La tierra no drena, no drena el agua que la lluvia deposita sobre su lecho. “Eso antes no pasaba, no había tanta agua en los campos con estas lluvias.” Podría decir un breñense en el noreste del Chaco. Las Breñas queda desde la ciudad de Resistencia unos 259 kilómetros. En la zona era poca la probabilidad de sufrir inundaciones y hoy está bajo agua. Su característica geográfica, más bien alta, nos obliga a preguntarnos ¿qué paso? Pero no mirando el cielo, como exigiendo una respuesta más allá de los nubarrones, mas allá de los Cúmulos Nimbos. La blanca humanidad pide arriba lo que la tierra da bajo nuestros pies, nos dirían los pueblos originarios. Es que el maíz florece desde nuestros pies, el arroz, la papa, todo lo que nos alimenta crece desde el pie, crece y florece desde el pie.
Nosotros/as miramos, ya no el cielo, miramos ahí donde las ganancias se ponen por encima de todo. Y mirando nos encontramos que, en 1991 a partir de un decreto de necesidad y urgencia del poder ejecutivo, el estado argentino, en el marco legal, queda casi sin herramientas de intervención en el sector agrario. Con esta regulación la producción siguió el camino de la rentabilidad tomando distancia de las necesidades de consumo local. En otras palabras, lo que quiere decir, es que, no importa regular la siembra en función de las características regionales sino en función de lo que se puede ganar. En 1996 se abre las puertas a las semillas de soja transgénicas, conocidas como semillas “RR”: Roundup Ready. La semilla transgénica es resistente al glifosato, el glifosato mata la maleza y envenena la tierra. Con el aumento de la demanda del grano de soja en el mundo, la producción se extendió, eso requirió más hectáreas de campo, en respuesta a esta exigencia, solamente, el Chaco perdió un 82% de su monte. La mayoría de los desmontes se realizaron en áreas prohibidas.
Ahora bien, el bosque nativo absorbe 300 milímetros de agua en una hora, la pastura para ganado unos 100 milímetros la hora, mientras que un campo de soja solo unos 30 milímetros por hora. Entre tanto los medios corporativos presentan como “Fenómeno meteorológico”, lo que a esta altura es un desastre ecológico.
Los dueños de la tierra, esos pueblos que estuvieron antes de la llegada de los europeos. Ellos que son los verdaderos dueños de la tierra, ya miraban, en las últimas décadas del siglo XX, con lágrimas sobre sus curtidas mejillas la muerte en masa de los quebrachos. Miraban a las máquinas de hierros aplastando la madera, y en un grito desesperado, en bandadas de pájaros emigrando hacia el silencio, advertían como campanas de palo esto. Nadie, nadie escucho. Imbuidos en la fascinación del progreso manifestaron una sordera cómplice, cómplice y asesina.
¿Qué se puede hacer?
Parece que no podemos hacer nada, parece que la lucha es en vano. Pero el 22 de febrero del 2013, en Malvinas Argentinas Córdoba, la justicia ordenó suspender la construcción de la planta de Monsanto. En julio de 2016, el fiscal Anticorrupción, Hugo Amayusco, imputó por abuso de autoridad al ex intendente Arzani y al ex secretario de Ambiente de Córdoba, Luis Bocco, por autorizar el uso de un suelo no apto para emprendimientos industriales, según la Ley Provincial de Uso del Suelo. También al ex jefe de Catastro y Planeamiento de Malvinas, Rubén García, y a los ex concejales de la UCR José Blanco, Emilio Ferrero, a Elsa Martínez (secretaria de Recursos Humanos), María Ferreyra, Martha Castro y Ricardo Guzmán; y Rosa Estela Castañares, de Unión por Córdoba. Así concluye un proyecto de la multinacional en un pueblo de 12 mil habitantes.
Nada de esto se lograría sin organización, el número no cobra fuerza en sí mismo, la fuerza la da la estrategia organizativa con objetivos claros y precisos. El planteo era echar a Monsanto. Uno de los activistas Lucas Vaca dijo a la cámara de un canal de TV: “El amparo no se mueve, la cautelar se cayó, Monsanto la violó porque sigue construyendo. Si la Nación o la provincia no hacen nada por defender nuestros derechos, tenemos que defenderlos nosotros. Somos gente pacífica y trabajadora”. En esta lucha que se presentaba como asimétrica, Goliat volvió a caer, no en manos de David sino en manos de un pueblo donde las mujeres tuvieron un fuerte protagonismo. Nada está perdido, revertir esta situación es un deber. Si nadie va a preguntar al pueblo argentino que tipo de producción tecnológica quiere, es un deber, no solo revertir esta situación, sino también es un deber fundamental que, el pueblo plantee un modelo de producción donde la tecnología este en función del bien común, ya vimos lo que el progreso de las minorías está produciendo.