El 16 de septiembre de 1976, se llevó acabo un gran operativo de las fuerzas represivas del Estado en la Ciudad de la Plata y sus alrededores. El objetivo, la detención y secuestro de un grupo de estudiantes secundarios de dicha ciudad. El operativo será denominado por los secuestradores como la “Noche de los Lápices”.
El ataque sistemático sobre los sectores organizados estudiantiles, se inició la misma noche del 24 de marzo 1976; pero las características de este operativo en particular, cobraría una significativa relevancia en la reconstrucción de la memoria. Tal es así que en 1998, mediante la sanción de la Ley 10.671, se instauró al 16 de septiembre como el “Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios” en distinción a los estudiantes platenses secuestrados, asesinados y desaparecidos por la última dictadura militar en la llamada “Noche de los Lápices”.
En la madrugada del 16 septiembre, entre las 12:30 y las 05:00 hs. fueron secuestrados de los domicilios donde dormían los estudiantes secundarios y militantes políticos: Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Daniel Racero, Horacio Ungaro y Francisco López Muntaner – todos ellos hoy desaparecidos- Patricia Miranda, Emilce Moler – sobrevivieron y recuperaron su libertad-.
Las fuerzas se centraron en este grupo de jóvenes, no solo por su militancia política en los centros de estudiantes de sus respectivos colegios, sino porque además por esos días encabezaban las luchas por el boleto estudiantil secundario juntos a otros compañeros de militancia estudiantil, militancia que se enmarcaba en un alto grado de politización de los sectores más jóvenes de nuestra sociedad por esa época.
El grupo de estudiantes, una vez identificados, previo trabajo de inteligencia por parte de las fuerzas de la represión, serán secuestrados de sus hogares y trasladados a los CCD (Centros Clandestinos de Detención). Estas instalaciones secretas empleadas por las fuerzas armadas y de seguridad, fueron construidas a lo largo y ancho de todo el país para ejecutar el plan sistemático de desaparición, tortura y ejecución en algunos casos de todos aquellos que, de una u otra forma manifestaba su oposición al gobierno.
En el caso de los chicos platense, fueron trasladados a “Arana” lugar donde funcionaba la División cuatrerismo de la policía bonaerense. Allí serán interrogados bajo tortura todos ellos durante un tiempo, para luego ser trasladado a otros lugares como es el caso de la División de Investigaciones de Banfield, tristemente célebre como el “Pozo de Banfield” u otros lugares, en algunos caso particulares. Según el testimonio de uno de los sobrevivientes, luego de varios meses de cautiverio inhumanos se resuelve la liberación de uno de ellos, casi inmediatamente se sobre entiende que se ordena la eliminación sistemática del resto de los estudiantes que aún permanecían secuestrados.
El objetivo detrás de estos hechos, fue sin lugar a duda alejar a los jóvenes de la política y de cualquier forma de participación solidaria; teniendo como máxima de este plan, que estos y la mismísima sociedad percibieran a la política como una práctica despreciable. La idea de considerar a la política como un lugar donde solo se puede promover la corrupción fue incorporada por muchos en las generaciones posteriores; pero también es cierto que en las sucesivas transformaciones económicas, sociales y culturales que experimento la sociedad argentina en las últimas décadas, se ha logrado el resurgimiento de la participación de la juventud en la política.
Despolitizar a este sector clave de la sociedad argentina, romper los entramados de militancia y de participación social, era y es aun hoy crucial para el proyecto económico, político y cultural conocido con el nombre de neoliberalismo. Proyecto que desembarcó en nuestro país en esta primer etapa durante el gobierno de facto y que luego se profundizaría con el paso del tiempo, aun durante los años de la democracia.
Hoy a más de cuarenta años de aquella larga y oscura noche de nuestra historia, se aspira permanentemente a cuidar la memoria para que hechos como este no vuelvan a ocurrir nunca más. Pero al mismo tiempo se debe batallar permanentemente contra los mensajes que se envían y que se intentan instalar en la sociedad y principalmente en los sectores más jóvenes: que el individualismo y el sálvese quien pueda, debería de primar en el conjunto de la sociedad.
Por ellos y por nosotros, cuidar la memoria, afianzar el compromiso social permanentemente, es y ha de ser el mejor homenaje que pudieran recibir los jóvenes de la “Noche de los Lápices” y todos aquellos que fueron víctimas del aquél proceso siniestro.