Los hechos
La quita de subsidios al transporte público fue una de las promesas de campaña de Javier Milei, y uno de los puntos con los que se acusó a Sergio Massa de hacer “campaña del miedo». Por entonces se especulaba con que el boleto mínimo pasaría a $700. Si bien la realidad no es tan drástica, hoy el boleto mínimo en el Área Metropolitana de Buenos Aires es ya de $100 pesos, y pasará a ser de entre 200 y 250 según la empresa. Para el caso de los trenes, la suba lleva el boleto mínimo a $150. Es decir, para alguien que utiliza dos transportes para ir a su trabajo el costo diario de transportarse oscilará en promedio los $800 pesos por día. Si están registrados…
La nueva condición para seguir aplicando el porcentaje de subsidio que sigue vigente es que los usuarios registren la tarjeta a su nombre. En caso contrario, las tarjetas SUBE no registradas pagarán un mínimo de $300. No se descartan nuevos aumentos por mayor quita de subsidios o por inflación.
¿Por qué suben las tarifas?
La idea del gobierno es sencilla: que la población pague por los servicios lo que valen, lo que cuesta producirlos más una razonable ganancia para la empresa. Así, la empresa se incentiva a competir y ofrecer un mejor servicio, y el gobierno disminuye el déficit fiscal. ¿No es así? La verdad que no. Existen casos cotidianos de líneas que tienen el monopolio del transporte en ciertas áreas, no invierten en su personal y sus coches, y llevan años sin ofrecer un servicio con calidad mínima. Al quitarles los subsidios trasladan ese costo extra a los usuarios, pero no mejoran ni la frecuencia ni sus vehículos. Si bien es cierto que el estado que se quita un peso de encima elude su responsabilidad frente a otra cuestión clave: la razonabilidad de los aumentos. El valor del boleto no existe en el vacío sino en relación con lo que cuesta el combustible, el sueldo de los choferes, los costos de mantenimiento y el salario de los usuarios. Este último al estar congelado de facto (de hecho, depreciado por la inflación en aumento) vuelve poco razonable el precio, ya que los salarios más bajos ahora tendrán que destinar un mayor porcentaje de sus recursos sólo para viajar a sus trabajos.
¿Mejorará este aumento tarifario el servicio? No, nos ofrecerá lo mismo, pero más caro.
Las paradojas de la libertad
Durante la pandemia las aplicaciones de seguimiento y la trazabilidad de las tarjetas SUBE fueron duramente criticadas por los libertarios y el PRO porque se consideraba que esto atentaba contra la libertad de las personas y le permitía al estado tener información sobre los movimientos de los usuarios sin su consentimiento. En un giro inesperado de los hechos ahora, para poder viajar un poco más barato, el estado en manos de los libertarios nos exige que registremos la SUBE para saber a quienes va destinado el subsidio y de paso tener acceso a los mismos datos que años atrás eran opresores, dictatoriales y comunistas, pero que ahora son liberadores, democráticos y republicanos. Paradójicamente, el partido de la libertad necesita un control más preciso sobre los usuarios. ¿Y para qué? En principio, para ajustarlos mejor.