Por Nicolás Malinovsky*
Hoy la energía, considerada un commodity global, se encuentra en el centro de atención a nivel mundial producto del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, iniciado en febrero de este año. En consecuencia, esto ha desatado una crisis energética que tiene como epicentro el abastecimiento de gas a Europa pero que a la vez ha tenido impacto en todo el mundo, dado el encarecimiento de los hidrocarburos por un lado y los alimentos por otro.
Rusia abastecía un 40% del gas que se consume en Europa. A partir de agosto de este año, ha cortado el suministro a través del gasoducto Nord Stream 1 por cuestiones de mantenimiento; y el pasado 27 de septiembre, sus instalaciones fueron atacadas y saboteadas deteniendo de esta forma el suministro de gas hasta el momento.
En este escenario, el abastecimiento de gas ruso a Europa y Reino Unido está siendo reemplazado principalmente por Gas Natural Licuado (GNL) de Estados Unidos, Qatar y Nigeria, además del gas proveniente por gasoductos desde Noruega y Argelia, entre otros. Esto ha repercutido en los costos energéticos de Europa, que se han encarecido a niveles jamás imaginados, desatando diversas manifestaciones en Francia, Italia, Reino Unido, éste último con el lema de “No pagues al Reino Unido”.
Esta crisis energética para Europa y el mundo ha sido beneficiosa para Estados Unidos, ya que se convirtió en el tercer exportador mundial de GNL luego de Australia y Qatar. Según el Consejo de la Unión Europea, las exportaciones de GNL de EEUU aumentaron un 12% en la primera mitad de 2022 en comparación con la segunda mitad de 2021, con un promedio de 11,200 millones de pies cúbicos por día (Bcf/d).
Asimismo, la Administración de información de energía de EEUU (EIA, por sus siglas en inglés), notificó que alrededor del 71% de las exportaciones de GNL de EEUU se dirigieron a la Unión Europea y Gran Bretaña durante los primeros cinco meses de este año.
Las exportaciones de GNL de EEUU continúan creciendo por tres razones:
- Una mayor capacidad de exportación de GNL por parte de EE.UU.
- Mayores precios internacionales del gas natural y GNL.
- Una mayor demanda mundial, particularmente de Europa.
Es importante remarcar que hoy el gran país del norte es exportador de GNL al mundo y, principalmente a Europa, producto del desarrollo que inició con la denominada revolución del shale en 2013, la cual permitió su autoabastecimiento energético y a su vez generar saldos exportables de hidrocarburos. Ese momento coincidió con el desarrollo de Vaca Muerta en nuestro país.
En este sentido, mientras EEUU lograba su autoabastecimiento, en forma simultánea sancionó sistemáticamente la construcción del Gasoducto Nord Stream 2 de Rusia a Alemania, junto a las empresas vinculadas en su construcción. Además, durante el gobierno de Donald Trump, se anunció el programa “Gas de la Libertad”, cuyo objetivo era abastecer de GNL a todo el mundo y hoy empieza a lograrlo con Europa como principal cliente.
Pero EEUU no es el único ganador en materia energética producto de la guerra Rusia-Ucrania. Las empresas petroleras ExxonMobil, Chevron, Shell, BP y TotalEnergies acumularon más de 60.000 millones de dólares en beneficios durante el último trimestre del 2022, recuperando posiciones perdidas en la pandemia.
En consecuencia, el presidente Joe Biden anunció recientemente que se debe colocar un impuesto a estas grandes ganancias extraordinarias producto de la guerra, criticando a Exxon a principios de año por «ganar más dinero que Dios».
Ahora bien, este contexto de crisis energética se da en medio de la denominada “Transición Energética”, anunciada globalmente por las grandes potencias, organismos multilaterales y las principales corporaciones tanto energéticas como tecnológicas principalmente.
Esta transición supone pasar del sistema energético fósil, que hoy representa el 80% de la matriz energética mundial, con un modelo de producción industrial “fordista”, a un sistema energético basado en las energías “limpias”, entre ellas, renovables como solar, eólica e hidroeléctricas, como así también la energía nuclear, con un nuevo modelo de producción basado en una economía de plataformas, o lo que algunos llaman digitalización de la economía.
Además, se suma el gas natural como puente de esta transición, en detrimento de la generación eléctrica con carbón. Cabe mencionar, que la Unión Europea declaró en julio de este año al gas natural y la energía nuclear como energías verdes para la transición.
Este nuevo sistema de producción basado en energías limpias, que viene asociado a la necesidad de disminuir los Gases de Efecto invernadero (GEI) para mitigar el cambio climático, demandará a su vez la explotación de grandes recursos naturales como el litio, níquel, cobre, aluminio, silicio policristalino, etc.
De esta forma, pasaríamos de un sistema extractivista fósil a un sistema extractivista basado en la explotación minera. Es decir, la transición energética impulsada por las principales potencias, organismos multilaterales y grandes corporaciones presenta el riesgo de ir hacia a un sistema de acumulación por desfosilización, en el marco del sistema capitalista, que genera mayores desigualdades. Por el contrario, debemos recuperar el patrimonio de los recursos naturales desde el Estado y desde nuestros pueblos, que claramente implica procesos de soberanía y de mayor igualdad.
Por consiguiente, América Latina tiene una gran oportunidad ante este nuevo desarrollo de las fuerzas productivas, dado que posee los bienes comunes que demandará éste proceso. A saber, la región cuenta con el 60% de las reservas de litio del mundo, grandes reservas de hidrocarburos, convencionales y no convencionales, hidrógeno verde, grandes aprovechamientos eólicos y solares, reservas de agua, entre otros.
En particular, vale remarcar que el litio tiene una importancia geopolítica, al punto tal que la jefa del comando sur de los EEUU, Laura Richardson, mencionó en julio de este año, la necesidad de “cuidar” estos recursos de China o Rusia, por la “seguridad” de de su país.
Es importante mencionar que los minerales para la transición energética han tenido un crecimiento exponencial en su precio este último año, a modo de ejemplo, el precio de la tonelada de carbonato de litio en el mercado asiático en agosto promedió los u$s73.063, representando un aumento de un 395% en comparación con agosto de 2021.
Por ejemplo, para dimensionar lo que demandará el cambio de sistema energético, si vemos el caso de movilidad en Argentina, según la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC), en 2020 el país alcanzó los 14.564.842 vehículos. El estudio revela que el 82% de los vehículos en circulación son automóviles, mientras que el 14% corresponde a los comerciales livianos, y el 3,8% a comerciales pesados (incluye camiones y ómnibus). Si tuviésemos que reemplazar el parque automotor actual con autos eléctricos o híbridos, necesitaríamos desarrollar casi 12 millones de nuevos vehículos, a lo cual debe sumarse el desarrollo de infraestructura para este tipo de movilidad.
Este estado de situación nos plantea el desafío, tanto como país y como región, de abordar la transición energética desde una planificación que tenga como eje el desarrollo productivo con una mirada sustentable y ambiental en favor de las grandes mayorías de América Latina, y no en favor de grandes corporaciones y potencias mundiales que históricamente han saqueado nuestros territorios a costa de maximizar sus ganancias.
Es por ello que mientras la energía sea considerada un commodity, las grandes mayorías estaremos a merced de su «suerte», así está planteado el dilema.
*Ingeniero Electricista (UNRC). Magíster en Gestión de la Energía (UNLa). Diplomado en Anticipación Estratégica y Gestión de Riesgo (UNDEF). Director del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia.