La Votación
El próximo domingo 2 de octubre tendrán lugar en Brasil las elecciones generales mediante las cuales se elige al presidente, al vicepresidente, representantes legislativos de la Asamblea General, y a los gobernadores y legisladores estatales.
Todos los ciudadanos brasileños a partir de los 16 años pueden votar, pero solo desde los 18 tienen la obligación de hacerlo. Los residentes en el extranjero solo podrán votar para los cargos de presidente y vice.
El sistema electoral brasileño establece que sólo podrá ser electa en primera vuelta la fórmula que alcance el 50% de los votos totales, y que en caso de que ninguno de los partidos supere dicha cifra se realizará una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados en la primera elección. En caso de darse el ballotage, el mismo tendrá lugar el último domingo de octubre según lo establecido por la Justicia Electoral.
Los candidatos a presidente en esta ocasión son 11 en total, siendo Ignacio Lula Da Silva quien lidera las encuestas con probabilidades serias de ser electo con números cercanos al 50%. En segundo lugar, le sigue diez puntos atrás Jair Bolsonaro, representante de la ultraderecha brasileña quien hasta el momento se manifiesta como ganador y se ha pronunciado en medios hegemónicos como reacio a aceptar una derrota electoral, con inciertas consecuencias frente a los resultados. Entre ambos reúnen cerca del 80% de la intención de voto, mientras que el restante 20% se divide entre los candidatos del Partido Democrático Laborista, Ciro Gómez; Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño; Vera Lucia Salgado, del Partido Socialista de los Trabajadores Unificados; Felipe D’Avila, del Partido Novo; Soraya Thronicke, por Unión Brasil; José María Eymael, por Democracia Cristina; Leo Péricles de Unidad Popular, Sofia Manzano por el Partido Comunista Brasileño; y Kelmon Luis de Silva Soussa de Partido Laborista Brasileño.
Se espera que las demás fuerzas puedan torcer el resultado electoral a favor de Lula o Bolsonaro en caso de un ballotage, aunque las proyecciones seguirían siendo a favor del dos veces presidente.
Un Tormentoso Clima Electoral
La Justicia Electoral Brasileña ordenó la prohibición de portar armas, incluso a los que poseen licencia, durante todo el proceso electoral. La medida se da en un contexto de escalada de violencia por parte del oficialismo que arenga los discursos fascistas al interior de la sociedad brasileña, habilitando acciones violentas contra partidarios de cualquier otra fuerza política, minorías sexuales, comunidades indígenas y negros.
El alineamiento político de la gestión Bolsonaro con los discursos supremacistas del gobierno de Donald Trump ha establecido en el país vecino durante los últimos cuatro años un clima de profunda intolerancia a la vez que una simplificación de los problemas de la sociedad brasileña, y propuestas violentas cuando no directamente antidemocráticas frente a estas cuestiones. Los debates políticos se han reducido a una degradación de la figura de los adversarios sin más contenido que los ataques de carácter personal hacia los demás candidatos.
Por otro lado, Bolsonaro ha creado un profundo clima de tensión con diferentes sectores tras diversos actos en contra de la población tales como negación a cumplir con medidas de cuarentena y distanciamiento social, la quema de grandes porciones del Amazonas, la propagación de discursos de odio y el apoyo a la libre portación de armas.
Además, la alianza con los medios hegemónicos brasileños y sectores del poder judicial con probados actos de corrupción, generaron durante el gobierno de Bolsonaro la persecución judicial hacia los opositores políticos, siendo el caso más resonante la prisión de Lula da Silva con la base en las acusaciones del juez Sergio Moro. Por esta razón, el discurso del oficialismo plantea un escenario electoral en que la población debe elegir entre el bien y los corruptos, sin dar lugar a cualquier opción o propuesta política por fuera de la derecha. Es por esto mismo, que Bolsonaro puede ahora poner en duda si acatará o no el resultado electoral en caso de serle adverso: se ha construido a lo largo de los años una demonización e intolerancia hacia los demás partidos, sobre todo en el espectro de la izquierda o la centro-izquierda. Se espera un escenario incierto en caso de que finalmente no acate los resultados electorales, ya que obligaría a los factores de poder en Brasil (como el ejército que lo apoya en gran medida) a decidirse por la estabilidad democrática o una interrupción de la misma.
¿Punto de Inflexión?
En toda la región los regímenes de derecha y ultraderecha, como Piñeira en Chile y Macri en Argentina, han sido derrotados en los últimos años siendo el oficialismo de Bolsonaro el único caso que sigue en pie. Siendo Brasil el motor económico de la región y la potencia más sobresaliente a nivel geopolítico, se especula que una derrota de la ultraderecha consolidaría un giro político en Sudamérica hacia la centro-izquierda. Además, obligaría a los EE. UU, principal apoyo de los regímenes de derecha en el continente, a replantear sus estrategias para incidir en la región.
Sin embargo, cabe destacar que incluso en caso de ganar Lula, hasta ahora todos los gobiernos progresistas han tenido serias dificultades para llevar adelante políticas de distribución de la riqueza o revertir el clima de intolerancia política. El propio Lula deberá enfrentarse con una oposición que le desconoce cualquier tipo de legitimidad política y que está dispuesta a romper las normas esenciales de la convivencia democrática para llevar adelante sus intereses.
El camino hacia una victoria electoral de Lula parece allanado de momento. Pero la verdadera contienda se dará inmediatamente después si el oficialismo decide no acatar el resultado electoral. Qué hará Lula frente a una oposición con la que prácticamente no existe posibilidad de diálogo o consensos básicos será determinante para los demás gobiernos de la región que verán en esto un principio de actuación o la imposibilidad final de la democracia como la conocemos hasta ahora.