Por Milagros García
Tuve dos ideas recurrentes durante mi lectura de Actos humanos (2014) de Han Kang. La primera fue lo bien que le corresponde la siguiente frase de Wallace: «El objetivo de la buena ficción es la de darle calma a los perturbados y perturbar a los que están tranquilos». Después, que mis lecturas de sus obras siempre están atravesadas por la incomodidad: los personajes están llenos de aristas, las situaciones son ásperas y, en muchos momentos, aparece una crueldad más o menos sútil, pero siempre irreversible. Sin embargo, es una incomodidad adecuada, porque suele ponernos en lugares que no podemos ocupar con tranquilidad ni complacencia.
Actos humanos es una antología de relatos ficcionalizados a partir de la exhaustiva investigación que hizo la autora sobre los testimonios de la Masacre de Gwangju de mayo de 1980. Este hecho fue la represión brutal de la dictadura de Chun Doohwan a una toma de las armas por parte de la ciudadanía que dejó un saldo de 165 muertos oficiales, pero que en realidad se dice que fueron muchos más de 1000. Han Kang nació en Gwangju, y a pesar de que migró a Seúl con su familia y durante estos sucesos tenía apenas 10 años, los ecos de las desgracias que alcanzaba a escuchar en su casa le insistieron a lo largo de su vida.
El primer relato nos sitúa, de una forma poco frecuente y que funciona muy bien (y que no voy a spoilear) en un punto bastante avanzado de lo que sucedió durante aquel levantamiento. De esta manera nos encontramos in situ con los personajes que acompañaremos, hacia el pasado o hacia el futuro, en el resto de los relatos. Esa maniobra de ir acercándonos a los personajes uno por uno a partir de esa desgarradora escena inicial nos ayuda mucho a embebernos de su agencia revolucionaria, al profundizar en el motor de su voluntad y sus circunstancias; o a sentirnos atravesados por las consecuencias de la violencia institucionalizada.
El familiar de un sobreviviente le dice: “¿Quiere que le dé permiso? Claro que se lo doy. Eso sí, tiene que escribirla bien. Que sea una historia recta y cabal. Escríbala de tal manera que nunca más puedan profanar la memoria de mi hermano”. Y ella cumple. Toma una serie de decisiones narrativas que evocan en nosotros el respeto, la empatía, el compromiso, el dolor, la conmoción que son oportunos. Pienso en la inquietud que confiesa Walsh en su prólogo a Operación Masacre: “¿Puedo volver al ajedrez? Puedo. Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo, a la novela «seria» que planeo para dentro de algunos años […]. La violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas, he visto un coche agujereado y adentro un hombre con los sesos al aire, pero es solamente el azar lo que me ha puesto eso ante los ojos.” Algunos discursos requieren de un compromiso y una responsabilidad enorme, y creo que este es un caso ejemplar porque ha encontrado el tono correcto para cumplir con esos requisitos.
No quiero contar mucho sobre la trama ni los recursos, porque no creo que sea una experiencia de lectura que corresponda transmitir. He aprendido en mi camino lector a tratar algunos textos con la solemnidad que solicitan. Pero sí los invito a asomarse con prudencia a este relato profundamente vital y les comparto esta anécdota que mencionó Han Kang en el discurso con el que recibió el premio, y que creo que sintetiza muy bien la pregunta que late en la obra: “De niña, no había comprendido el significado político de esas imágenes [fotografías de los caídos en la masacre], y los rostros destrozados se fijaron en mi mente como una pregunta fundamental sobre los seres humanos: ¿Es este el acto de un ser humano hacia otro? Y luego, al ver una foto de una interminable cola de personas esperando para donar sangre fuera de un hospital universitario: ¿Es este el acto de un ser humano hacia otro? Estas dos preguntas chocaban y parecían irreconciliables; su incompatibilidad era un nudo que no podía deshacer”.
Ficha Técnica
- Idioma: español
- Editorial: Sudamericana
- Autor: Han Kang
- Año: 2024
- Páginas: 208