Por Milagros García
Hay fantasmas que espían detrás de cortinas en cuartos prohibidos, muertos que se asoman a narrar, apariciones en jardines de infantes abandonados, bosques que en su pulso vital esconden el secreto de las últimas horas de mujeres de todas las edades, mujeres que aporrean las puertas de las casas de desconocidos y lloran para que se les permita entrar, tijeras desesperadas que cortan carne indiscriminadamente en el afán de arrebatarle un alma a la muerte. Sí, está todo eso; así como los ambientes densos en sus detalles y cargados de la tensión insistente que caracteriza al género gótico. Los castillos sombríos y embrujados fueron sus primeros escenarios en el siglo XVIII, pero el carozo de la narración que ha evolucionado para seguir funcionando con los motivos de nuestros tiempos es aquella presencia que se resiste a abandonar este plano, que no permite dejar el pasado en el pasado porque tiene una historia que honrar o un símbolo (probablemente obsoleto) que sostener.
Pero no es lo que más resuena en la lectura. Los recursos están puestos al servicio de hacer hablar problemáticas vinculadas con las experiencias de las mujeres, y quizás por eso los que más me impactaron son aquellos narrados por o que acompañan en la narración a protagonistas jóvenes, que exploran aún con más perturbación las estructuras rígidas de un sistema construido sobre presupuestos arbitrarios. El terror latente en el inconsciente colectivo femenino tiene que ver con parir fuera del matrimonio, criar fuera de una familia, insertarse en ámbitos laborales históricamente masculinos, estar condenadas a ser el sostén financiero y a cuidar de los progenitores, el estigma de la soledad.
Es interesante pensar lo efectivos que son estos discursos para analizar algunos aspectos de nuestra sociedad; cómo el sustrato espectral de una cultura puede ser una alternativa fértil a reproducir el método y la mímesis que se nos ha enseñado y demandado formalmente. Quizás sea la persistencia fantasmagórica lo que necesitan las minorías para modelar un código externo a las vías habilitadas por la hegemonía.
Mi cuento favorito es el de Choi Yeongkeon, titulado “La noche de Ahn y Wan”, en el que dos muchachas se acercan a visitar a un fantasma con el que anteriormente ya se ha encontrado una de ellas, y su amiga (que sugestivamente, la aparición interpela como hombre) reflexiona sobre la soledad que supone que debe vivir un fantasma, y cuestiona qué tan sobrehumana podrá ser su existencia, cuando ha vivido y ha muerto como humano: “Tanto en este como en ese lado, las personas solo pueden existir como seres humanos”. ¿No es acaso un consuelo hermoso pensar que todo aquellos de lo que somos capaces está al alcance de nuestras acciones? Y a la vez, ¿no es una frustración enorme creer que no hay alternativa a vivir como lo que somos?
Son 8 cuentos escritos por 8 autoras nacidas en la década de los 80 y traducidas al español por Nicolás Braessas, que es el fundador de la editorial Hwarang; Sunme Yoon, que es la traductora de Han Kang al español y los ganadores de un concurso organizado por la editorial con el apoyo del Instituto de Traducción Literaria de Corea (LTIK según sus siglas en inglés).Ficha Técnica
- Idioma: español
- Editorial: Hwarang
- Autor: Kang Hwagil, Son Bomi, Lim Solah, Ji Hye, Cheon Heerahn, Choi Yeongkeon, Choi Jinyoung, Hur Heuijung
- Año: 2022
- Páginas: 222