Su sanción fue un auténtico producto histórico que maduró sus posibilidades recién en la primavera del ´74. Fue el resultado de la conciencia jurídica de una época a la que contribuyeron las luchas obreras precedentes, la lucidez intelectual de algunos jueces y la militancia social de tantos abogados y abogadas de trabajadores. Aun así, fue una norma previsible: acopio de doctrinas y jurisprudencias pretéritas; como también fue una ley módica, que habría horizontes de cambio para la democratización de las relaciones laborales en la empresa.
Su propio texto marcó a fuego la razón de ser del derecho social: «las desigualdades que creara esta ley en favor de una de las partes, sólo se entenderán como formas de compensar otras que de por sí se dan en la relación», decía su artículo 19 en la redacción original.
Fue una ley popular. Hecha carne en los trabajadores que la vieron como instrumento de su dignidad: al punto que la norma se hizo conocida en plaza pública donde se repartieron miles de ejemplares para que formara parte del primer tomo de la biblioteca de los hogares humildes. Este fue sin dudas su mérito más trascendente y revolucionario, se trató de una ley que venía a unificar en un solo texto tanta normativa dispersa. Estaba escrita en las propias palabras de sus destinatarios, los trabajadores y trabajadoras, quienes no necesitaban de los decodificadores que creen que el derecho es una ciencia oculta. Ellas y ellos, la hicieron propia, y se supieron anchos de hombros, llevando en sus sobacos una ley de trabajo sencilla, constituyendo una nueva dignidad difícil de arrebatar a estos hombres y mujeres conscientes de su conquista.
Fue una ley resistida por los señores que atrasan los relojes… que promueve el ausentismo, que conspira contra la productividad, que fomenta la industria del juicio, ¡vociferaron! Y con la dictadura, apenas mes y medio después del golpe cívico militar, consumaron el atropello: se modificaron 97 artículos y se derogaron otros 25.
Pero el ensañamiento iría más lejos: en julio de 1977 en la fatídica Noche de las Corbatas secuestraron, torturaron y asesinaron al mentor de la reivindicación obrera: Don Norberto Centeno.
Los dueños de todas las cosas la maldijeron. Fue entonces una norma silenciada, abrogada, mutilada. Su texto no se encontró más en los anaqueles y estantes, fue desaparecida, borrada en la memoria selectiva del poder.
En otro aniversario de su promulgación, a contrapelo del oportunismo empresarial y el cinismo de derecha, la LEY DE CONTRATO DE TRABAJO confirma su vigencia, no desde la arqueología normativa a la que pretenden confinarla el pensamiento único y la flexibilidad laboral, sino desde la axiología que le dio fundamento: el principio protectorio.
Rendimos homenaje a aquella ley. A la LCT original. Para recuperar parte de la historia amputada y reafirmar que aún es posible ir por más, y que OTRA PRIMAVERA ES POSIBLE.
*Abogado de los trabajadores y las trabajadoras. Docente de la UBA y la Universidad Nacional de Moreno