Esta vez fue el turno de Macarena Fainstein, quien hasta el jueves se desempeñaba laboralmente en la dependencia del municipio de General Rodríguez. Un área que no entra dentro de las prioridades del gobierno.
El jueves 11 de enero a las 10 de la mañana Macarena Fainstein, hasta ese momento trabajadora del Taller Protegido “Nueva Esperanza”, fue citada por la Directora del área de Discapacidad del municipio de General Rodríguez, Gabriela Martino, quien le notificó que su contrato había sido dado de baja. Un despido más que se inscribe en el plan de ajustes y despidos aplicados por Cambiemos en toda la Provincia de Buenos Aires, y aquí ejecutada directamente por el intendente Darío Kubar. El despido de Fainstein se suma a otros que se vienen dando en el último mes, como fue el caso de los trabajadores del área de Entidades de Bien Público.
La ahora ex empleada nos contó la compleja situación por la que atraviesa el Taller Protegido, desde irregularidades en el tratamiento con las personas que forman parte del taller, hasta el faltante de instrumentos para realizar la producción correspondiente.
Macarena Fainstein comentó a VDP Noticias que el jueves por la mañana Gabriela Martino le informó que su contrato había sido dado de baja: las razones que la habría brindado son varias pero lo que sin embargo quedo claro es que la “no renovación” de su contrato responde al plan de ajuste que viene aplicando en determinadas áreas desde hace tiempo el intendente Darío Kubar, como parte de la política implementada tanto por la Gobernadora María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires, como por Mauricio Macri en la nación.
Fainstein trabajó hasta el último día hábil del mes de diciembre, ante la incertidumbre de su continuidad se había acercado un día antes de ser notificada hasta el área de contabilidad donde le habrían manifestado que la baja de su contrato se dió a raíz del pedido de María Laura Coratti y Gabriela Martino. Esta última le manifestó que se estaban cambiando muchas cosas en el municipio, que se estaba dando una reubicación de gente y reducción de personal. Por esta razón, según habría argumentado Martino, ella necesitaba personal que reúna varias cualidades, de las que carecería Fainstein, quien en realidad afirmó tajante que el perfil que busca Martino es el de “la sumisión de sus empleados”. De hecho, agregó Macarena, las únicas dos personas que se encuentran capacitadas en discapacidad, y que aún continuaban capacitándose, eran ella y Patricia Lecornel, que trabajaba como coordinadora del taller y fue dada de baja tiempo antes que Fainstein, quien estudia Educación Especial, mientras Lecornel es Estimuladora y Acompañante Terapéutica; “No hay nadie capacitado en discapacidad en este momento” agregaba a VDP Noticias.
La ex empleada del taller protegido se desempeñaba en el área de Polietileno, donde se fabricaban las bolsas de residuos que elaboran los y las personas con discapacidades que concurren al taller. Desde hace 2 años se encontraba en calidad de monotributista y, según ella, siempre se le negó el pase a planta, aun mientras en el área de Desarrollo Social se estaba contratando. Área con la que, por otra parte, Martino no le permitiría tener mucho contacto afirmando que primero era con ella con quien debía comunicarse.
Según lo que surge del relato, la relación con Gabriela Martino era bastante tensa, hasta el punto de tener un trato “siempre muy humillante” para tratar a los empleados, descalificándolos y afirmando que no servían para lo que se los había contratado. Por otra parte sostuvo que no se les dejaba hacer mucho y se les negaban todo tipo de pedidos argumentando que no había dinero ni presupuesto, además de no poder comunicarse directamente con ella, que “siempre estaba muy ocupada supuestamente”.
Macarena Fainstein sostuvo que seguramente en el área del taller “van a poner a cualquier persona, algún cargo político” e inclusive tampoco descartó que vayan a poner a trabajadores cooperativistas, una práctica bastante común: “mandan cooperativistas para limpieza o para la cocina o para la supervisión de los chicos”, aunque no durarían mucho a raíz de la cantidad de trabajo y el bajo sueldo.
Actualmente en el Taller Protegido quedaría una sola trabajadora como supervisora, Susana Corrente, que es “la única persona en planta del taller”, también esta Verónica, una cooperativista nueva que arribo hace 2 meses y “José”, de mantenimiento que a raíz de un grave enfermedad necesita disponer de varias licencias; “todas las demás no estamos más, ni la cocinera anterior, ni la coordinadora ni yo, que éramos junto con Susana las 4 integrantes del taller protegido, 3 nos sacaron quedo 1 sola” comentaba.
La situación crítica del Taller Protegido
Al Taller Protegido “Nueva Esperanza” concurrirían personas adultas que rondan aproximadamente entro los 40 y 60 años de edad, con discapacidades entre leves, moderadas y graves, “con lo cual está mal porque el taller es un taller de producción, y no debería haber, según el reglamento, discapacidades graves”, aclara enseguida Macarena.
El taller cuenta con 3 áreas: Repostería, Polietileno y el bar, que no tiene supervisor, rol que se rotarían entre Macarena, la Coordinadora y las supervisora de repostería. Desde estas áreas los asistentes al taller elaboran todo tipo de productos comestibles, artesanales y de utilidad para la venta, que sirven para financiar el taller y pagar un sueldo, escasísimo, por el trabajo realizado.
Otro de los aspectos negativos de la situación del taller radica, según Fainstein, en el mal estado de las instalaciones. “Cuando llueve mucho se inunda prácticamente el taller. Casi nunca tenemos agua. Las condiciones de higiene no son las mejores. Los baños no tienen traba, no tiene botón, siempre hay que cargar agua en baldes para tirar. La cocina casi siempre anda mal. Hay un problema con el gas, no tenemos estufa, no tenemos calefacción en invierno, no tenemos aire acondicionado en verano. Hay dos ventiladores nada más y para el invierno hay solo un caloventor muy chiquito para el comedor. El comedor quedo bastante chico porque son muchos chicos, alrededor de 40 que habitualmente transcurren en el taller”.
Otra de las problemáticas que sufrirían en el taller es la falta de material para poder llevar adelante como corresponde las diversas producciones: “Nosotros nos manejamos mucho con materia prima, como la harina, o la margarina o los chocolates o las cosas que producen para hacer la repostería del taller. Casi nunca compran lo que pedimos. Siempre nos dicen que no hay plata. Después se compran rollos de polietileno, porque los chicos hacen bolsas de polietileno, y tampoco casi nunca hay, incluso en este momento no hay y ya hicimos el reclamo correspondiente hace bastantes meses. Suele pasar esto de que no haya producción por mucho tiempo, entonces los chicos están parados, con lo cual hay enfrentamientos entre ellos”. A su vez esto deriva en la dificultad de recaudar dinero para poder costear los salarios de los hombres y mujeres que asisten y conforman el Taller Protegido.
Macarena Fainstein amplio puntualmente el tema de los salarios que reciben las personas del taller, tildándolo de “humillante y deplorable”, ya que cobran 1000 pesos cada 2 meses. Esto agrava el hecho de que los salarios no mejoran y “los chicos, la mayoría, necesitan atención médica, contención psicológica y no se les da. Con lo cual esto se agrava mucho, el vínculo entre ellos y el vínculo que tienen con nosotras y con los demás directivos porque a veces hay algunos que tienen brotes. Se necesita realmente gente capacitada en el sector que los contenga y que los ayude a poder mejorar su situación personal”.
Le preguntamos también a Macarena que creía que pasaría con las personas que concurren al taller de acá en adelante y respondió que seguramente seguirían estando en la misma situación, “sin que nadie los respalde”. Al respecto agrego: “les inculcan la idea de que no pueden protestar, que no pueden alzar la voz. Casi siempre les ponen como amonestaciones o les hacen notas que van al legajo y los amenazan con eso, o que les van a mandar una asistente social si es que hacen lio, o que los van a medicar. Juegan con el miedo de los chicos y de las familias. Como son gente grande y que tienen algún tipo de discapacidad, que muchas veces es entre moderada y grave no tienen muchas posibilidades de trabajo si se van de ahí, por lo tanto las familias intentan hacer el menor lio posible como para que los pibes sigan yendo. Porque les dan de almorzar, de desayunar entonces intentan callarse”.