Fue para mí el fin de la inocencia,
La dura y a la vez esperanzadora revelación de nuestras complejas ataduras.
La conocí sin entenderla plenamente
Cuando oí que la atacaban
Y no logré ponerme del lado de los agresores.
Siempre me hablaron de sus joyas,
Y sus vestidos,
De su desmesura,
De su deseo de poder,
Era tarde
Me había enceguecido con la idea de un mundo más amable,
Me hizo desenterrar anhelos de justicia
Que no sabía que tenía.
La ví ser grande y engrandecerme,
Al contrario de los grandes hombres que al crecer van achicando el horizonte de las vidas ajenas.
La ví sembrar trigo y soja,
Y montar industrias,
Encauzar ríos, encender átomos,
Rasgar el techo del cielo con las alas desplegadas de un satélite,
La Vi enfrentarse a piratas con dentaduras terribles, imperios que trafican armas, carne y muerte, a los viejos boludos convencidos de que saben todo lo que hay que saber y que sobreviven a todas las épocas y son más boludos cada vez
La ví pelear contra genocidas y traficantes nacidos en cuna de oro,
La ví sacudirse de los hombros a la estirpe de los buitres que infecta el mundo con un valor que sólo ha portado ella y que no he vuelto a ver en nadie más,
La ví batirse contra injusticias viejas como arrugas en la piel,
Contra hambres antiguas,
Contra desigualdades que nacieron con nuestro nombre,
La ví enfrentar a la estupidez más abyecta, dañina, autolesiva y sorda que ahora puebla la tierra,
La ví pelear cara a cara con los criminales vulgares que usurparon hace tiempo la cáscara seca de nuestras instituciones.
La ví enfrentar las corbetas y los destructores con astucia,
Y las intrigas con coraje.
La ví luchar día y noche, noche y día,
Contra un ejército de deshonestos que venden lo que hay entre sus pausas publicitarias,
Y contra el mar de salames que engendran los deshonestos,
Y contra la plétora de boludos de útiles que opinan cualquier cosa con tal de no los acusen de simpatías con ella.
Casi siempre le endilgan ser soberbia,
Y siempre he pensado que su lucha a fin de cuentas no es otra que contra la gran soberbia que anida en el corazón de los hombres.
Anunciaron su muerte tantas veces que ni me acuerdo:
El día que fue apuñalada a traición en el Congreso, mientras se debatía que los frutos de la tierra que es de todos se aprovecharán para todos.
También el día que un estallido hizo volar las casas de los humildes en el norte del mundo y todos decían, la ola nos arrasará, ella se terminó.
O el día que se acabó el viento de cola y todos pensaron es el fin, es el fin.
O el día que fallecido su esposo se negó a llorar y todos calumniaron su memoria, y se frotaron las manos creyendo que era una presa fácil, ese día que solo por ver qué festejaban ellos y que llorábamos nosotros entendí que había en el medio una distancia más grande que solo la de las ideas.
También el día que un lacayo fue atrapado revoleando bolsos, y el dueño del enchastre todavía dijo: ella fue.
Y después de tanta mentira, tanta pedantería, tanto odio, volvió de su última supuesta muerte para avergonzar en público a una generación de soberbios a quienes venció sin transpirar.
Pocos, poquísimos han sabido caminar junto a ella por las alturas,
No ha estado su camino libre de tropiezos y maldiciones,
Cuando la conocí entendí que vivimos en medio de una tormenta,
Muchos hemos despertado y no podremos ya dormir jamás,
Aunque no esté ella, la tormenta sí,
Le debo cuánto menos el fin de esta larga inocencia,
Aunque no confíe en lo que pueda ver
El sonido de los rayos es elocuente.
Conozco a los hombres que escriben y a sus vicios,
Se lo que dirán en diez años los libros de historia,
La irracional, la prepotente, la corrupta, la mentira de turno que esté de moda,
Y tendré yo que contar con la paciencia y cariño de los que narran con la voz los días de la edad en la que florecieron mil flores, y todos los futuros eran una posibilidad, la era en que tuve los sueños más lindos y las esperanzas más grandes.
Les hablaré a todos de los días en que un orgullo modesto me embriagaba el aire, de una mujer que hizo acobardar a una bala que tímida no se animó a salir.
Será en debates y discusiones, a corazón y mente abiertos, con mesura, pero no sin pasión.
Sabrán los que me escuchen que les hablo de Cristina.