Hace más de 70 años, Juan Domingo Perón, creó un movimiento político sustentado en el trabajo genuino por mano de obra argentina. Los trabajadores fueron el nervio motor de esa implosión inesperada, en un país que con naturalidad, era gobernada por oligarcas terratenientes, enquistados en esa amplia diversidad de todo lo que significa tener el poder y disponerlo a su antojo.
Este movimiento en la medida que el Gral. Perón arrinconaba al poder oligárquico en su afán por nivelar las innumerables asimetrías sociales que el pueblo soportaba, en muchos casos en estados de esclavitud, fue abriendo puertas a sectores ajenos al ámbito del trabajo. Comenzó a crecer.
Perón logró en su país una más que interesante transformación social. Anteponer a cualquier otro apetito o privilegio, el valor de la fuerza del trabajo. Los trabajadores comenzaron a gozar de derechos ocupando el centro de la escena de este Movimiento, que se traducía en una Argentina próspera y competitiva dentro del mercado internacional.
En la tierra peronista comenzaron a germinar distintas ramificaciones de diferentes plantas ideológicas, entre esas plantas, unas más exóticas, otras más rústicas, como incómodas y sospechadas al movimiento inicial. Continuaba creciendo.
Perón cayó en 1955, por haber cometido el condenable pecado de haber luchado para alcanzar una sociedad más justa, a la barbarie que venía sucediéndose 10 años antes. Este pecado, afectó las entrañas voraces de la oligarquía, quien no le perdonó insolente osadía. Continuó creciendo en resistencia.
Si en el territorio peronista, como señalara más arriba, acotando las primeras adhesiones al proyecto de Perón, generaron rispideces de convivencia dentro del movimiento, mucho más lo fue, cuando proscribieron a Perón durante 18 años, exiliado en España. Continuó creyendo en Perón, como insignia de unidad.
El Movimiento durante esos años de ausencia, padeció metamorfosis varias, todos sabemos lo que esto en definitiva ocasionó.
Considero, sin hilar tan fino, encontrar aquí la respuesta a lo que impulsó a “peronistas”, apañados por la misma Justicia que curiosamente atiende las demandas del Ejecutivo presidido por Mauricio Macri, arrasar con la legitimidad de la casi reciente conformidad del Partido Justicialista.
Este avasallamiento político direccionado por peronistas macrisados, (por decirlo de algún modo), lo que imputan a este PJ, es la apertura que el kirchnerismo ha permitido a expresiones políticas a jugar dentro del movimiento creado por Perón, a tintes progresistas y de izquierdas, para colmo, ahora legitimadas oficialmente del PJ. La Roma de la liturgia peronista. Esta recuperación ideológica peronista fundacional, fue quizá lo que Perón y Evita no pudieron concluir.
Esto que hoy sucede, ya lo padecimos, con sangre, muertes y desapariciones, nadie, piense como piense, desea retornar a estos oscuros días.
Si esto mismo hubiese ocurrido hace 40 años atrás, la cosa se resolvía a bomba y bala. Hoy no. Aunque muchos le cargan culpas a la desaparición del muro, añorando el fuego y a la muerte.
Lo concreto es saber que el peronismo, ante esto que sucede, está demostrando que durante estos últimos 70 años, no ha habido ninguna otra expresión política que la haya superado o suplantado. Si el kirchnerismo para una gran mayoría del peronismo y no peronismo fue lo mejor, para otros lo peor, si Cristina se cerró, la cerraron, la aman o la odian, serán adjetivaciones menores, ante lo que se viene en el mundo de hoy.
El capitalismo de un lado con sus representantes vernáculos a total disponibilidad, o el pueblo trabajador luchando en su contra, en búsqueda de su emancipación.
Todos, unos más, otros no tanto, contamos con el olfato suficiente como para acertar que nos conviene comer.
Concluyendo, se me ocurre pensar que, Congreso mediante, con todo el universo peronista adentro, el temario a definir, fuese confesar voto de por medio, qué sociedad anhelamos construir, si una neoliberal o una nacional y popular emancipada.