Este 16 de febrero se cumplen 181 años del crimen del Tigre de los Llanos en Barranca Yaco. Juan Facundo Quiroga nació en San Juan de las Manos, Provincia de La Rioja en 1788. Militar, gobernador de la provincia de la Rioja, federal convencido de la necesidad de construir un país constituido por todos, y muy preferentemente por ese interior que desde Buenos Aires miraban como algo extraño y ajeno.
[dropcap style=’box’]N[/dropcap]ació en San Juan de los Manos, provincia de La Rioja, en 1788. Fueron sus padres José Prudencio Quiroga y Juana Rosa de Argañaraz. A los dieciséis años comenzó a trabajar en la conducción de los arreos de su padre; a los veinte, éste le encargó la administración de los bienes familiares. Pero eventualmente deserto del hogar paterno y se alistó en el ejército libertador. Se sumó con los reclutas a Buenos Aires, donde fue destinado al Regimiento de Granaderos a Caballo que el General José de San Martín estaba organizando.
Luego de su participación en la lucha independentista retorno a su provincia, de 1816 a 1818 fue capitán de milicias en el departamento de San Antonio bajo las órdenes del comandante Juan Fulgencio Peñaloza, a quien reemplazó en 1817. Luego se hará cargo del gobierno de La Rioja, que ejerció desde el 28 de marzo hasta el 22 de julio de 1823.
Su compromiso por la causa federal lo llevo como General a protagonizar una vida intensa de lucha. De la muerte de Facundo Quiroga sabemos que ocurrió en Barranca Yaco el 16 de febrero de 1835 y que el jefe de la partida ejecutora era el capitán Santos Pérez, hombre de confianza de los hermanos Reinafé, dueños y señores de la provincia de Córdoba por esos días.
Pero el punto donde deseo enfocarme es en la ideología de aquel caudillo del federal.
Los federales concebían una forma de organización basada en la asociación voluntaria de las provincias, que delegaban algunas atribuciones para constituir el poder central, pero conservaban su autonomía. Para ello se debía sancionar una constitución federal, según la cual las provincias conservaran la capacidad de elegir a sus autoridades, dictar constitución y leyes propias y administrar los asuntos locales. Por otro lado los partidarios del federalismo constituían un grupo heterogéneo, en el que era predominante la adhesión de los sectores rurales y de los hacendados.
Uno de los puntos centrales era una política aduanera proteccionista que favoreciera a las producciones locales, y el reparto de los derechos de aduana entre todas las provincias. El federalismo por ende se oponía al unitarismo que pretendendía un país centralizado en Buenos Aires. La crisis del año 20 marcó el surgimiento del federalismo de hecho. Los federales también consideraban que mientras no se dictase una constitución, la unión nacional se aseguraría mediante pactos interprovinciales. Pero consideraban la necesidad de dar al país una constitución federal que permitiera la organización nación con un lugar preeminente al interior al que ellos representaban.
La derrota del proyecto federal frente al unitarismo liberal permitió organizar al país con un interior que no desarrollara todo el potencial que tiene aún en nuestros días. Las políticas de liberalizar el comercio permitió no dejar desarrollar al interior – exceptuando aquel sector agrario que surgiría a finales del siglo XIX – dejándolo postergado y condenando a sus habitantes en la pobreza y el retraso económico permanente.
Esa postergación del interior solo podrá ser revertida cuando se apliquen políticas que realmente sean pensadas en un plano federal, fomentando el crecimiento de cada provincia y el desarrollo de sus propios recursos, sin la dependencia absoluta de un poder centralizado en Buenos Aires.