El bombardeo del 16 de junio de 1955 a Plaza de Mayo, fue la antesala del golpe que derrocaría al presidente Juan Domingo Perón en septiembre del mismo año. Ese día aviones de la Armada y de la Fuerza Aérea argentina, lanzaron aproximadamente unas 14 toneladas de bombas, el equivalente a la mitad del explosivo con el que aviones alemanes e italianos utilizaron para destruir la ciudad vasca de Guernica en 1937, durante la Guerra Civil Española.
[dropcap style=’box’]A[/dropcap] las 12.45 los aviones de Marina y de la Fuerza Aérea bombardean sorpresivamente la Casa Rosada y el Ministerio de Ejército. Todo este espectáculo se sucedía ante el asombro de los ingenuos transeúntes que no daban crédito de los que estaban presenciando. El avión piloteado por el capitán de fragata Néstor Noriega, tira las dos primeras bombas de 100 kilos, una sobre el centro de la Casa Rosada y la otra, sobre la arista norte del Ministerio de Hacienda. Una tercera bomba será que fatídicamente ira a caer cerca del trolebús 305, que con contaba con 62 pasajeros, en su gran mayoría eran niños de 6 a 12 años que se dirigían al museo de la Casa Rosada y todos los que integraban el trolebús fallecen inmediatamente.
El objetivo según los sublevados era: matar al jefe de gobierno General Juan Domingo Perón. Pero tamaña empresa no tenía un solo objetivo. Jamás dijeron que lo más importante era atacar al pueblo. Perón podría morir, y otro lo sucedería en el poder, pero el pueblo luego de dos gobiernos populares estaba “desbocado” o “mal acostumbrado” según la elite oligárquica argentina y se lo debería de poner en su lugar nuevamente a cualquier precio.
Después del primer ataque realizan un segundo bombardeo que tiene como objetivo la CGT de Azopardo donde ya se comenzaba a juntarse obreros con la idea de ir a Plaza de Mayo a defender al gobierno.
Pero el ataque no solo se producía por aire, por tierra y desde el Ministerio de Marina, grupos de infante de marina se dirigen una vez iniciada la sublevación a tomar la casa de gobierno, generándose un enfrentamiento con el cuerpo de granaderos que defendía la casa de gobierno en ese momento. En medio de los enfrentamientos una de las bombas cae en la boca del subterráneo en la estación Plaza de Mayo, acaba con la vida de los desprevenidos que estaban en el lugar.
Otros aviones se dirigen a la Residencia Presidencial, y lanzan dos bombas en la actual manzana donde hoy se encuentra la Biblioteca Nacional. Al finalizar la jornada sabiendo que ya fueron recuperadas por las fuerzas leales las bases desde donde partían los aviones y las fuerzas de la infantería de marina eran incapaces de doblegar a las fuerzas de tierra leales al gobierno, un grupo de aviones, sabiendo que la partida estaba perdida disparan en su última pasada su fuego de ametralladoras sobre la Plaza de Mayo, masacrando a las personas que recogían a los heridos: enfermeros, médicos y voluntarios que creían que lo peor ya había sucedido. En ese momento emprendían cobardemente su huida a la República Oriental del Uruguay. Mientras que las fuerzas de tierra se rinden y se entregan a las fuerzas leales al gobierno.
La masacre de Plaza de Mayo dejó centenares de muertos, y miles de heridos que en su gran mayoría eran civiles, según estableció una investigación del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) divulgada en el 2009 por el entonces secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Esta tremenda masacre fue realizada por sectores que años antes habían derrocado al gobierno popular de Hipólito Yrigoyen. Y semanas más tarde en el mes de septiembre derrocarían definitivamente al gobierno democrático de Jun domingo Perón.
En otro plano, es necesario dejar en claro que esta masacre fue silenciada a lo largo de muchos años por parte de los representantes de la historia oficial, y principalmente por quienes ocuparon cargos de gobierno. Cada gobierno que se sucedió trato de evitar hablar de los muertos, los mutilados y los heridos que sistemáticamente fueron invisibilizados, para que no se conociera, no solo las consecuencias de esta masacre, sino a sus autores materiales e instigadores ideológicos.
Este sistemático intento de ocultamiento es parte cómplice del mismo crimen. Ya que en la desmemoria y el desconocimiento de la sociedad de lo acontecido, anida parte del éxito de este crimen contra el pueblo argentino, y el hecho de mantener oculta las verdaderas intenciones de los autores ideológicos del hecho.
Necesitamos mantener viva nuestra memoria: un 16 de junio de 1955, no solo se intentó asesinar a un presidente elegido constitucionalmente, sino que también se buscó asesinar el espíritu del pueblo trabajador argentino, para poder doblegarlo y someterlo.