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NOTA DE OPINION | MARTÍN DURAÑONA
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[intense_dropcap]E[/intense_dropcap]n los duros años 90, en los que piquetes en rutas, y puntos de alta convergencia de tráfico, tanto de automóviles como de personas, bloqueo de fábricas, plazas y avenidas, donde las siluetas del poder contrastaban fuertemente con verdaderos ejércitos de pobres, en que muy a pesar del hambre, arrastraban sus pies a paso firme, decididos a matar o morir, con el sólo objetivo de llevar algo para sus estómagos y el de sus hijos que también marchaban a la par de sus padres.
Quien suscribe, en ese entonces ya sin pertenecer a organización política social alguna, habiendo huído del Frepaso, tan avergonzado como arrepentido, del presidente al cual acompañé por un breve tiempo, participó en varias movidas piqueteras, en gran medida por solidaridad por mis compañeros, y ser uno más del engranaje que se sumaba a repeler las duras políticas del neoliberalismo de esos días. Hoy, a decir verdad, no recuerdo el nombre de las organizaciones a las cuales acompañé, pero sí recuerdo el hambre y la desesperanza de esos miles de rostros, de hombres, mujeres y niños en cochecitos destartalados, en marchas que arrancaban muy temprano, con mucho frío, con ollas populares a puro mate cocido, a un costado de las vías del ferrocarril, para fortalecer a los compañeros que caminaríamos juntos a protestar, tanto en frente del palacio municipal, como a bloquear la salida de camiones de La Serenísima, y desde allí negociar leche y yogurt para varios comedores de la zona, que tampoco recuerdo con exactitud quiénes los administraban. Quiénes bien me conocen, saben que esto fue así.
Los que andamos en esto de pelear por un cachito más de justicia para el lado de los más débiles, de esto hace ya varias décadas, conocemos casi a la perfección contra quiénes peleamos, y hoy pareciera que en esta antigua y desigual lucha, propios compañeros, se hartaron de perder peleas y se pasaron para el otro bando, como si esto fuera una transacción futbolera , en que eso de cambiar de camiseta estuviese naturalmente concebido por el volumen de billetes que generó ese cambio. Ni por las tapas puedo imaginar que los compañeros del Movimiento Evita , a quienes conozco, como su propia historia de lucha, hayan claudicado un ápice en su razón de ser políticamente, por recurrir al gobierno que hoy preside el neoliberal Mauricio Macri, en aras de fortalecer sus comedores, que hoy son más que numerosos, precisamente dado a la agudización del ajuste que produce día a día, este mismo gobierno al cual ellos acuden.
Me pregunto: ¿¡A quién carajo recurrir en estos casos, sino al que realmente posée la condición de Ente Pudiente, como Estado, garantizando el auxilio a estos miles de argentinos en real estado de emergencia social!? Suena como un contrasentido casi inadmisible visto del lado de una cierta lógica de cómo confrontar políticamente, pero ya que de política hablamos, también deberíamos evaluar y cuestionarnos ¿cómo es posible que contando con una enormidad de organizaciones políticas hermanas que comulgan bajo la misma carpa del kirchnerismo más puro, como no tanto, hoy en vez de condenar dónde estos militantes y simpatizantes nuestros, recurren donde recurren para saciar su hambre; no seamos nosotros y no un Estado que nos juega en contra precisamente de nuestros reclamos, los que contribuyamos a solucionar esa dura problemática social?
Más allá de esto ¿Acaso no contamos en nuestras filas, con senadores, diputados, gobernadores, intendentes, concejales? ¿ Son todos traidores? Los señores Navarro, Pérsico, o cualquier otro dirigente de primera o segunda línea de este multitudinario movimiento social y político, no pueden ser los magos o artífices de traspolar ideológicamente un movimiento político como El Evita, hacia extraños territorios donde el sentido histórico y real de sus luchas, dejen de batallar en son de sus oportunísticos apetitos de poder. Considero que de esta crisis política interna que hoy ofrece este movimiento, somos responsables todos. El macrismo nunca ganó una elección presidencial, la perdimos nosotros, hasta ahora no nos sentamos todos en una misma mesa para preguntarnos, en qué nos equivocamos. Seguimos ciegos, mudos y sordos, agitando y resguardando cada cual su banderita de orga, saludándonos con nuestros dedos en V, mientras el saqueo macrista no detiene su marcha ni por error.
En apariencia estamos juntos pero separados, la fuerza de la unidad no se percibe, sólo en alguna aparición de Cristina, pero sólo dibujada en pancartas y banderines, y en alguno que otra plaza de mayo que llenamos, pero ya no llegamos como otras veces en cercanías de la 9 de julio… Termino con algo que no debería ocurrir en un país de tierra privilegiada como el nuestro: Que el hambre de nuestros hermanos más sufrientes, no sea utilizado como coto de caza, para obtener luego acceso de poder político de ningún hombre. No comparto la pena de muerte, porque no ejemplifica hacia arriba, pero con el hambre de la gente no se jode…