitó formarse científicamente en el estudio de la realidad, para, en consecuencia, poder desarrollar formas de acción que permitan alterar ese estado de cosas. Una lectura subversiva de la realidad no pudo ni podrá brotar desde el sentido común, pues este sentido es el garante cultural de la reproducción de la injusticia, que anida, no en cuestiones morales abstractas, o en espíritus malévolos, sino en el seno mismo de la reproducción de la vida en esta forma de vida económica. Tras la simple mercancía, se oculta el robo, la desigualdad y la pobreza, una cuestión tan evidente, que se hace imposible de ver, sin un análisis científico.
No se puede cambiar lo que no se ve
Hay otra faceta, menos propagandizada, del revolucionario. Guevara es, sin dudas, uno de los exponentes mas brillantes del estudio de la teoría social científica de todo el orbe. El Che fue un gran estudioso del marxismo, y también un gran practicante. Parado desde allí, también se dedico a pensar y elaborar material teórico que permita poder comprender la realidad en toda su complejidad y así poder generar líneas de acción practica que permitan operar sobre la realidad de forma eficiente. Un conocimiento popular y para el pueblo, produciendo pensamiento revolucionario, subversivo del orden económico.
El Che, igual que Perón, entendió que, si no se termina con el capitalismo, no puede haber liberación. Y a ello dedico su vida. Por las características que tuvo Cuba, similares en muchos aspectos a la Argentina, Guevara percibió, junto con Fidel, que para poder realizar esa tarea en naciones semi o subdesarrollada debe darse de forma particular, con aliados peligrosos. ¡Pero debe darse! No asumiendo el programa político de ese aliado, sino desarrollando un programa propio que se pare desde los pies del pueblo trabajador y pobre. De lo contrario, no se puede hablar de lucha contra la injusticia, sino se apunta a eliminar su causa, si el movimiento no se transforma en revolución.
Sus escritos económicos arrojan una luz necesaria que nos indica que no puede haber sociedad económicamente independiente, políticamente soberana y socialmente justa sin eliminar el puntal económico del sistema: la ley del valor (garantizada por la propiedad privada de los medios de producción). Parado sobre los hombros de viejos revolucionarios, llevó adelante una gran disputa en el gobierno revolucionario de Cuba, para que la forma en que se maneje la economía cubana, vaya eliminando paulatinamente esta forma de organización económica, pues advertía con razón, que esta manera de reproducir la vida solo podía genera humanos individualistas, egoísta, avaros, es decir, exactamente lo que necesita el capital para reproducirse y ampliarse.
Este debate tomo cuerpo en lo que se conoció como la disputa entre el “cálculo económico” y el “sistema presupuestario”, esto último proponía y defendía el Che.
No se trata de un debate “idealista”, “poco pragmático”. Al contrario, en esa discusión se debatía la forma de organización económica: que se produce, pero fundamentalmente, como se produce. ¿Manejamos el entramado de producción del país con criterios de obtención de ganancias cuando una materia pasa de una rama de la industria a otra, de una fabrica a otra? O, elegimos entender esa estructura como un solo cuerpo con manejo centralizado, con una producción guiada por las necesidades y no por el criterio de demanda del mercado. Guevara predijo, casi 30 años antes, que, si la Unión Soviética seguía sosteniendo criterios de ganancia dentro de su economía y no combatía contra ello, tarde o temprano el proyecto socialista se derrumbaría. No se equivocó.
“Y por qué buscamos el poder para esa clase mayoritaria, es que debemos prevenirnos contra el posible “espíritu revolucionario” de la burguesía. Para la burguesía la toma del poder significa el fin de su revolución, para el proletariado, la clase trabajadora de todo el país, la toma del poder es el principio de esta revolución que anhelamos para el cambio total de las viejas y caducas estructuras demo liberales”. Si, otra vez Perón.
Como se ve, tenían claras muchas cosas. No hay justicia social posible si el pueblo trabajador no es protagonista de la lucha política, si aquellos que solo tienen sus manos para trabajar, en su conjunto, no irrumpen en la disputa. No puede haber independencia económica sin un programa político de y para los trabajadores, que derrumbe hasta la última piedra del sistema que genera esa dependencia y desigualdad. Porque no solo importa trabajar sino, fundamentalmente, bajo que formas y como se trabaja. Infinitas cantidades de trabajo pueden no producir una pizca de liberación. No puede haber soberanía política real, profunda, duradera, sino hay revolución.
Hablar del Che no es tarea de historiadores, nos espera en el futuro y nos acompaña en el camino.