Perón, proclama los Derechos del Trabajador en el Teatro Colón
Después de décadas de injusticias y reclamos no escuchados, los trabajadores se ven representados por primera vez en la historia de nuestro país, por un hombre que los interpreta y comprende ampliamente sus necesidades. Necesidades, que emergen de la desidia, corrupción e intereses desmedidos de quienes encaramados en el poder, todavía no habían comprendido la simple naturaleza de las cosas y se manejaban con categorías que hacían del individualismo y de las doctrinas que lo promovían la mística con que orientaban su vida.
Al año de ganar las elecciones en forma impecable, en un acto organizado por la CGT en el teatro Colón, Perón proclama los derechos del Trabajador a una justa retribución, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo y de vida, a la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de la familia, al mejoramiento económico, a la defensa de los interese profesionales.
Decía en ese entonces el presidente Perón: “ El Presidente de la Nación Argentina, haciéndose interprete de los anhelos de justicia social que alientan los pueblos y teniendo en cuenta que los derechos derivados del trabajo, al igual que las libertades individuales, constituyen atributos naturales, inalienables e imprescriptibles de la personalidad humana, cuyo desconocimiento i agravio es causal de antagonismos, luchas y malestares sociales considera necesario y oportuno enunciarlos mediante una declaración expresa, a fin de que, en el presente y en el futuro sirva de norma para orientar la acción de los individuos y de los poderes públicos, dirigida a elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital, como la mejor forma de establecer el equilibrio entre las fuerzas concurrentes de la economía y de afianzar, en un nuevo ordenamiento jurídico, los principios que inspiran la legislación social”
Estos derechos a posteriori son expresados taxativamente como derechos numerados en la reforma constitucional de 1949 en su artículo 37. A posteriori con el golpismo del 1955 (Revolución Fusiladora) pasa, dicha reforma, a constituir uno más de los silencios de nuestra historia que dan origen a décadas de pobreza y hambre.
Sorprendentemente, a los detractores de estas políticas hoy los tenemos en el poder haciendo de las suyas, tratando de aniquilar las políticas públicas que están acordes con estos derechos. Tratan de imponer sus visiones neoliberales y arreglar sus papeles personales antes de que el pueblo se dé cuenta y haga tronar el escarmiento.